En la pantalla, una jovencita explica los motivos de la toma (pacífica) de su colegio y, como si hubiera aprendido a hacerlo desde bebé -sin errarle ni media vez- pone la letra ‘e’ en todas las palabras que, por norma gramatical, harían el genérico en ‘o’.

“Estamos con toda la comunidad educativa, les padres, les docentes... Queremos visibilizar un reclamo que tenemos les estudiantes. Hay poques diputades que están indecises...”, decía Natalia Mira ante la mirada indignada de Eduardo Feinman.

Porque, decididamente, esta nueva manera de expresarse, adoptada -especialmente pero no sólo- por los jóvenes, genera reacciones que bordean la violencia. De hecho, en la misma pantalla, segundos después, una mesa de periodistas se burla grosera(inculta)mente de usos del lenguaje como el de Natalia.

Fueron dos de las imágenes con las que Panorama Tucumano, el programa de LA GACETA que se emitió el miércoles arrancó su mesa de debate. En ese video también se destaca la posición de la Real Academia Española (RAE): calificación de “excesivos e incorrectos” para ciertos usos del lenguaje inclusivo.

“Cambia la sociedad. ¿Cambia el lenguaje?”, era el título del zócalo cuando Gabriela Palazzo, Julio Sal Paz y María del Carmen Pilán (docentes de la Facultad de Filosofía de la UNT e investigadores del Conicet), los tres expertos invitados, fueron alternándose en el uso de la palabra, los tres asegurando que se saben básicamente de acuerdo. Por eso imaginemos este texto cantado a coro, donde lo que importa es cómo suena el conjunto. Las voces serán solistas sólo por contingencia.

No fue una explosión

Se menciona que la discusión sobre el proyecto de ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo generó una suerte de detonación.

“Pero el debate no es nuevo: para las planificaciones docentes de la década de 1990 se nos indicaba que escribiéramos ‘alumnos y alumnas’”, dice una de las voces. Y otra señala que los primeros manuales de lenguaje inclusivo son de la década de 1980.

Los especialistas coinciden en destacar varios puntos:

• la lengua no es algo cristalizado, sino que muta igual que la realidad.

• la RAE no puede prohibir las nuevas formas de habla; a estas las incorporan definitivamente (o no) los usuarios.

• la lengua es identidad, pero el cambio no puede ser impuesto.

• los géneros y las identidades se están visibilizando de nuevos modos; los cambios en la lengua son mucho más lerdos.

• no es lo mismo corrección (o sea ajuste a la norma lingüística) que adecuación (al contexto).

Pero... ¿son necesarias las normas? “Sin algún tipo de norma -dice una de las voces- no hay comunicación posible; pero estas, como la lengua, no funcionan para siempre”. “Las normas indican también cómo usar la lengua, y eso depende, también, de los contextos”, complementa otra.

Es que no es lo mismo el registro oral que el escrito; tampoco son iguales todos los interlocutores. “El lenguaje tiene que ser libre, y debemos enseñar toda la gama de posibilidades, la norma incluida”. “Las personas pueden elegir no aplicar la norma, pero no manejarla puede dejarlas en riesgo de discriminación: no poder acceder a un trabajo, por ejemplo”. Así siguió, armónica, la melodía de este debate.

De facto

“Lo real es que está sucediendo. La duplicación (niños y niñas), la ‘x’, la ‘e’ se usan. Nuestra pregunta como investigadores es ¿por qué?”, explica una voz. “A qué se debe y qué representaciones genera”, añade otra.

Y se va llegando al centro de la cuestión: los nuevos usos están dando cuenta de hechos que no por antiguos son “naturales” (Ver “Todo tiene una historia).

“La lengua está dando cuenta de la discriminación y también de las luchas”. “La lengua, con la ‘x’ y con la ‘e’ (y toda otra forma de eludir el binarismo) pone sobre el tapete cuestiones que estaban ocultas”. “Son estrategias para visibilizar derechos que no se respetan”. “Se visibilizan hechos ocultos y la lengua, con la ‘e’, los libera”.

Algunas preguntas

¿Será ese desocultamiento de lo que una parte de la sociedad no quiere ver lo que ha generado tantos repentinos (y apasionados, por no decir enfurecidos) defensores de la corrección lingüística? ¿No es, en el fondo, una discusión ideológica? ¿Terminaremos todos, algún día, usando ‘todes’, ‘niñes’, ‘diputades’ y demás?

