Las redes sociales definen al ser humano en su justa medida: mentirosas, exageradas, violentas, prejuiciosas, interesadas...
Los enfrentamientos virtuales prácticamente nacieron con los foros digitales. Comenzaron el mismo día en que el hombre comprendió lo sencillo que era crear una cuenta falsa para difamar, calumniar, escrachar o atacar de mil formas diferentes a su adversario, competidor o enemigo.
Primero fueron correos electrónicos anónimos o con identidades inventadas, en la década del 90, que se utilizaban para amenazar, extorsionar o torcer la voluntad de un circunstancial oponente. Un compañero de trabajo, un jefe, una ex pareja, un vecino, un familiar disgustado, un miembro de la competencia comercial, política o deportiva. Razones para pelear nunca faltarán en este mundo ambicioso, egoísta y desquiciado.
También se utilizaban “nicknames” (apodos) con fines románticos y sexuales. Para los tímidos y los tramposos internet era -y es- el paraíso. ¿Tímides y tramposes?
Antes de las redes, los blogs de difamación pública se convirtieron en los nuevos libelos digitales donde con sólo dos clicks y dos pesos se despellejaba a políticos, empresarios, periodistas o simplemente a ex parejas o a amores no correspondidos. Uno de estos casos nauseabundos aún retumba en la memoria: Venganza Tucumana. Un blog donde los despechados enviaban fotos o videos sexuales de ex parejas. Fue dado de baja luego de varias denuncias y tras arruinar la vida de muchas personas.
En los comienzos de la net casi nadie plasmaba sus datos reales. Menos aún en las incipientes redes sociales. Todos eran seudónimos. Tampoco eran masivos estos espacios virtuales y no cualquiera interactuaba en internet, porque además no era tan sencillo como hoy.
Cuesta ahora entender este contexto, en un presente híper narcisista, egocentrista y fanfarrón, donde, por el contrario, más de dos décadas después, todos nos esforzamos por resaltar el yo, yo y yo (o el yo que desearíamos ser). No sólo usamos nuestros nombres reales, sino que exhibimos nuestros sentimientos, emociones y situaciones más íntimas ante miles y miles de extraños y forasteros.
Hoy hacemos compras, transacciones bancarias, declaraciones juradas, votamos, atestiguamos y hasta firmamos documentos digitalmente.
Un cambio de paradigma
En la medida en que la masividad fue alcanzando a las redes sociales los efectos sobre la “opinión pública” empezaron a tener tanta importancia como en la vida real.
Se realizaron muchos experimentos en el primer quinquenio del Siglo XXI respecto de instalar tendencias en la sociedad, ya sea para convencer de una idea, vender un producto o directamente manipular a la opinión pública con los más variados objetivos.
Este cambio de paradigma terminó de confirmarse el 4 de noviembre de 2008, con la victoria del primer presidente de raza negra de los Estados Unidos, Barack Obama.
Desde mediados de 2006 los demócratas venían apostando fuertemente a internet y a las redes sociales para recaudar fondos, interactuar con los votantes, realizar encuestas y debatir ideas, en un trabajo hormiga pero a mucho menor costo y más efectivo que los métodos tradicionales de campaña, mientras los republicanos gastaban cientos de millones de dólares más que sus adversarios utilizando los canales habituales.
El de Obama no fue el primer caso, pero sí el más resonante y palmario, ya que terminó sentando a un presidente en la Casa Blanca, confirmando a gran escala lo que hasta ese momento venía ocurriendo en asuntos menos gravitantes y más experimentales, principalmente en la esfera del marketing y la publicidad.
En Argentina, los primeros intentos por influir a la opinión pública en las redes sociales, en el campo de la política, los hizo el kirchnerismo por medio de los “blogueros K” y la cibermilitancia.
Comparado con las escalas actuales de manipulación mediática, estas acciones del kirchnerismo resultan casi ingenuas y a puro voluntarismo. Para dimensionar lo incipiente de estas acciones, vale saber que cuando asumió Néstor Kirchner la presidencia ni siquiera existían Facebook, ni Twitter, ni Instagram, ni WhatsApp ni ninguna de las redes que se utilizan hoy. Tampoco los principales diarios contaban con foros de discusión al pie de sus notas. LA GACETA habilitó los comentarios en octubre de 2007. Pasarían varios años antes de que se conocieran términos como “troll” o “influencer”.
El verdadero salto cuántico en las estrategias de copar las opiniones en las redes sociales lo impulsó el PRO, con la llegada de Mauricio Macri a la Jefatura de Gabinete de la Ciudad de Buenos Aires, en 2007.
