Los bancos de los espacios públicos de San Miguel de Tucumán fueron el blanco favorito de los vándalos estas últimas semanas.

Este sábado que pasó, la Secretaría de Servicios Públicos de la Municipalidad informó que operarios de esa repartición hallaron destruido un banco del parque 9 de Julio (foto), que estaba en la zona de la Casa de la Cultura. Estaba totalmente destrozado, con las piezas desparramadas por la zona. Servicios Públicos recordó que a principio de octubre fueron noticia dos lamentables hechos: del recientemente jerarquizado boulevard de Adolfo de la Vega arrancaron y destrozaron un banco, y unos días antes unos jóvenes en camioneta se grabaron mientras chocaban contra otro banco de la avenida Amador Lucero al 100.

“Los fines de semana se agudiza el tema de la vandalización de espacios verdes”, había dicho hace poco el secretario de Servicios Públicos, Carlos Arnedo. El funcionario también había puntualizado que los daños causados al patrimonio por estos hechos vandálicos suman alrededor de $ 250.000 mensuales. Destacó que reparar, reponer, limpiar y arreglar estos destrozos es cosa de todos los días en los paseos públicos de la capital pero que, lamentablemente, a veces no dan abasto para mantener las plazas y parques impecables.

Bancos de hormigón, merenderos, cestos de basuras y juegos infantiles encabezan la lista de los blancos preferidos por los vándalos.

En San Pedro de Colalao

La problemática trasciende los límites de la capital. Hace unos días se supo de la destrucción de la estatua que representaba al Hombre Colalao (conocida popularmente como “el hachero), que estaba colocada a la entrada del pueblo de San Pedro de Colalao. Los vándalos forzaron el enrejado que la protegía y la tiraron hasta romperla. El comisionado rural, Luis María Andrada, prometió que el hecho sería investigado en profundidad.

La estatua se erigió en 2009, en ocasión de los 150 años de la villa veraniega. Fue obra de la escultora Liliana Aguirre de Insaurralde. De sombrero y cubierto con un poncho, de rasgos indígenas, alto y delgado, un colaleño de hormigón, todo pintado de blanco, recibía a los visitantes parado en un réplica de la “piedra pintada”, el típico petroglifo que se encuentra en las afueras de la villa.