Una hora y media después de terminado un partido que se había jugado con sol, Atlético dejó la cancha de Defensa y Justicia en medio de una fuerte tormenta. Las ráfagas de viento hacían juego con un plantel enfurecido: el “Decano” culpaba a Fernando Espinoza por haberles privado un triunfo para el que faltaban seis minutos. Esa es la lectura inmediata, y en cierta forma irreprochable: el árbitro le inventó un penal a Guillermo Acosta que sólo existió en su imaginación. Pero aclarado eso, hay un tema de fondo que trasciende a un (grave) error arbitral.

Condicionado por su alucinante actuación en las competencias sudamericanas, Atlético parece atravesar un caso de doble personalidad, como un doctor Jekyll y Mister Hyde en versión futbolística. El equipazo de la Copa Libertadores que se les planta y supera a los gigantes del continente convive con un equipo al que le cuesta ganar en la Superliga. El dato sorprende: de los 15 partidos que jugó este año por el torneo local, sólo sumó tres victorias. La racha desde enero se completa con nueve empates y tres derrotas, lo que convierte al “decano” en una especie de Club Atlético Empate a nivel local.

Es cierto que también se lo podría ver desde un costado más optimista. Ayer, con un gol mucho más espectacular que su juego, y en uno de esos partidos tan cerrados que lo podría haber ganado cualquiera de los dos equipos, Atlético arrastró a cinco partidos su invicto en el segundo semestre de 2018: el equipo de Ricardo Zielinski venció a Tristán Suárez y Huracán, en la Copa Argentina; le ganó a Atlético Nacional, e Medellín, en la Libertadores, e igualó con Racing y Defensa en la Superliga.

Son números que confirman la solidez y la confiabilidad de Atlético, un equipo que no se intimida contra nadie, pero que no despeja una duda: el “Decano” necesita sumar un par de victorias en el campeonato local para no empezar a mirar de reojo el promedio del descenso. Todavía le queda un colchón antes de empezar a preocuparse, pero 18 puntos de los 45 en juego durante 2018 huelen a poco. Y si encima el arbitraje no ayuda, como suele pasarle a Atlético con Espinoza, todo se hace más difícil. Es como si Atlético sólo pudiera conseguir triunfos épicos (ante Peñarol y Atlético Nacional) y le faltara la épica de un triunfo común, esos tres puntos que suman en silencio.

Ninguno fue superior

Error de Espinoza al margen, el empate de ayer estuvo bien: ningún equipo fue más que el otro. El gol olímpico de Ricardo Noir (con ayuda de Ezequiel Unsain) llegó un par de minutos después de que Juan Mercier, como un arquero sin manos, le tapara una pelota a Domingo Blanco. Antes y después de ponerse en ventaja, Atlético jugó con su estilo (el que le sirve más a nivel continental que para ganar en la Superliga, al menos este año): con personalidad en defensa y mitad de cancha, en especial con un impasable Bruno Bianchi, pero sin mucho peso en ofensiva. Al “Decano” no le llegaron mucho pero tampoco le sobraron las posibilidades de gol: Rodrigo Aliendro tuvo una clarísima pero le faltó instinto goleador al final del primer tiempo y, una vez en ventaja, Leandro Díaz desperdició un contragolpe al no pasarle la pelota a Tomás Cuello, mucho mejor ubicado.

Con el partido ya desnaturalizado tras el empate de Alexander Barboza, Atlético empezó a pasarla mal por primera vez en la tarde, más aún después de la (incomprensible) expulsión de Acosta, pero ya quedaba poco tiempo. El “Decano” tenía a mano el enemigo perfecto, Espinoza, pero tres victorias en la Superliga durante 2018 exceden al árbitro. El extraño caso del doctor Jekyll y Mister Hyde del fútbol sudamericano.

FOTO DE JUAN IGNACIO RONCORONI / ESPECIAL PARA LA GACETA
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