No podemos saberlo. Tampoco sabíamos que alguna vez la RAE incorporaría palabras como trucho, que supimos inventar argentinos y uruguayos. Lo cierto es que el mundo está cambiando; la lengua lo hará, tarde o temprano.

> Todo tiene una Historia | En la edad media se usaba todos y todas

Se usa como “argumento” que “la cosa siempre fue así”. Pues no es cierto: según Sara Lovera en su artículo “La lengua, vehículo del pensamiento”, en la Edad Media la forma masculina no era suficiente para dirigirse a hombres y mujeres; se decía ‘aquellos y aquellas’, así como ‘todos y todas’. “La jerarquía que hoy se discute por el uso del género masculino para designar a las personas de ambos sexos se remonta al siglo XVII, cuando en 1647, el gramático francés Vaugelas declara que ‘la forma masculina tiene preponderancia sobre la femenina, por ser más noble’. La elección del masculino recomendada por este gramático ni era una decisión neutral ni pretendía serlo», asegura Lovera. 



DRA. SILVIA LOMÁSCOLO, ZOÓLOGA, investigadora del Instituto de ecología regional
“Uso en muchos contextos la ‘x’; me cuesta un poco más la ‘e’. Pero creo que es necesario adoptar alguna marca que permita dejar explícito que el masculino no nos incluye a todos. Y creo, además, que la ‘x’ y la ‘e’ funcionan de formas diferentes. Creo (intuitivamente porque no es mi ámbito) que conceptualmente la ‘e’ es mucho más conceptual, y más integradora. Porque la ‘x’ empezamos a usarla para incluir a las mujeres, pero la ‘e’ nos está diciendo que el universo de los géneros no es binario; es una amplia gama de grises que ni siquiera tiene límites internos. También tengo claro que no puedo comunicarme con todos igual; y que si yo quiero ser leída por alguien que no acepta estos nuevos códigos, como estrategia de comunicación conviene encontrar otros (usar expresiones como ‘la humanidad’ y no ‘el hombre’, por ejemplo, o ‘la comunidad científica’ en lugar de ‘los científicos’) que al menos por ahora, pueden resultar menos irritativas. Pero estoy convencida de que el cambio, de alguna manera, tiene que producirse, y de que esta intolerancia en el lenguaje es, en realidad, una muestra de la intolerancia al modo de pensar diferente”. 
Blas rivadeneira, becario del conicet para el doctorado en letras
“La lengua es un producto vivo de la sociedad, nunca ha dejado de mutar. Y muta según las prácticas y las condiciones históricas. Es cierto que se busca normalizarla, pero esas normas han mutado (y siguen mutando) también. De hecho, dentro de la misma lengua los geolectos, es decir las formas en las que nos expresamos en distintos lugares, son diferentes. Y eso a nadie lo irrita. Entonces, me pregunto, ¿por qué hace tanto ruido que escribamos ‘Lxs becarixs’? ¿O que se hable de ‘todes’? Esas modificaciones (que se llaman flexiones) ocurren todo el tiempo y a nadie lo ponen nervioso. (NdlaR: en Tucumán es habitual escuchar ‘la’ calor; el Diccionario Panhispánico de Dudas, de la RAE y la Asociación de Academias de la Lengua Española reconoce que era común usarlo en femenino en el español medieval y clásico). Yo estoy convencido de que el problema no es lingüístico; el problema, lo que causa el ruido, son las cuestiones que estas flexiones develan. Y sí, hemos elegido usar la ‘x’ en nuestros carteles porque la lucha de las mujeres es hoy un ejemplo por seguir como colectivo organizado para la defensa de derechos vulnerados”. 
las muxes, una bendición 
En Oaxaca una nación desafía la visión occidental del género desde hace siglos 
No te los enseñan en la escuela con los incas, los mayas y los aztecas, pero los zapotecas ocupaban un puesto especial en Mesoamérica como una de las civilizaciones más antiguas y avanzadas. Pues bien, para la cultura zapoteca (que aún subsiste en lugares como Juchitán, Oaxaca, México) las muxes son un “tercer género”: personas nacidas como hombres pero que se piensan a sí mismas con atributos femeninos. Desde la época precolombina, los zapotecas consideran las muxes parte de un tercer sexo, simplemente diferentes. Algunas muxes formaban parejas monógamas con hombres y se casaban, otras vivían en grupos, y otras se casaban con mujeres y tenían hijos. Hasta ahora, en una familia tradicional, el muxe todavía suele ser considerado por su madre como “el mejor de sus hijos”, ya que no abandona a los padres. Desempeñan funciones socialmente reconocidas y prestigiadas, tanto dentro de la familia como en la comunidad. También aquí la lengua tuvo su influencia, pero al revés:  en la lengua zapoteca antigua no había una palabra para “ella” o “él”.   


