Sentirse como una cabra en libertad. Sentirse animal o sentirse libre, en realidad. Sentirse parte del universo; uno y el universo; uno y el mundo. Detenerse a respirar, cuando no queda aire ni para un paso más. Llegar a una cima a rastras (literalmente). Erguirse. Y mirar, desde arriba, lo conquistado. Correr en la montaña es un deporte que suma adeptos. Y es -puntualmente- una terapia para el cuerpo y para el alma... una religión... un entrenamiento psicológico... y hasta un regreso a nuestros instintos primitivos.
El trail running -como se denomina a las expediciones por los senderos- se expande en Tucumán, donde cualquier montaña queda a minutos de cualquier casa. Y en ese universo de corredores y caminantes, las mujeres han dejado de ser minoría. Incluso, cada vez más chicas visten un dorsal y obtienen buenas marcas en los ultra trail, las competencias de más de 50 kilómetros a campo a través. ¿Por qué? Al parecer, en la larga distancia de las cumbres, cuando la fuerza y la velocidad quedan a la sombra del factor psicológico, el sexo femenino puede cargar el mote de sexo fuerte.
“He corrido carreras mixtas de 450 kilómetros, por ejemplo. Han sido cinco días sin parar y sin dormir. La mujer no posee la misma fortaleza física que el hombre. Pero es perseverante. Tiene el umbral del dolor más alto. Y soporta muchísimo la adversidad”, dice Matías Haedo, corredor de trail running. Félix Paz Posse -mánager de competencias de montaña- añade que estas travesías se han vuelto populares en los últimos 10 años. Y que eso se debe a que han desaparecido los tabúes. “Cada vez más personas descubren que lo que les parecía imposible, como subir un cerro a pie, no lo era”, afirma. Y esa caída de prejuicios -prosigue- también ha hecho mella en el género femenino (”ellas han roto las barreras; se han dado cuenta de que también pueden”).
En el diván
A sus 44 años, Claudia Autino ha alcanzado el octavo puesto en una competencia mundial de 500 kilómetros de disciplinas combinadas, como trail running; remo; bicicleta; ascensos y descensos con cuerdas. En esa carrera y al cabo del cuarto día, sus compañeros de grupo -varones, todos- le concedieron ocho minutos para dormir. Ocho minutos. “No daba más”, recuerda. Pero durmió sentada menos de ese cuarto de hora. Se puso de pie. Y sostuvo la escalada a la cima. “La resistencia es primordial. Ahí te das cuenta de que las mujeres somos más fuertes a nivel mental. Y de que lo que te hace terminar no es el cuerpo, sino la cabeza”.
Aunque las cumbres no sólo conllevan hazañas. “La montaña es mi psicóloga”, se ríe Claudia. Así las cosas, podría pensarse que el trail running engancha a las mujeres porque supone -además- una especie de retiro espiritual; un momento de dedicación. Celina Biazzo -37 años, corredora y entrenadora- lo plantea así: “la montaña es mi lugar en el mundo”. Y eso les sucede también a sus alumnas, observa ella. “Se desenchufan de las cuestiones cotidianas. Se descuelgan de sus actividades. Y se conectan con la naturaleza. Entonces, disfrutan de la actividad física”, describe.
En ocasiones, Celina guía a sus discípulas a recorridos extensos, en los que salen de mañana y regresan al atardecer. “En esos ascensos, las veo destruidas. Les miento que queda poco para que sigan. Cuando volvemos, y se dan cuenta de lo que han hecho, se sienten orgullosas”, relata.
Vanesa Gor es una de esas entrenadas. Tiene esclerosis múltiple. Y tres años atrás, fumaba un paquete de 20 cigarrillos por día. Hoy, ni fuma ni piensa en la enfermedad. “La montaña te sana. He resuelto mis problemas ahí arriba”, confiesa. Podríamos seguir leyendo confesiones de corredoras, pero se acaba la página. Entonces elegimos este último testimonio, para el cierre:
“Me llamo María Lapadula. Tengo tres hijos y 43 años. Soy dermatóloga. También soy porteña. Me enamoré de un tucumano. Me enamoré de Tucumán. Y después, me enamoré del trail running. En Buenos Aires, corría siempre. Cuando llegué aquí, corría en la Perón. Pero veía gente que entraba y salía de las sendas. No entendía nada. ¿A dónde se meten?, me preguntaba. Hasta que los seguí. Y no salí más. Para mí, la montaña es el disfrute. Es como volver a la infancia... a lo lúdico... a ensuciarse... a divertirse. Dentro de la montaña siento felicidad. En la montaña soy feliz...”.
> Consejos para empezar
No relacionar las distancias de asfalto con las de montaña. No tienen nada que ver. En el trail running, lo más importante es la ecuación distancia/desnivel.
En cuestas muy duras, merece la pena caminar. Es preferible eso antes que tratar de correr de forma lenta y pesada.
En los planos o bajadas, en cambio, se debe intentar mantener el trote.
En cuanto a la respiración, se debe tratar de encontrar un equilibrio entre ir agitado e ir ahogado.
El calzado es muy importante. Se recomienda buscar unas zapatillas específicas para montaña.
Tanto en la subida como en la bajada, es fundamental avanzar viendo el camino por lo menos dos metros más adelante de uno, para anticiparse a obstáculos. Si uno lleva la vista adelante, puede elegir siempre el camino más adecuado.