Siempre, adelante radicales
Adelante sin cesar.
Que se rompa y no se doble
El partido radical.
(Marcha Radical)
Si hay una verdad surgida en los últimos tiempos desde la política tucumana -tanta como que la Argentina necesita un milagro futbolístico el martes-, es que los apellidos tienen más peso específico que los partidos políticos. El acople hizo un aporte crucial para que suceda. Para comprenderlo basta realizar un sencillo ejercicio práctico: intentar recordar las organizaciones por las cuales llegaron por lo menos tres legisladores, no los 49 de la Cámara, ni ocho o seis, sólo tres. A los parlamentarios los conoceréis, por qué partido accedieron, difícil. En el fondo se trata de un sistemático proceso de degradación de los partidos, donde los nombres de los hombres y de las mujeres adquirieron más preponderancia que las siglas. Cuando se debata en la Legislatura sobre el sistema de votación a aplicarse en 2019, también se estará discutiendo sobre el nivel de representatividad de los partidos políticos. Será una ocasión para fortalecerlos como herramientas del sistema republicano.
Precisamente, en este tiempo de reacomodamiento político, un partido local atravesará su propio proceso electoral interno, justamente un año antes de la elección de renovación de autoridades en la Provincia: la Unión Cívica Radical. La semana que pasó, por una decisión unánime de todas las corrientes internas representadas en la junta de gobierno, la UCR resolvió convocar para el 30 de septiembre a comicios para elegir la nueva composición de todos sus cuerpos departamentales, provinciales y nacionales y de la juventud. El mandato vence el 12 de octubre. El trámite electoral puede ser un trampolín para reconvertir al radicalismo tucumano en una alternativa de poder y de recambio en Tucumán, desde Cambiemos. O no, dependiendo del desarrollo del proceso de designación de autoridades. Para los radicales será una vidriera, una foto de presentación como oferta electoral pensando en el año que viene, una muestra de que como espacio político es más confiable para el electorado tucumano. O no. La interna en sí misma conlleva un desafío para los propios radicales; o se fortalecen o se debilitan a partir de lo que sobrevenga.
Imagen final
Esa imagen final dependerá en gran medida de cómo transcurra la interna. Sin embargo, a las pocas horas de haberse resuelto la fecha, entre los correligionarios y entre otros dirigentes que los siguen atentamente comenzaron a barajarse los siguientes escenarios factibles: confrontación interna con injerencia de elementos extraños al partido de Alem –incluso hasta desde el peronismo-, posible lista única, pero no de unidad, o bien la intervención del distrito por parte del comité nacional. ¿Intervención? Suena a demasiado, pero hay que recordar lo ocurrido recientemente dentro de la sociedad política que es la alianza Cambiemos: la intervención en mayo de sus socios del PRO, justamente en medio de un proceso electoral en marcha para elegir sus autoridades. El dato obliga a seguir de cerca los acontecimientos en el radicalismo, no porque aquello sea contagioso o porque haya paralelismos, sino porque aporta elementos extras para el análisis y para la observación. “No encontramos la madurez política de poder lavar los trapos sucios dentro de casa”, supo decir el ex presidente del PRO, Alejandro Ávila Gallo. Allí se habló de autointervención y de injerencias extrañas.
Frente a este cuadro de posibles situaciones y al hecho de que 2019 está a la vuelta de la esquina, cabe preguntar si de todo este proceso electoral -resulte como resulte- emergerá un conductor del principal espacio opositor en la provincia. Un nuevo liderazgo, o uno ratificado o uno ampliado. Ese papel tal vez no pase necesaria y precisamente por quien termine ocupando la presidencia de la junta de gobierno de la UCR, sino por quien maneje el espacio que imponga las condiciones definitivas, o que salga airoso y menos golpeado de todo el trámite interno. Frente a José Cano, Eudoro Aráoz, Silvia Elías de Pérez, José María Canelada y Adela Terraf (estos tres últimos de Radicales en Acción), Romano Norri (La Celestino), Julio Herrera y Roberto Sánchez (todos de la antigua lista Roja y Blanca), se levantan Ariel García (Boina Blanca), Fernando Valdez (La Pisarello), Raúl Albarracín (La Lebensohn) y Sebastián Salazar (todos ellos integrantes de la lista Roja A). Terciando aparece la lista Morada, de Esteban Ávila, Jorge Chehín y Antonio Ibarreche (aliados de los primeros en 2016), que el jueves salió a hablar de desmovilización partidaria. Aquellos comicios internos de hace dos años terminaron seis a cuatro -más o menos- en favor de la Roja y Blanca, pero en medio de denuncias de un supuesto fraude y de bolsoneo por parte de punteros en el sur de la provincia. Con estos antecedentes, nada permite presagiar que finalmente haya una lista única, de consenso o de unidad; por el contrario, todo pinta para que se llegue a la confrontación. Con la fecha puesta, la etapa que se abrió es la de las negociaciones.