> LA DISPUTA LINGÜÍSTICA  OCULTA LA INTOLERANCIA

- DRA. SILVIA LOMÁSCOLO, ZOÓLOGA, investigadora del Instituto de Ecología Regional

“Uso en muchos contextos la ‘x’; me cuesta un poco más la ‘e’. Pero creo que es necesario adoptar alguna marca que permita dejar explícito que el masculino no nos incluye a todos. Y creo, además, que la ‘x’ y la ‘e’ funcionan de formas diferentes. Creo (intuitivamente porque no es mi ámbito) que conceptualmente la ‘e’ es mucho más conceptual, y más integradora. Porque la ‘x’ empezamos a usarla para incluir a las mujeres, pero la ‘e’ nos está diciendo que el universo de los géneros no es binario; es una amplia gama de grises que ni siquiera tiene límites internos. También tengo claro que no puedo comunicarme con todos igual; y que si yo quiero ser leída por alguien que no acepta estos nuevos códigos, como estrategia de comunicación conviene encontrar otros (usar expresiones como ‘la humanidad’ y no ‘el hombre’, por ejemplo, o ‘la comunidad científica’ en lugar de ‘los científicos’) que al menos por ahora, pueden resultar menos irritativas. Pero estoy convencida de que el cambio, de alguna manera, tiene que producirse, y de que esta intolerancia en el lenguaje es, en realidad, una muestra de la intolerancia al modo de pensar diferente”. 


- BLAS RIVADENEIRA, becario del Conicet para el Doctorado en Letras
“La lengua es un producto vivo de la sociedad, nunca ha dejado de mutar. Y muta según las prácticas y las condiciones históricas. Es cierto que se busca normalizarla, pero esas normas han mutado (y siguen mutando) también. De hecho, dentro de la misma lengua los geolectos, es decir las formas en las que nos expresamos en distintos lugares, son diferentes. Y eso a nadie lo irrita. Entonces, me pregunto, ¿por qué hace tanto ruido que escribamos ‘Lxs becarixs’? ¿O que se hable de ‘todes’? Esas modificaciones (que se llaman flexiones) ocurren todo el tiempo y a nadie lo ponen nervioso. (NdlaR: en Tucumán es habitual escuchar ‘la’ calor; el Diccionario Panhispánico de Dudas, de la RAE y la Asociación de Academias de la Lengua Española reconoce que era común usarlo en femenino en el español medieval y clásico). Yo estoy convencido de que el problema no es lingüístico; el problema, lo que causa el ruido, son las cuestiones que estas flexiones develan. Y sí, hemos elegido usar la ‘x’ en nuestros carteles porque la lucha de las mujeres es hoy un ejemplo por seguir como colectivo organizado para la defensa de derechos vulnerados”. 

> Las muxes, una bendición 
En Oaxaca una nación desafía la visión occidental del género desde hace siglos 

No te los enseñan en la escuela con los incas, los mayas y los aztecas, pero los zapotecas ocupaban un puesto especial en Mesoamérica como una de las civilizaciones más antiguas y avanzadas. Pues bien, para la cultura zapoteca (que aún subsiste en lugares como Juchitán, Oaxaca, México) las muxes son un “tercer género”: personas nacidas como hombres pero que se piensan a sí mismas con atributos femeninos. Desde la época precolombina, los zapotecas consideran las muxes parte de un tercer sexo, simplemente diferentes. Algunas muxes formaban parejas monógamas con hombres y se casaban, otras vivían en grupos, y otras se casaban con mujeres y tenían hijos. Hasta ahora, en una familia tradicional, el muxe todavía suele ser considerado por su madre como “el mejor de sus hijos”, ya que no abandona a los padres. Desempeñan funciones socialmente reconocidas y prestigiadas, tanto dentro de la familia como en la comunidad. También aquí la lengua tuvo su influencia, pero al revés:  en la lengua zapoteca antigua no había una palabra para “ella” o “él”.