Si un ojo clínico se hubiera posado en la primera y segunda imagen de Olimpo, la de un visitante con el carnet vencido de la Superliga y con un equipo posando para la foto con 10 hombres y no con 11, esos dos datos hubieran servido al crítico como para imaginar quizás lo sencillo que podría haber sido el trámite de Atlético. Aunque en el fútbol nada está dicho hasta el pitazo final, los tres puntos ante los de Bahía Blanca tenían onda de estar cocinados. De, hipotéticamente, ser un trámite de 90 minutos.

Error. En este caso, a Seguro se lo llevaron preso, y fue porque Atlético, por estas líneas llamado Seguro, estuvo tan inestable como un elefante cruzando un precipicio por una soga tan ínfima como imperceptible a la vista. Sí, bueno, la cancha no ayudó, es verdad, pero Atlético tampoco. Se embarró.

En su versión de Superliga, Ricardo Zielinski formó un 11 ideal con quienes han sabido escribir la historia tanto local como internacional. Pero a su vez entre esos 11 y suplentes hubo quienes siguen sin rendir, justo ante un rival con cinco debutantes -que no llegan a la mayoría de edad- entre sus titulares que jugaron como si fuera el último partido de sus vidas.

Y quizás ahí estuvo la diferencia, entre el que nunca dejó de buscar y el que pensó que tarde o temprano la victoria iba a caer por su propio peso en las alforjas de la justicia territorial. Que se entienda, Atlético dominó, pero fue Olimpo que el buscó quedarse con todo, aún cuando ya había caído en desgracia luego del penal de Leandro Díaz, recién comenzado el segundo tiempo.

Antes, Olimpo había estrellado un tiro en el palo. Y después, sus chicos hicieron su baño de fuego librando cada lucha por la pelota como si el final del partido fuese la etapa final de su bautismo.

Y si ahora el ojo crítico se queda en con esos chicos felices festejando el 1-1 de Mancinelli -una bomba a distancia de tiro libre- quizás no entienda el por qué de tanto alboroto. En el festejo, a Mancinelli lo taparon sus 11 compañeros. Fue una montaña de felicidad Olimpo, el descendido, el que lograba quitarle dos puntos de oro a un “Decano” con roce y calidad internacional que sueña con los octavos de final de la Libertadores. Para esos chicos, empatar era la gloria, y para Atlético un claro llamado de atención, y para despertar de una siesta en el Monumental que en la Superliga se ha hecho larga. Ganar en casa es toda una pesadilla. De cal y de arena, dependiendo el compromiso.

Lo bueno es que el fútbol siempre da revancha, y allí podrá sacarse la espina el “Decano”. Pero deberá hacerlo acá en su casa. Ya demostró que puede contra cualquiera, grande con historia o rival batallador, pero lo que todavía quizás le falta es convencerse a sí mismo de no ser tan bondadoso y disperso ante equipos como -en este caso- Olimpo, que no juegan por nada, pero que se llevan todo, sin fútbol pro con ganas. Nunca más.


LA GACETA / FOTO DE INÉS QUINTEROS ORIO
LA GACETA / FOTO DE HÉCTOR PERALTA
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LA GACETA / FOTO DE INÉS QUINTEROS ORIO
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