Así como la noche pintaba fea, con frente de tormenta en el resultado porque Atlético estaba ante Colón cerca de tachar su octavo partido sin ganar en el Monumental por la Superliga (siete empates, una derrota), la taba cayó de su lado. Y toda la desgracia que alguna vez padeció en el torneo pasado y en el inicio de éste, como contra Racing que casi lo pierde por goleada y después casi lo gana en el último suspiro, hubo una sucesión de hechos afortunados que tocaron su puerta: de un intento de centro mal ejecutado sobre la hora, llegó el golazo de Rodrigo Aliendro. Y de un cabezazo con destino clarísimo de gol de Guillermo Ortiz, el que casi amarga a la gente con un remate en el palo antes, Cristian Lucchetti sacó una pelota tan imposible como lo fue aquella que le tapó a Aponsá, de Junior, en el desquite para entrar a la fase de grupo de la Copa 2017.
Atlético no mereció sufrir. Atlético no merecía irse con el empate, pero el fútbol tiene ese condimento indispensable que habla de la sorpresa, del saber aprovechar la más mínima oportunidad; que habla, de hecho, de contar con una pequeña cuota de suerte y que, sobre todo, exige concentración al máximo. En la mayoría de esos apartados el “Decano” sacó buena nota, incluso jugando con un tándem ofensivo distinto al titular, pero pagando bien en boleterías con esfuerzo e inteligencia.
Mauro Matos no será Leandro Díaz ni Luis Rodríguez, pero Matos peleó cada pelota igual que ellos, y las ganó. De una patriada suya llegó el 1-0 de Mathías Abero, ahora conocido como “Kun”. Sin ángulo, después de la pelea en el suelo de Matos con el arquero Leonardo Burián, “Kun” cerró los ojos y le dio al arco. Encontró luz en una zona donde no la había y la pelota entró cual toro acorralado por pañuelos rojos: hecha un fuego.
Abero, el que no está inscripto en la Libertadores, había encendido los bríos de un Atlético pulposo en cuanto a tenencia de la pelota, preciso en cuanto a llegadas al arco de Burián y a la vez insulso cuando tuvo que pasar por caja. Esa era la cruz de este Atlético bien ordenado que fue mutando táctica a medida que Colón le fue modificando el menú del partido. Cambió posiciones, pasó diestros al carril zurdo, y a zurdos al carril derecho. Venía haciendo todo bien, pero...
Cuando falló en una cobertura, chau. El 1-1 de Marcelo Estigarribia, nacido de una contra impecable, golpeó antes del entretiempo. El empate era el mejor mensaje y castigo para un Atlético que había generado varias chances de gol pero apenas había marcado un gol.
Entonces llegó el complemento y Colón bajó la marcha. Empezó a mirar el juego desde el costado de la paciencia y del contraataque. Ya no había electricidad, apenas atisbos del dueño de casa de querer llevarse el partido a lo guapo.
Un falta a “Pulguita” en tres cuartos de cancha fue la esperanza, a los 88’. Abero tomó la posta pero cambió botín por pantufla. Digan que Aliendro no le hizo caso a Zielinski y esperó cual pescador. Tomó el rebote y lo mandó a guardar sacando una media volea de primera, criminal: 2-1. Y lo que faltaba era sufrir con los 4’ de descuento pero revivir con la atajada de Lucchetti y con esos tres puntos de oro que al fin quedan en casa. Ahora sí, a pensar en Atlético Nacional.