El hombre sigue jugando con paciencia budista, postergando decisiones políticas de manera pública con una conducta que desacomoda a algunos y que crispa a otros en el propio espacio peronista. Templanza o tiempismo, como sea que se quiera calificar, lo de Manzur ya es un de alto vuelo; y generalizado. Sigue en la suya, inconmovible, cual si tuviera un plan trazado. A más de uno convenció que lo tiene, y bien guardado. Mientras no lo dé a conocer, la incertidumbre seguirá manteniéndose en la escena del oficialismo.
En la semana de la corrida cambiaria y del tembladeral nacional que provocó el anuncio de la vuelta de la Argentina al Fondo Monetario Internacional, el mandatario trajo a Tucumán al secretario general de la OEA, a funcionarios del Zicosur y a varios gobernadores peronistas. Los mostró. Expuso un aspecto de gestión que más le gusta, al tiempo que calculadamente no hizo ninguna evaluación política sobre el escenario; tampoco hacía falta hacer lecturas al respecto para que quedaran en claro las diferencias entre una y otra administración, la local y la nacional.
Pero la semana que pasó no se aguantó más y no pudo seguir manteniéndose callado. Se envalentonó desde lo discursivo.
Con el nuevo desprocesamiento por la causa Qunita no sólo amplió la sonrisa, sino que ese mismo día afirmó que la Provincia no cederá un peso más de lo que corresponde, ni ajustará lo que no puede. Casi sonó a un desafío liberador en contra del poder central: no me ajustarán más. La frase puede tener la amplitud interpretativa que se quiera.
Aquí y allá
Su movida fue más clara el miércoles último, durante la inauguración el Instituto de Investigación en Medicina Molecular y Celular Aplicada.
Teniendo a su lado a su “amigo” -como se llamaron entre ellos en el Salón Blanco- y ex embajador de Estados Unidos en Argentina, Noah Mamet; a Adrián Werthein -presidente del Consejo Interamericano de Comercio y Producción-; al empresario Claude Burgio -presidente de SkyOnline y fundador de Sky Bio Internacional-; a Alejandro Ceccatto -del Conicet-, y a la investigadora tucumana Rita Raisman -reconocida por su trabajo en neurociencias-, dijo pausadamente al tiempo que se arrojaba hacía atrás en el sillón: mientras otros hablan de bonos e inflación, en Tucumán, este grupo de científicos, empresarios y Gobierno ponemos en marcha un instituto científico; este es el país que queremos, el que mira hacia adelante.
Más allá de mostrar que sus dichos suenan a planteo estratégico -en el que el desarrollo provincial es preponderante como objetivo-, la frase tenía destinatarios fronteras afuera. Establecía diferencias políticas con el Gobierno nacional; siguiendo la línea de aquel envalentonamiento desafiante. Sin embargo, pese a la fortaleza que se puede esgrimir frente a la debilidad temporal del contrincante, la realidad complicada del adversario también lo puede afectar en el plano local; o arrastrar en sus efectos negativos, y esto debería preocupar.
Hasta el final
Desde los gestos y desde las palabras Manzur no se dedica a desarrollar una acción política interna vinculada al PJ, sí viene exponiendo qué es lo que más le preocupa y por lo que más apuesta. Ningunea lo que otros esperan. ¿Es un gran jugador? Está apostando y el resto de los colaboradores está empezando a entenderlo, según han empezado a deslizar tímidamente algunos. O a interpretar su juego de llevar hasta el último minuto las definiciones.
Un integrante del gabinete, presente en la ocasión de la puesta en marcha del instituto, cuando le escuchó decir esa frase soltó por lo bajo un espero que ahora todo les quede más claro. Más claro en cuanto a la posición que adoptará frente a Cambiemos el titular del Ejecutivo en adelante. Amenaza con adoptar un papel más confrontativo. Habrá que ver si eso se verifica.
Hasta al vicegobernador se lo observa más tranquilo y menos ansioso en este panorama, casi en sintonía con la excesiva calma política que manifiesta su compañero de fórmula.
Es que hubo un momento en el que algunas acciones de Jaldo parecieron estar destinadas a apurar las definiciones públicas del gobernador apuntado a 2019 -como cuando modificó sorpresivamente la mesa de conducción de la Cámara-, pero el mandatario no pareció inmutarse. Sonrió y se guardó sus cartas. Hubo intentos de presiones desde los flancos para que se pronunciase por el vice o por el senador, pero sólo se conformó con ofrecer fotos tranquilizadoras para unos e imágenes incómodas en sus mensajes para otros.
La imagen que ofrece ahora es la de alguien que está pensando más en Tucumán desde lo institucional y que deja que la interna en el peronismo avance a su ritmo, sin que el nerviosismo militante lo alcance a él o bien que roce su gestión hasta llegar a afectarla.
