Cada mañana, una gacela se despierta en África. Esa gacela debe correr más rápido que el león más veloz; de lo contrario, morirá. Cada mañana, un león se despierta en África. Ese león debe correr más rápido que la gacela más lenta; o pasará hambre. “No importa si eres gacela o león. Lo que importa es que, cuando el sol salga, estés corriendo”, dice Miguel Gianfrancisco. La frase no es suya. Fue acuñada por Roger Bannister, un neurólogo británico que en 1954 se convirtió en el primer hombre en correr un kilómetro y medio en menos de cuatro minutos. A Gianfrancisco (geólogo de profesión, 70 años, cinco hijos y ocho nietos) le gusta esa fábula. ¿Será que se siente identificado?: desde agosto de 1964, corre como un animal.
En aquel entonces tenía 16 años y usaba unas zapatillas Flecha, que acababan de llegar a la Argentina. También por esos días adquirió otro rito, que también mantiene: anota sus kilómetros. Lo hizo por primera vez en un cuaderno Avón tapa dura, de 100 hojas. La primera anotación dice: “1964. 2 de agosto. 10 kilómetros. Frío y viento”. ¿Qué habrá pasado por su cabeza, aquella mañana ventosa, para que registrara esa corrida? ¿Cuál habrá sido su sinapsis cerebral? ¿Y por qué siguió haciéndolo? ¿Acaso pudo sospechar lo que vendría después?: al cabo de 54 años, ha recorrido más de 161.200 kilómetros; en comparación, le ha dado cuatro vueltas al mundo por la línea del Ecuador.
Tal vez lo que aquel joven Gianfrancisco intuía es que correr iba a volverse una necesidad. Una adicción. “Me basta con atarme las zapatillas, para sentirme vivo. Correr es un cable invisible que me conecta con el mundo o me libera a otros universos. Es mi meditación: cuando corro, mis pensamientos se vuelven positivos. Es transpirar. Es sentir placer y dolor”, dice. Hace unas semanas, corrió la maratón de Nueva York. Escribió en una planilla Excel, que le sucedió al cuaderno Avón: “esta es la maratón número 60 en mi vida, en coincidencia con los 60 años de esta carrera, soñada y mística. He terminado séptimo en mi categoría, con el mejor tiempo de América Latina y de entre 231 corredores”.
Gianfrancisco lo sabe: correr es parte de su genoma.
- ¿Por qué corre?
- A mí nadie me enseñó a correr. Cuando empecé, casi nadie lo hacía. Lo que sí sé es que correr es propio de la naturaleza humana. Lo traemos impreso en nuestro ADN: cuando corremos, estamos realizando una actividad que era cotidiana en la vida de nuestros ancestros, que corrían para comer o para no ser comidos. Probablemente parte de la satisfacción que sentimos se deba a que percibimos que estamos volviendo a nuestras raíces. Hemos nacido para correr.
- ¿Y la otra parte de la satisfacción, de dónde proviene?
- Los corredores apasionados tenemos al running metido en nuestras venas. Para nosotros, es un estilo de vida; no sólo un deporte. Corremos de siesta cuando el pavimento es una parrilla; de noche cuando la tensión del día nos pide a gritos que nos pongamos unas zapatillas o bajo la lluvia y con frío. Correr no tiene días ni horarios. Somos capaces de llegar a donde nuestros pies nos quieran llevar. Somos los dueños de las distancias, del tiempo y del mundo.
- ¿Qué le pasa cuando no corre?
- Siento que el tiempo se detiene; se ralentiza. Cuando no entreno, me siento vacío por dentro. Me sumerjo en una dimensión que no entiendo ni acepto. Me oprime la quietud. Es como si perdiera parte de mi vida en cuestiones incomprensibles y absurdas. Es como si me apagara.
- ¿Cree que los corredores tienen una personalidad particular?
- Los investigadores dicen que el maratonista tiene una personalidad resistente, porque percibe los eventos adversos como un desafío del que puede sacar provecho, en vez de identificarlos como acontecimientos negativos. Las personas que corren tienden a ser más responsables con sus objetivos y se mantienen más estables emocionalmente frente al estrés del entorno. Muchos investigadores piensan que el deporte forma el carácter, pues los deportistas presentan puntuaciones altas en autodominio, perseverancia, independencia, autosuficiencia y atrevimiento. También se ha comprobado que los atletas buscan menos los servicios psiquiátricos y que, cuando lo hacen, se recuperan mejor que quienes no son atletas.
- ¿Cómo es correr a los 70 años? En los últimos cinco meses, usted ha completado tres maratones.
- Seguramente, alguna vez escuchaste que los años no vienen solos. A esta altura de mi vida, puedo confirmar que esa frase es una verdad incuestionable. La edad nos transforma radicalmente. Pensamos y hacemos cosas diferentes a las que hacíamos cuando éramos jóvenes. Pero la pasión por correr no ha cambiado en mí. Mi ritmo se volvió más lento, me siento más cansado y las distancias empiezan a costarme. Aún así, sigo corriendo.
- Usted ha escrito, hace poco, “Memorias de un corredor”. En ese libro hay un capítulo titulado “La soledad del corredor de fondo”. ¿Puede explicarlo?
- Correr es mi pasión. Es exigirme cuando no hay nadie alrededor... sólo yo y el camino. Así somos todos los corredores. Nos apasionamos tanto por lo que hacemos, que nos dejamos llevar por la emoción y por el placer que aumentan a cada paso. Gozamos de ese momento y nos entregamos a nuestros instintos. El cuerpo trabaja al unísono con la mente. Entonces, correr se vuelve tan natural que no nos damos cuenta de que estamos andando. Nos concentramos tanto, que casi no vemos a nadie.
- La maratón es considerada la madre de todas las carreras. ¿Por qué?
- Tiene bien merecida esa denominación. Un maratón supone una exigencia a nivel físico y mental. Es una carrera que marca la vida de quien la corre para siempre. Así lo proclamó el atleta checo Emil Zátopek, cuando dijo: ‘si quieres correr, corre un kilómetro. Si quieres experimentar una vida totalmente diferente, corre un maratón’.
- ¿Qué cosas absurdas ha escuchado en su vida como corredor?
- A mucha gente le parece que correr es una actividad que no tiene sentido. No entienden cómo los corredores podemos disfrutar de lo que hacemos. Y nos dicen frases como ‘¿saldrás a correr? ¡otra vez!’; ¿y qué hacés... sólo corrés y ya está?’; ‘¿ya terminaste, ganaste?’; ‘estás muy flaco; dejá de correr’.
- La última pregunta sería, entonces, ¿qué estamos esperando para salir todos a correr?
- Y sí: todos pueden hacerlo. Correr favorece la eficacia cerebral, mejora la visión periférica, reduce la depresión, previene los problemas respiratorios, combate el sobrepeso, mejora la postura corporal y ayuda a la inmunidad del sistema, entre otros beneficios. Además, correr nos hace mejores: para correr, es necesario tener voluntad.