En ese marco se debe considerar un elemento ajeno y que puede acelerar la fractura -¿y la intervención?- y que es la discusión de la ley electoral en la Legislatura y la forma en cómo terminen votando los radicales en el recinto los proyectos presentados por cada lado. Una visión extremista y arriesgada supone que avalando cada lado distintos proyectos -con acoples, sin acoples; sin primarias, con primarias- pueden sobrevenir acusaciones, pedidos de expulsiones o de sanciones; tiempos de dedos acusadores y de conflictos internos. El calendario electoral se vería enrarecido por un aporte extraño, pero gravitante en la vida interna. Para los que apuestan a esta perspectiva, la disyuntiva es extremista: elección interna con confrontación o bien intervención.
En la UCR hoy no conduce quien gobierna, ni gobiernan quienes conducen espacios de poder interno. Entonces, ¿de los comicios por venir puede emerger ese referente que se ponga al frente del radicalismo y lo lidere desde la presidencia? Se diría que sí pero, por ejemplo, si Cano o Elías de Pérez aspiraran al cargo deberían renunciar a los puestos partidarios nacionales que ocupan; algo que difícilmente ocurra. Sin embargo, conducen, aunque desde lejos. El diputado lo hace con más desgaste y la senadora cada vez con mayor influencia y aspiraciones. Entre ellos dos parece que puede estar quien finalmente liderará el espacio oficialista en la UCR en adelante.
Breve paréntesis: la referente de Radicales en Acción o del Partido Movimiento Popular y Federal (que más votos sacó en los comicios capitalinos de 2015 en sociedad con La Bancaria) estaría cediendo en sus pretensiones de disputar por la intendencia el año próximo. Se dice. Algunos la miran como una potencial candidata a gobernadora, y hasta acompañada en la boleta por otra mujer que ganó espacio en Cambiemos: Beatriz Ávila. Se dice. Una fórmula femenina para 2019 -la frase vale con y sin signos de pregunta- que aglutinaría en los papeles al radicalismo y a la estructura institucional del municipio (las fortalezas de Cambiemos en la provincia). En fin, por muchos aspectos no es menor seguir el proceso electoral del radicalismo, y tampoco desatender las especulaciones por muy extrañas que puedan parecer.
Mientras tanto, ¿Herrera, qué hará? El actual titular partidario nos responde que participará en la medida en que todos estén de acuerdo y desde el lugar en que lo designen. “Ya no tenemos un Raúl Alfonsín”, contesta cuando se le pregunta si el futuro presidente del radicalismo será el conductor de la fuerza opositora. Según él, lo ideal sería que surja un presidente con un fuerte liderazgo sobre todos los sectores, una figura reconocida en la provincia y respetado institucional, política y socialmente. Pero, como lo dice: ya no existe Alfonsín. A buscar pichones de Alfonsín, entonces, entre los propios. El hombre del sur añade un aspecto que le pone un condimento extra a la interna: entiende que en la elección de los convencionales nacionales estará en juego la decisión de si se sigue o no con Macri. No es un dato menor, porque el radicalismo a nivel nacional vive esa encrucijada.
Con Macri, nada
En cambio, con Macri no quieren saber nada, por ejemplo, los “boinas blancas”, los que se oponen al oficialismo partidario. Repiten que no pueden ser los convidados de piedra del PRO y que quieren recuperar al radicalismo para que esté al lado de la gente; argumentos con los que fueron a la interna pasada. “Estos nos vendieron humo, dijeron que nunca iban a estar del lado del FMI y terminaron en el Fondo, y sabemos qué significa eso”, apunta García, tenaz opositor de Cano. En su visión, los costos de los eventuales dramas sociales los terminará pagando el radicalismo a causa de su sociedad con el macrismo. “En 2001 no acusaron del fracaso al Frepaso, sino a nosotros”, ejemplifica. Las visiones enfrentadas respecto del papel de la UCR en Cambiemos no se limitarán solamente a los convencionales nacionales, sino que abarcarán a todos los cuerpos partidarios por elegir. Por lo menos, los boinas blancas tratarán de que sea un elemento de peso en la contienda, que lo económico incida en la votación.
En breve comenzará la danza de los eventuales competidores por la presidencia de la UCR, un partido de casi 55.000 afiliados, pero más que nada habrá que prestarles atención a las luchas internas subterráneas, porque de la forma en que desarrolle la contienda el radicalismo puede salir fortalecido o debilitado frente a los ojos de la sociedad, especialmente de aquella porción de ciudadanos que desea apostar por una alternativa de poder que enfrente con éxito a un peronismo que viene gobernando ininterrumpidamente la provincia desde 1999 a la fecha. En 2019 serán 20 años. Como dijo un idealista joven dirigente radical: “el enemigo de la UCR no está adentro, no está en la Catamarca al 800, el adversario está en la 25 de Mayo y San Martín”. No todos piensan lo mismo, por eso el final del proceso electoral de la UCR es abierto.
Con pasos firmes radicales
adelante han de marchar
porque el pueblo pide a gritos
un gran triunfo radical.
Eso dice la marcha.