Nada es fácil en la vida de Boca. Parece que si no sufre para lograr un objetivo, no vale. Pero está de pie, invicto en la ronda final de la Copa Libertadores y listo para ir en busca del premio mayor.
Anoche, cuando parecía que el gol de Ramón Ábila, a los 18’, le daba la tranquilidad necesaria para disfrutar del juego en el Allianz Parque, durmió unos minutos y el corazón de sus hinchas debió realizar trabajos extras, de manera inesperada.
Llegaron los goles Luan y de Gustavo Gómez, de penal. Pero Darío Benedetto tranquilizó las aguas y selló el pasaje del “Xeneize” a la serie decisiva de la Copa, justo contra su rival de toda la vida, y con la chance de tirarle el historial general encima y enderezar los últimos cruces que dejaron un sabor amargo en La Boca.
La mística del equipo argentino más copero y competitivo a nivel continental de los últimos 20 años, apareció en el momento preciso y en el lugar indicado.
Tras sufrir durante la fase de grupos, donde la clasificación llegó a pender de un hilo, Boca se hizo fuerte en los mano a mano; justo algo que se le recriminaba desde hace tiempo al equipo que dirige Guillermo Barros Schelotto y que anoche estuvo en manos de Gustavo, debido a la sanción impuesta por Conmebol al DT.
En la fase final de la Copa, el “Xeneize” casi que caminó sin problemas y ahora extender la racha en unos duelos que pueden otorgarle la chance de recuperar el primer escalón del continente, lugar que en el que ya estuvo seis veces.
En octavos se sacó de encima de manera holgada a Libertad (2-0 en La Bombonera y 4-2 en Asunción); en cuartos, eliminó a Cruzeiro con un 2-0 como local y empatando 1-1 en Belo Horizonte. Y, por último, dio cuenta de Palmeiras, también con un 2-0 en casa y el empate 2-2 de anoche en San Pablo.
El Boca sólido y con “buena” cabeza está de vuelta, justo para ir en busca de su séptima corona, ante el rival de toda la vida y ponerle el broche a una película que será histórica.