La historia pareciera volver a repetirse cada tanto. Suele tener por protagonistas a la imprevisión, la ausencia de controles rigurosos y la negligencia, lo grave es cuando mueren personas como consecuencia de este cóctel. Como suele suceder cuando el hecho se produce, comienza la caza de culpables, pero luego de la polémica, el asunto ingresa en el laberinto del silencio. A pocos días de que se cayera el ex cine teatro “Florencio Parravicini”, en la noche del miércoles, en la obra de un edificio en avenida Mate de Luna 2.036 se descalzó la medianera de una casa y se produjo un derrumbe parcial; el hecho no dejó víctimas.
El episodio se suma al sucedido el 23 de mayo pasado cuando por causas que aún se desconocen se desplomó el casi centenario edificio, que era uno de los pocos inmuebles con historia que quedan en San Miguel de Tucumán. Hasta que no se limpie totalmente el lugar de escombros no se podrá determinar si se estaba realizando una obra. Por el derrumbe murieron tres personas que circulaban en ese momento por la vereda del ex cine.
“Alerta edilicia: las columnas del convento San Francisco tienen grietas” se titulaba nuestra información del 25 de mayo, en la que un arquitecto afirmaba que si una de ellas llegara a ceder se desplomarían las siete columnas. El integrante de la Dirección Nacional de Arquitectura, dijo que al terminar la segunda etapa de restauración del convento, observó la presencia de grietas en dos columnas que dan hacia el patio interior.
No es la primera vez que un edificio en construcción provoca derrumbes. En junio de 2012, un obrero de 30 años murió en una obra en avenida Avellaneda al 400. Una tarima sobre la que apilaban bolsas de cemento se desprendió y provocó el desmoronamiento de parte del terreno, dejando atrapados a tres trabajadores debajo de los escombros; uno de ellos murió por aplastamiento y asfixia.
El 21 de marzo de 2007, la caída de un muro mató a tres obreros que excavaban el suelo de un predio ubicado en General Paz 964 . Los familiares de las víctimas denunciaron a la constructora por no cumplir las condiciones de seguridad y por haber continuado los trabajos pese a que los albañiles habían advertido el peligro. Tres años después, en agosto de 2010, el Colegio de Ingenieros Civiles denunció que la Municipalidad no controlaba las obras de excavación; planteo que ya había hecho en 2008. En junio de 2010, la Municipalidad informó que en el 58% de las edificaciones en altura se había cometido alguna falta al Código de Planeamiento Urbano. Se anunciaron controles rigurosos y sanciones onerosas.
Por lo general, el vecino que debe padecer la construcción de un edificio a la par de su vivienda, sabe que esta sufrirá daños de diversa índole y que deberá lidiar luego con la constructora para que se haga cargo de su reparación. ¿Quién lo protege?
Por otro lado, si no lo hay, debería encararse un relevamiento sobre el estado de los edificios antiguos y valiosos para buscar luego las soluciones más convenientes. La información serviría para diseñar una política pública sobre la conservación de nuestro patrimonio. Si se llegara a desplomar el histórico templo de San Francisco, no se podrá argumentar que nadie había advertido su peligro. Parece que los tucumanos no hemos aprendido aún el ABC de la prevención y que de poco o nada sirve lamentarse tras el hecho consumado.