Sugiere que va a avisar con gestos más que con palabras qué es lo que finalmente hará. Ocupó seguro la casilla del medio en estos últimos días y se muestra cómodo, jugando en la liga que más le gusta.
Según se comenta en el entorno del mandatario; antes, desde Cambiemos, lo trataban como a un distante gobernador al que le exigían y lo retaban por reformas en la propia cara, mientras que ahora le ponen un poco más de calidez y proximidad al trato por una cuestión de necesidad: ahora le dicen Juan. Seguramente es el mejor momento político de Manzur. Si él no apura definiciones el resto debería copiarle y no arriesgarse; si eso así ocurriera, sería indicativo de que le está imponiendo su propio ritmo a todos; el que le imprime precisamente a la gestión.
Sin embargo, si desde lo político puede arrimar sonrisas, desde el lado social no se le presenta un lecho de rosas a partir de la situación económica nacional. Tucumán no es una isla. Las secuelas y los coletazos los va a sentir. Habrá daño colateral. Basten observar algunos datos como para advertir que no es suficiente con sostener que no será el gobernador del ajuste y que hay que cuidar a los grupos sociales más vulnerables, como lo señaló el reciente día patrio.
Más pedidos de remedios
Hay números y situaciones que han provocado inquietud entre algunos funcionarios, como por ejemplo el hecho de que en los últimos meses haya crecido la cifra diaria de pedido de remedios gratuitos en los hospitales y en la vantanillas del Ministerio de Salud Pública: se pasó de 30 a 40 solicitudes de medicamentos diarios, un indicativo preocupante pues significaría que a más personas no les están alcanzando los recursos para mantenerse sano.
Más inquietante es lo que dijo Gabriel Yedlin -ministro de Desarrollo Social- en cuanto a la atención de las familias en riesgo social: aumentó el pedido de alimentos; antes la gente nos pedía computadora, ahora nos pide casillas y para comer; nos han vuelto a pedir guardapolvos y zapatillas. Hasta recibieron pedidos de subsidios o ayudas sociales para pagar la boleta de la luz y de gas. Si esto va en aumento, es de suponer que el Gobierno tendrá que satisfacer demandas que antes no estaban.
El funcionario sostuvo, además, que han tenido problemas con los proveedores del Estado, ya que se han vuelto reticentes a venderle hasta harina a la Provincia especulando con la suba de precios a causa de la inflación.
Las dificultades económicas se están haciendo sentir por las razones y las responsabilidades que sean. En ese marco, el gobernador podrá decir desafiante que no será el gobernador del ajuste y que está gestionando más allá de que otros hablen de inflación -como lo apuntó el miércoles-, pero tendrá que buscar los medios para satisfacer la creciente demanda social de los más desprotegidos.
La pregunta a hacer es si podrá mantener su idea de gestión mostrando que está con la ciencia, con la cultura, con la geopolítica, con la idea de “vender” Tucumán -de hecho hoy está saliendo hacia San Pablo, Brasil, acompañado por 20 empresarios-, mientras los de muy abajo empiezan a hacerse notar con sus pedidos y necesidades.
Subsidiando
El gobernador, con esa mirada que quiere imponer, ha subsidiado viajes de la Orquesta Estable a Tel Aviv y a París ($ 5,3 millones), viajes de capacitación de seis abogados en Zaragoza ( $ 1,3 millón), producciones para cine ($ 1,5 millón); pero al observar los subsidios que va entregando se revela un dato: que hasta esta fecha de mayo, en 2016 el PE había entregado 28 subsidios, 70 en 2017 y 78 en lo que va de 2018. Un crecimiento en las “ayudas” en las que si bien cabe contemplar algunos favores a los amigos, no menos cierto es que han aumentado las necesidades sociales.
Por ejemplo; este año el Gobierno ha subsidiado antiguas organizaciones sociales y otras nuevas, tales como la Corriente Clasista y Combativa, Vendedores Ambulantes, el Movimiento de Unidad Popular Tucumán, la Mesa Provincial de la Confederación de los Trabajadores de la Economía popular (CTEP), la Organización Social Seamos Libres, la Organización “22 de Agosto”, la Mesa Territorial del frente Popular Darío Santillán Corriente Nacional y otras organizaciones cuyos nombres no aparecen pero abarcan a cientos de personas: en total suman un poco más de 2.000. Clientelismo o no, son recursos destinados a satisfacer ingresos mínimos para gente que los necesita.
Así, frente al “no seré el gobernador del ajuste” y a la creciente demanda social, a Manzur se le plantea un serio dilema de gestión: continuar con su visión de apostar al crecimiento provincial sin complicarse en lides políticas en el peronismo o evitar que los coletazos económicos sacudan a los más vulnerables y necesitados de la provincia que, por los números, van en aumento. Desafíos verdaderos.