Gregg y Jennifer no entienden absolutamente nada. Sentados en los asientos J y K de la fila 6 del Boeing 727 miran con asombro todo lo que pasa por delante de sus ojos celestes. Estadounidenses ellos y de vacaciones por Sudamérica, se han topado con un panorama inesperado: gente prácticamente uniformada con ropa celeste y blanca entrando a su mismo avión mientras toma cerveza y entona canciones que les son imposibles de descifrar.
Casi que estos dos recientes cuarentones son los únicos del vuelo 2482 que no son hinchas de Atlético. ¿Quién iba a decir hace unos años que un vuelo que conecte Lima con Medellín estaría repleto de “Decanos”? Nadie.
¿Quién hubiese pensado que el propio piloto del avión, luego de comentar las condiciones del vuelo, la altura que lleva la nave y el tiempo restante de viaje, dedique un espacio de su alocución en el altavoz para Atlético? “Quiero aprovechar para mandar un saludo a la gente de Atlético Tucumán que mañana juega contra Nacional, en Medellín. Mucha suerte para ellos”, dijo el piloto, entregando un mensaje de fe que fue repitiéndose en varios vuelos internos dentro de Colombia. ¿Quién lo hubiese imaginado años antes?
Nadie hubiese aventurado esto, mucho menos Gregg y “Jenny” que esperaban aprovechar las dos horas en el aire para descansar. No pudo ser. “¡Y hasta la Libertadores no vamos a parar!”, grita desaforados un grupo de personas mucho más grandes que la pareja “yanqui” entra desbordado de alegría al avión.
Se llevan los flashes
“Somos un grupo de 60 personas que seguimos a Atlético a todas partes. Este año fuimos a Uruguay, Bolivia, Paraguay y ahora a Colombia”, cuenta Víctor Tula, uno de los varios jubilados que integran “La banda de los Flaches”. “‘Prendan los ‘Flaches’ dijimos en un viaje. Se burlaron de nuestra pronunciación y ya quedó el nombre”, confiesa Tula. El grupo, que para este viaje se redujo a 23, se conoció viajando, precisamente, para ver a Atlético. Quien coordina es Walter Montivero. El “Gringo” Tula, Mabel Porven, Segundo Ovejero, Jorge Celiz, Mariana Colotti y Alejandro Cayu, entre otros (todos de entre 40 y 65 años), son parte del grupo que llega desde diversas partes de la provincia: Las Talitas, Yerba Buena y Tafí Viejo.
Julio César Olea es otro miembro de los “Flaches”. Es jubilado y y sufre de una discapacidad en una de sus piernas. Igual, nada le impidió seguir al “Decano” en su travesía de la Copa Libertadores. “Tengo un pequeño negocio en mi casa, con eso me las arreglo. Ahora está cerrado, hasta que vuelva”, comenta Olea, que se ubica al fondo del avión junto al resto de la banda.
Padre e hijo
Bien al frente de la aeronave, están Maximiliano y Lucas Rodrigo, padre (37) e hijo (14) de San Miguel de Tucumán. El partido de hoy será una ocasión especial para ellos. “Es la primera vez que salimos los dos juntos fuera del país, para ver a Atlético. Es un sueño hecho realidad”, confiesa Maximiliano que sí viajó junto a Lucas dentro de Argentina. En pleno vuelo de Lima a Medellín, con todo el clima que se vive, sabe y repite que este viaje “será diferente”.
“Teníamos los pasajes desde hace dos meses. Ni bien se supo el sorteo los sacamos”, confiesa Lucas, que aprobó todos los exámenes del tercer año del secundario que cursa para poder ganarse el viaje. “Nos quedamos tres días y volvemos. Los permisos son cortos”, agrega su papá, que trabaja en un banco.
Mejor, imposible
Lourdes Tonetti no está en el vuelo del que hablamos. En realidad sí hizo el mismo viaje pero días atrás. Sucede que -como varios y varias hinchas lo hicieron- ella aprovechó el partido de hoy, a las 21.45, para acomodar sus vacaciones y tomárselas en conjunto con el plan de la revancha de los octavos de final.
“Llegamos a Colombia el 19 de agosto. Fuimos a Cartagena y a San Andrés, y ayer (por el domingo) llegamos a Medellín. Seguimos a Atlético desde chicas y esto que estamos viviendo hoy es un sueño”, cuenta Lourdes, quien viajó con María Eva, su mamá, Laura, su hermana y Sebastián, su hermano que se sumó el sábado pasado, para engrosar el núcleo familiar. “Lou”, “Seba” y “Mary” se fueron temprano al predio deportivo del estadio “Atanasio Girardot” para comprar su entrada, que finalmente consiguieron.
Fin del viaje
Sobre el final de las dos horas y 20 minutos del vuelo, los hinchas parecen calmarse. Esto, para tranquilidad de la pareja extranjera que finalmente -y con ayuda de un traductor eventual- puede llenar la hoja de migraciones. No es que deseen elevar una queja, al contrario. Ambos parecen aventureros. Pero sin duda buscan un espacio en blanco en el formulario para registrar el “espectáculo” tan peculiar que acaban de ver: hinchas de Atlético copando un viaje entre Lima y Medellín.