MATÍAS AUAD | LA GACETA
Las denuncias a través de las redes sociales contra un profesor de odontología de la UNT. La viralización de un video en el que una tucumana le exigió a un taxista -que la había acosado en la calle- que le pidiera perdón. El relato a través de un artículo periodístico de un tucumano abusado por su maestro a los nueve años. Todo esto en pleno auge del movimiento #NiUnaMenos, que nació hace tres años en Argentina. También de las miles de historias de violencia sexual publicadas en Twitter con el hashtag #MeToo en Estados Unidos o #YoTeCreo en España y en Latinoamérica el año pasado.
Estos episodios están marcando un cambio de época: el acoso y el abuso sexual ahora se reconocen y no se silencian ni se dejan pasar.
“Durante muchos años las víctimas de violencia sexual se han sentido responsables por lo que les había sucedido, entonces denunciarlo era como ir en contra de ellas mismas. Pero cuando escuchan el testimonio de otra persona a la que le pasó lo mismo, pueden ver que no es algo que les ha sucedido a ellas particularmente e identifican situaciones de violencia que quizás antes habían pasado como naturalizadas. Entonces ahí se animan a denunciar”, explica, en diálogo con LA GACETA, Adriana Guerrero (52), integrante del Comité de América Latina y el Caribe para la Defensa de los Derechos de la Mujer (Cladem).
Viralizar y visibilizar
En este sentido, las redes sociales se han convertido en el escenario elegido por las víctimas para tomar fuerza, romper con años de silencio y contar sus historias. Estas experiencias no suelen quedarse en miles de “me gustas”, “retweets” o “compartidas”: algunos casos terminan en condenas sociales y a veces acciones concretas de las instituciones sobre los acusados.
Hace dos semanas, por ejemplo, Eduardo Hassan, profesor adjunto de Anatomía en la carrera de la Odontología en la UNT, fue suspendido por 30 días. Todo comenzó con denuncias por maltrato y violencia que estudiantes publicaron en Facebook, Twitter e Instagram.
Tras la amplia viralización, el caso vio la luz en los medios provinciales y nacionales. Días después, los estudiantes ratificaron formalmente las demandas ante la UNT, que se vio forzada a investigar un caso que antes había omitido. Es que Hassan ya había sido denunciado por violencia hace 10 años. Incluso, una de las personas que lo había hecho cuatro veces había sido su propia hermana, Ana Hassan, jefa de la cátedra en la que él enseña. A pesar de esto, la mujer nunca obtuvo respuestas por parte de las autoridades universitarias, según afirmó.
Otro caso reciente: hace un mes, un tribunal español condenó por abuso sexual continuado a cinco hombres que atacaron en grupo a una joven de 18 años durante las Fiestas de San Fermín en 2016.
Inmediatamente, por la iniciativa de una periodista española, víctimas se lanzaron a compartir en Twitter sus historias con el hashtag #Cuéntalo. La idea era repudiar que la Justicia no haya condenado a los acusados por el delito de violación. La campaña se extendió a nivel global rápidamente. De hecho, Argentina se convirtió en el país con más testimonios compartidos, con 341.200 mensajes sobre un total de 634.700. El 79% de los tuits fueron escritos por mujeres y el 21% por hombres.
Cuestión de tiempos
Si la violencia sexual existió siempre, ¿por qué recién es visible hoy?
“Las cosas que antes demoraban muchísimo tiempo en llegar de un lugar a otro, ahora se difunden rápidamente. Los grupos de militancia feminista teníamos un trabajo casi hormiga de ir escuela por escuela, barrio por barrio, haciendo reuniones con las mujeres, hablando, tratando de mostrar que los acosos y los abusos sexuales no eran normales ni estaban bien. De pronto, hoy a través de un tuit o de una publicación en Facebook esto explota de otra manera”, analiza Guerrero, que milita en el feminismo hace 26 años.
De igual manera, el hecho de que hoy las víctimas se animen a denunciar algo que antes callaban también es la consecuencia de una “larguísima lucha feminista para visibilizar los distintos tipos de violencia” y de “la enorme incorporación de mujeres jóvenes al movimiento”, agrega la especialista.
En el plano judicial, las víctimas denuncian cada vez más. “Aunque no hay muchos datos estadísticos oficiales, registramos que sí hay un aumento en las denuncias tanto a nivel nacional como en Tucumán. Las víctimas se animan más que antes porque el contexto social actual va brindando más mecanismos de apoyo, a pesar de que no es sencillo hacer una denuncia de abuso ni de acoso”, dice Martín González (27), abogado del área de Género y Derechos Humanos de Andhes.
En el país, las denuncias por abusos simples o gravemente ultrajantes aumentaron de 9.900 en 2015 a 10.989 en 2016. A pesar de este aumento, la masividad de las historias publicadas en las redes todavía no tiene un correlato en la Justicia.
En el caso del acoso sexual, es el segundo delito contra las personas menos denunciado por los argentinos, según la Encuesta Nacional de Victimización que realizaron el Indec y el ministerio de Seguridad de la Nación.
De acuerdo a este estudio, publicado el año pasado con datos obtenidos desde 2016, la principal razón por la que no se demanda es por la desconfianza en las fuerzas de seguridad y en el sistema judicial.
Los hechos recientes muestran que cuando alguien decide alzar la voz y contar su hisoria, lo que sigue se parece al big bang: una explosión frenética de testimonios que crea un universo de compañerismo, solidaridad y contención. Al poder contar sus historias y ser escuchadas, las víctimas encuentran, de alguna forma, un alivio a la carga de tantos años en silencio.
DÓNDE DENUNCIAR VIOLENCIA SEXUAL
• Comisaría de la Mujer, en Don Bosco 1886. Teléfono: 4514912.
• En la comisaría más cercana o al 911.
• Oficina de Violencia Doméstica del Poder Judicial, en Lamadrid 450. Teléfono: 4248000 interno 147. Horario: de 7 a 19.
• Observatorio de la Mujer: Centro de Salud, de 8 a 18.