Es una de las instituciones más queridas porque estudiaron en ella miles de tucumanos y muchos de ellos alcanzaron luego prestigio provincial, nacional e internacional. La Universidad Nacional de Tucumán eligió ayer mediante sus representantes a las dos autoridades que conducirán su destino durante cuatro años, a partir del 29 de mayo. La fórmula de José García y Sergio Pagani obtuvo 133 votos, mientras que el binomio de Eduardo Ruiz Pesce y Juan Jamroz cosechó sólo tres. El resultado refleja que la comunidad universitaria decidió apostar una vez más a la continuidad del oficialismo, como viene sucediendo desde hace algunos períodos.
El panorama en que se halla la casa de altos estudios, fundada por Juan B. Terán, no es precisamente el más alentador. Hace cuatro años, cuando Alicia Bardón y José García se hicieron cargo de la conducción, la situación era más preocupante aún. “Con ‘Pepe’ encontramos una Universidad quebrada. Se gastaba más de lo que ingresaba todos los meses. Tuvimos que hacer una reestructuración muy seria y acudir a nuestro jefe, la Nación. No podíamos pagar los sueldos. El otro problema fue el paro docente que había cuando llegamos y que nos obligó a entablar un diálogo permanente porque era inadmisible tener las puertas cerradas”, dijo la actual rectora.
Los problemas presupuestarios tuvieron a maltraer a la UNT. En octubre de 2016, el jefe de gabinete del Ministerio de Educación de la Nación dijo que la situación económica de la Universidad Nacional de Tucumán era la más grave del país, en el concierto de las casas de altos estudios. “Hay un grupo de 10 universidades -entre las 54 que existen- que tienen a algún déficit mayor o menor, pero el caso de la UNT cuadruplica los pasivos de otras universidades. Es lejos la que peor está”, dijo en la ocasión. Y si bien hubo una manifiesta preocupación de las autoridades por equilibrar las cuentas y morigerar los desfases, la casa de Terán arrastra problemas de solución incierta, como la Asunt, que fue en algún momento una de las mejores obras sociales de la provincia; sufrió en los últimos años un proceso de vaciamiento de afiliados y sobrelleva un pasivo financiero importante. Las causas judiciales abiertas en torno del manejo irregular de los fondos mineros que la UNT recibió de Yacimientos Mineros Aguas del Dionisio siguen causando dolores de cabeza. Pero también asuntos educativos, como la deserción estudiantil, que ocurre durante los dos primeros años de la carrera (sólo uno de cada cuatro estudiantes se recibe); crónicas cuestiones burocráticas, como la tramitación de los títulos que puede durar varios años con el consecuente daño al egresado; la falta de fondos para mantenimiento y mejoramiento de la infraestructura de sus organismos o para jerarquizar ciclos como el Julio Cultural.
El vicerrector actual y rector electo tiene la ventaja de que conoce a fondo los problemas, pero no podrá responsabilizar de los desaciertos a la anterior gestión porque aún es parte de ella. Se trata de luchar para seguir creciendo, no para evitar descender más. La autocrítica es esencial para no repetir los mismos errores. Su desafío mayor pasa no sólo por hacer realidad los proyectos anunciados, sino por levantar la mirada y volver a soñar a lo grande, como lo hicieron Terán, Prebisch, Descole y Virla, y devolverle a la Universidad el sitio que nunca debió perder en el concierto nacional. Que la UNT sea sinónimo de prestigio académico y no de decadencia.