Con el nivel más alto de penetración de internet del país, la fuerza porteña en las redes no tardó en imponerse. Estas prácticas abandonaron el mero voluntarismo de los cibermilitantes, rentados o no, y pasaron a profesionalizarse, con capacitaciones en el extranjero y la contratación de asesores y agencias internacionales, sobre todo de Estados Unidos. El caso más resonante es quizás el de Cambridge Analytica, la consultora que filtró datos privados de Facebook e influyó con noticias falsas y la manipulación de tendencias en las redes en varias operaciones políticas de distintos países, entre las que sobresale la campaña presidencial de Donald Trump, en 2016.
El ex CEO de Cambridge Analytica, Alexander Nix, admitió en junio en el Parlamento británico haber elaborado una “campaña anti Kirchner” en 2015 en la Argentina.
Mucho se habló del famoso “call center” que lidera el jefe de Gabinete Marcos Peña desde hace unos años, desde donde se disparan, según denuncias de opositores, diferentes campañas orquestadas para instalar un tema, una denuncia o desviar la atención e invisibilizar algún problema.
Que la corrupción kirchnerista siga siendo tres años después trending topic todos los días en las redes sociales no es una casualidad.
El fraude, ¿en las urnas o en las redes?
“En 2015 nos acostaron y eso no puede volver a pasar”, reconoció un operador político del gobernador Juan Manzur, durante una reunión privada con periodistas.
El operador hacía referencia a las “granjas de trolls” de Cambiemos que operaron fuertemente en 2015 para nacionalizar el “fraude tucumano” en las redes sociales, como parte de la campaña presidencial de Macri.
Las elecciones tucumanas dieron motivo para el escándalo, nadie puede negarlo, pero las granjas porteñas amplificaron las irregularidades a niveles de guerra civil -estuvimos al borde- y tomaron de rehén a Tucumán durante toda la campaña, como ejemplo del fraude que no podía repetirse a nivel nacional.
Aunque nunca pudo probarse, la idea del fraude peronista quedó instalada para la mayoría de los argentinos, al punto que si hoy se le pregunta a un porteño o a un cordobés quién quemó las 42 urnas en agosto de 2015 seguro responderán que fue el peronismo para ocultar la estafa, cuando en realidad fueron punteros del radicalismo, varios de ellos luego detenidos.
A eso se referían en el gobierno tucumano con que “nos acostaron”. Quedaba claro que con dinero suficiente y un plan de acción puede imponerse cualquier idea en las redes sociales.
A partir de allí, los grupos de trolls peronistas que operaban en la provincia, desordenados y a puro voluntarismo, comenzaron a recibir capacitaciones y a funcionar coordinados.
La principal “granja” se encuentra en la Banda del Río Salí. Es la más prolífica y responde al intendente Darío Monteros. Hay otras dos que operan en Tafí Viejo y en Alberdi, aunque en menor escala. Uno de sus principales campos de acción son los foros de LA GACETA, además de las redes sociales.
El primer objetivo de estos grupos es defender la gestión de Manzur-Jaldo, aunque también dirimen algunas internas dentro del propio peronismo.
Desde que el diario decidió no permitir el anonimato en sus foros, medida que entró en vigencia en agosto del año pasado, ya se deshabilitaron casi 40.000 cuentas apócrifas. No todas pertenecen a trolls, por el contrario, la mayoría corresponde a lectores que no comentan pero que a la hora de registrarse no consignó sus datos reales. Por otra parte lado hay otros 220.000 usuarios registrados, 30.000 de los cuales son comentaristas activos que ingresaron sus datos reales. En el caso de los 190.000 restantes su identidad todavía no fue verificada porque aún no realizaron comentarios.
LA GACETA sólo verifica la identidad de los foristas, no de todos los que se registran sólo para leer la edición digital.
Respecto de Cambiemos a nivel local, también se han detectado cuentas falsas, en menor cantidad, y de foristas reales que “trabajan” de defender al presidente y a los dirigentes tucumanos de Cambiemos. En el caso de Macri, la mayoría de las direcciones IP que lo apoyan (número que determina la ubicación del troll) se localizan en distintos barrios porteños.
Las operaciones no sólo se circunscriben a la arena política. Se descubrieron fuertes internas dentro de la Policía, la Justicia y las distintas áreas de Seguridad, que terminan impactando en los foros del diario.
Un dato relevante es que desde que LA GACETA decidió que los lectores discutan a cara descubierta se duplicó la cantidad de comentarios y se mejoró ostensiblemente la calidad del debate. Los trolls gravitan menos que antes en los foros y es difícil que puedan manipular un foro. El clima de los foros hoy está más cerca del “lector real” que de las operaciones políticas.
Es evidente que estas prácticas fraudulentas y maniqueas, que no generan otra cosa que mayor violencia, divisiones y un mundo un poco peor para vivir, llegaron para quedarse. Lo más preocupante es que se financian con el averiado bolsillo de los argentinos y de los tucumanos, que son testigos impotentes de una mentira organizada.
Es decir, en definitiva, nosotros les pagamos a nuestros políticos para que nos mientan, nos manipulen y nos confundan cada día un poco más.