Se sabía de la fuerza movilizante de su contenido feminista, pero nadie imaginaba que “El cuento de la criada” (“The handmaid’s tale” es su título en la plataforma Hulu, que la produjo) se iba a convertir en un nuevo símbolo de una lucha social. La fábula futurista de la canadiense Margareth Atwood, escrita en los 80, fue lanzada como serie el año pasado y trepó en popularidad muy rápido. Ganó numerosos premios y se la considera la gran candidata para el Emmy 2018, junto a “Juego de tronos”.

Paralelamente, se ven expresiones públicas de identificación de la gente con la historia. En la reciente visita de Donald Trump a Londres, mujeres que protestaron contra el machismo del mandatario y su gobierno iban vestidas con túnicas rojas y cofias blancas, como los personajes de la serie. En nuestro país, frente al Congreso Nacional hubo una performance de mujeres: el colectivo Periodistas Argentinas usó ese atuendo para reclamar por la sanción del aborto legal.

Maternidad forzosa

La historia es una distopía (futuro pesimista) ambientada en la ficticia República de Gilead -ex EEUU-, donde impera un gobierno totalitario y fundamentalista religioso. La tasa de natalidad ha descendido al mínimo, por lo que las mujeres fértiles de clase baja son esclavizadas y obligadas a embarazarse de sus amos.

No tienen derecho a trabajar, a leer, escribir o a tener propiedades. La protagonista es Defred (u Offred), un nombre que se le impone en lugar del suyo, June, para borrarle la identidad e indicar a quién pertenece ahora. Ha sido atrapada cuando intentaba cruzar hacia Canadá, fue separada de su pequeña hija y de su esposo, y preparada para ser violada por su amo en una ceremonia ritual privada.

Encerrada en su habitación, June piensa: “hay una ventana con cortinas blancas y cristales inastillables. Pero no temen que escapes. Una criada no llegaría muy lejos. Temen las otras escapatorias. Las que puedes abrir en carne propia con algo de bordes afilados. O con una sábana retorcida y un candelabro. Intento no pensar en esas escapatorias”.

Cada dos años, las criadas cambian de casa. Las que se rebelan son mutiladas. Si después de tres casas no han producido ningún hijo, son ejecutadas o enviadas a las colonias a limpiar residuos hasta que mueren carcomidas por la radiación.

Realidad y ficción

A medida que la serie gana popularidad, se pone mayor atención en la correspondencia que tiene con la realidad actual y con un futuro posible. La autora de la novela afirma que para imaginar la ficción se inspiró en hechos reales igualmente atroces, ocurridos en distintas épocas y países. Curiosamente en 1985, cuando se publicó, el presidente Ronald Reagan empezaba una cruzada para restaurar los “valores de la familia”.

Mientras escribía, Atwood registraba noticias en los medios sobre disminución en los nacimientos, políticas represivas para obtener píldoras anticonceptivas o para decidir el aborto. Veía que las mujeres no eran dueñas de sus cuerpos y el machismo no les permitía tomar decisiones para cambiarlo.

En 2017, justo cuando se estrenó la serie, un político estadounidense opinó que las mujeres debían pedir permiso a los hombres para usar la pastilla del día después. “Ellas deben entender que sólo son anfitrionas (de bebés)”, dijo Justin Humphrey.

Por su parte, Elizabeth Moss, la protagonista, expresó en una entrevista su preocupación por el rumbo político de su país: “vivimos una época muy diferente a la que vivíamos hace un año. Desearía que habláramos de una distopía y de lo felices que estamos de no vivir en ese mundo porque tenemos una presidenta (Hillary Clinton). Desearía que ese fuera el caso”.

> PUNTOS DE VISTA

- Lo femenino en la sexualidad

ELSA DEL SANZIO | EX DOCENTE DE LA UNT

La trama ideada por la escritora Margaret Atwood no se limita a mostrar el retrato de un orden social imaginario que lleva al límite algunas tendencias de lo real, sino que indaga en lo más profundo de la estructura psíquica de los protagonistas.

En la escena más brutal del primer capítulo, que es la inseminación de la criada por su amo en presencia de su esposa (ella le sostiene las manos a la víctima), se reflejan las diferencias entre la sexualidad masculina y la femenina.

Mientras para el hombre puede ser suficiente lo corporal para excitarse y alcanzar un orgasmo, la esclava está como ausente... y la esposa sufre. El goce sexual masculino está más localizado en lo genital. Prueba de ello es que el amo puede alcanzar el clímax en dicha escena, a diferencia de la mujer, con su goce sexual casi siempre enigmático.

Aún en la ciencia ficción permanece intacto en ambas, esposa y esclava, el deseo de una mujer de ser amada, ser nombrada y elegida como única. Esto se pone en evidencia con las lágrimas de la esposa, que en realidad no puede aceptar que haya un coito de su esposo con otra, aunque se lo quiera considerar sólo un acto reproductivo. En su fuero íntimo, no es capaz de pagar ese precio para tener un hijo.

La irrupción de Eros, el amor, es lo que tiende a romper los esquemas impuestos por el poder.

- Un mundo posible

PATRICIA SALAZAR | CANTANTE

“The handmaid’s tale” (“El cuento de la criada”) es una parábola oscura sobre un mundo cada vez más posible, a pesar del progreso en el campo de los derechos humanos que hubo entre la segunda mitad del siglo XX y la actualidad.

El alquiler de vientres, hoy bastante común, y legal desde hace bastante en países del primer mundo, es la referencia más próxima que tenemos respecto de un recurso “tercerizado” para lograr la maternidad. Si lo lleváramos al contexto de una sociedad como la que existe en el escalofriante mundo imaginado por Margaret Attwood, fácilmente podría convertirse en una violación institucionalizada.

El cruento avance de la derecha a nivel global, con intentos de retroceso hasta en países que fueron ejemplo de libertades civiles, hace que el universo de la serie protagonizada por la brillante Elizabeth Moss no suene tan lejano. Algunas opiniones que escuché en el Congreso el día previo a la votación de la ley de aborto legal, me parecieron comparables a ciertos diálogos que ocurren en la serie. La recomiendo totalmente: es tan extraordinaria desde lo narrativo y estético como estremecedora desde lo simbólico y contingente.