El reciente robo de una de las esculturas del parque 9 de julio, hace oportuno recordar las críticas que se hicieron a la Comisión Administradora del paseo, cuando adquirió en Europa aquellas reproducciones, hoy tan valoradas. El presidente de esa comisión, doctor José Ignacio Aráoz, puso las cosas en su lugar, en “El Orden” del 11 de abril de 1927.
Expresó que “a fuerza de ver buenos cuadros y esculturas y de oír buena música, hemos de hacer estos tres aprendizajes primordiales: el de nuestra incomprensión actual para las grandes realizaciones de belleza del género humano; lo primitivo de nuestros conceptos del arte, que nos hace caer en la vanidad aldeana de creer que más del uno por ciento de los tucumanos está capacitado para hacer crítica escultórica, sólo porque han visto estampas de sus grandes obras y porque han paseado por Buenos Aires; y, lo que mejor, el de suavizar e idealizar nuestra mentalidad, reemplazando, poco a poco, la agresividad espinosa y personalista que nos caracteriza, por las ilusiones y cordialidad que inspiran la contemplación de la belleza”.
Afirmaba que “salvo poquísimas excepciones, los más capacitados de los tucumanos, apenas si pueden hoy aspirar al grado de albañiles en cuestiones de arte escultórico”. Esperaba que, con el tiempo, del alma del vecindario se ahuyentaría “la áspera vulgaridad del presente”, de modo que ninguno “sienta desmedro porque sus plazas y parques se pueblen de reproducciones escultóricas”, cuyos originales “no son adquiríbles ni por todo el oro del mundo”. Para tener originales, necesitamos “un gran basamento cultural y mayor amplitud financiera”. Además, las reproducciones han costado “la octava parte de su valor normal, y no podían ser colocadas en el parque a no ser en la forma económica y modestísima como se está haciendo”.