ACTÚA HOY
• A las 22.30 en CITÁ Abasto de Cultura (La Madrid 1.457).
Marcelo Santos tenía 12 años cuando cantó tango por primera vez en público. Lo hizo de la mano de Jorge Valdez, y el derrotero lo llevó luego a dejar su Córdoba natal, actuar con referencias del 2x4 como Roberto Goyeneche, Argentino Ledesma, Roberto Rufino, Enrique Dumas y Alberto Marino, hasta instalarse como la voz de la orquesta de Osvaldo Piro desde hace más de una década.
Esta noche actuará junto a Mariela Acotto en CITÁ Abasto de Cultura, en un concierto donde el folclore se colará entre tangos y milongas clásicas, con motivo del Día de la Tradición.
“Cuando empecé era una esponja, no tenía conciencia de lo que hacía; era un juego, no entendía las letras y todo era seguir las melodías. Hoy el tango es sinónimo de mi vida, es parte de mi cuero y de mi corazón, lo siento muy profundamente. Descubrí a los grandes poetas y a los sonidos que le ponían a sus escritos, y que me podía sentir reflejado en ellos de una manera u otra. Si no, se las vive como un cuento o una película que te hace reflexionar. Trato de ser respetuoso y descubrir lo que el autor quería decir”, le dice a LA GACETA.
Santos realizó su primera grabación a los 13 años, en la década del 80 y con Jorge Arduh como director. “Veía al técnico ir y venir, cambiar cables, cortar y pegar las cintas... Todo hasta que descubrió que yo estaba descargando los nervios con unas monedas que llevaba en el bolsillo y hacía un ruidito de fondo que él no podía descubrir. Me ligué tremendo reto”, recuerda.
A la hora de elegir, el cantante se inclina por lo romántico: “estoy descubriendo el tango canyengue y arrabalero, pero las letras de amor son increíbles, tanto como las que describen barrios y paisajes”. Como muchos otros, su comienzo fue en el folclore, de la mano de su abuelo, “que era riojano y me regaló mi primera guitarra, mientras que mi madre me pagó la maestra de música”. Un tío suyo, Mario Bustos, fue bailarín de El Chúcaro y enseña en el Teatro Colón.
Al hablar de Piro, todo son elogios. “Es el último pilar de las épocas gloriosas del tango, de Aníbal Troilo para acá. Es un gran maestro, padre y consejero que no se guarda nada, continuamente me va tirando información y es un modernista en sus arreglos, que están a la vanguardia. Igual que él, acepto todo lo que sume en el género, siempre que llegue con trabajo y respeto”, concluye.