Mauricio Macri está entre la espada y la pared. Y, rápidamente, debe dar dos señales claras para el futuro de su administración. Por un lado, decirle a la comunidad internacional que la Argentina mantendrá sus políticas y que hay reglas claras de juego, que no se cambian. Por el otro, explicarle a la sociedad por qué razón las tarifas de los servicios públicos privatizados deben mantenerse como hasta ahora, e incrementándose gradualmente, de acuerdo con la evolución de los precios, de la inflación o del dólar.
Entre el costo fiscal de una ley que busca retrotraer las tarifas a valores de noviembre pasado y ajustarlo, paulatinamente, de acuerdo con la evolución del salario, y el costo político, no hay demasiada diferencia en términos cualitativos. El primero tira por la borda la meta de reducción de déficit fiscal y, por ende, cualquier posibilidad de mostrarle al Fondo Monetario Internacional (FMI) que hace los deberes para poder pagar el crédito stand-by que le está solicitando. Por eso, el acelerado veto presidencial, en un intento por poner fin a una discusión que no puede sostenerse en el tiempo por aquello de la imagen de país creíble en la comunidad internacional.
El segundo es tan preocupante como el primero. La imagen presidencial ha bajado de una manera estrepitosa respecto de las mediciones efectuadas por distintas consultoras en el verano pasado. Macri teme el frío del electorado frente a medidas impopulares y trata de modificar el escenario lo antes posible para que el viento polar no se extienda más allá de diciembre. Pero la actual gestión cometió un pecado capital: no haber dicho, desde un principio, que la herencia recibida del kirchnerismo era tan profunda que iba a costar más de un mandato poder enderezar el rumbo económico de una Argentina que vive todo, absolutamente todo, en modo tragedia.
El debate electoral se anticipó. Y el Partido Justicialista encontró el mejor territorio para resurgir como la principal fuerza opositora con intenciones de retomar el poder: el barro. La Casa Rosada sabe que despertó a un partido que, hasta hace poco, estaba desintegrado. Pero el espanto los unió otra vez, aún sin líder o conductor visible. “Vamos a escuchar”, sentenció el mandatario. Algunos sondeos de opinión, en poder del gobernador, muestran que casi un 90% de la sociedad quiere que las tarifas se muevan al mismo ritmo que los salarios. Y siete de cada 10 consultados en esta provincia cree que es un error del Gobierno nacional apelar al financiamiento del FMI. Sin embargo, el prestamista de última instancia es, por ahora, la única salida que observa la Casa Rosada para intentar corregir el rumbo.
Macri, mientras tanto, irá hoy a tierras salteñas. En Cachi, les pedirá a los gobernadores de la región que acompañen a su administración y, en lo posible, intenten frenar al sindicalismo, que ya amenazó con parar el país. El gobernador Juan Manzur irá a la cita acompañado por los ministros del Interior, Miguel Acevedo, y de Gobierno, Regino Amado. Antes, habló con la tropa: frente a los comisionados rurales, el mandatario pidió estrechar filas y dijo que habrá ayuda provincial en la medida de las posibilidades financieras. Manzur observa con preocupación el horizonte del país. Por eso, su estrategia será consolidar la institucionalidad. Hablarán las paredes. El peronismo las pintará con los apellidos de la fórmula gobernante (Manzur-Jaldo). “Es momento de hacer un scrum, lo que no quiere decir que sea una definición electoral hacia 2019”, señala un estrecho colaborador del mandatario. El momento económico del país torna lejana cualquier posibilidad de diseñar candidaturas.
Cambiemos no descuida la movida justicialista. En esa orientación se inscribe una posible visita del ministro del Interior, Rogelio Frigerio, prevista inicialmente para el próximo martes. No es el único que llegará desde Buenos Aires. Manzur tiene pendiente otro encuentro, tal vez hacia mediados de junio, antes de viajar a los Estados Unidos. Eduardo Duhalde, un viejo piloto de tormentas, le ha comunicado su interés por pisar territorio tucumano. El ex presidente de la Nación viene tejiendo alianzas; Manzur sólo le ha comunicado que escuchará sus inquietudes. Así está la Argentina, en un estado deliberativo permanente.