El amor por los colores es algo que la razón entiende poco y nada. Es una tarea extremadamente difícil intentar explicarle a una persona que no gusta del deporte más popular o que no tiene simpatía por algún equipo, lo que puede llegar a hacer un futbolero fanático por su equipo.

Los hinchas de San Martín ayer volvieron a demostrar su fidelidad, una marca registrada que parece no entender de momentos ni de escenarios positivos. La locura va mucho más allá; importa poco si el equipo está en vísperas de una final o un duelo crucial (como en este caso) o si la misión de demostrarle su amor es para intentar reanimarlo de una situación complicada.

Los banderazos y las caravanas se hicieron casi una costumbre en Bolívar y Pellegrini. Cada vez que aparece en el horizonte un partido “chivo”, los hinchas se reagrupan y aportan desde su lugar el granito de arena transformándose en protagonistas principales de la historia.

De un tiempo a esta parte, la hinchada aprendió a jugar desde su lugar. Cuando hubo que poner el pecho no dio la espalda, todo lo contrario, apuntalaron a sus jugadores para tratar de salir airosos en cualquier patriada.

En los últimos años, la primera gran muestra de amor condicional fue antes de viajar a Santiago del Estero para enfrentar a Mitre, por el Federal A. El equipo venía a los tumbos, de capa caída y Sebastián Pena había dado un paso al costado. El “Santo” necesitaba ganar para no quedar al borde de la eliminación y antes de que los jugadores viajarán a disputar esa batalla crucial, de la mano de Ariel Martos, los fanáticos le brindaron su apoyo.

Dos semanas más tarde, ya con Diego Cagna con el buzo de DT, volvieron a copar el estadio para despedir al grupo que otra vez debía viajar a Santiago, esa vez para enfrentar a Güemes.

Con el equipo recuperado y peleando por el ascenso, los hinchas entendieron que no hacía falta un nuevo apoyo; hasta el duelo decisivo, claro. Antes de que el plantel viajara a Andalgalá para jugar la revancha contra Unión Aconquija se dio quizás el banderazo más multitudinario y la caravana más grande de los últimos tiempos.

Autos, camionetas, motos, bicicletas y hasta gente caminando fue la escenografía que mostró la Ruta 38 hasta el límite con Catamarca. Sí, desde La Ciudadela hasta Huacra, en una caravana que tuvo más de 20 kilómetros de extensión, los fanáticos “santos” encontraron la manera de brindarle fuerzas a sus jugadores.

Y ya en la B Nacional, y con un arranque bastante flojo, los hincha volvieron a escena: banderazo previo al viaje del plantel a Paraná para enfrentar a Atlético Paraná, donde San Martín necesitaba encarrilar su rumbo en el torneo.

Por eso lo de ayer no resulta nada extraño, mucho menos llamativo. Era sábado, muy temprano. El plantel no podía demorar demasiado tras la práctica porque debía llegar con tiempo para abordar el vuelo que iba a depositarlo en Buenos Aires, pero los hinchas fueron de manera masiva a despedir a un grupo que está ante la gran oportunidad de devolver al club a los primeros planos del fútbol criollo.

Miles de hinchas coparon la tribuna de calle Bolívar que la dirigencia decidió habilitar para que sus jugadores tuvieran una despedida acorde al momento que están viviendo. Y si bien, el colectivo que trasladó al plantel fue raudamente hacia el aeropuerto, los fanáticos buscaron la manera de escoltar a sus ídolos.

Hay un dato llamativo. Luego de los últimos banderazos, San Martín siempre ganó. Derrotó a Mitre por 1 a 0, gol de Esteban Goicoechea; venció a Güemes 2 a 1, gracias a un doblete de Ramón Lentini; se consagró en Andalgalá al derrotar a Unión Aconquija 3 a 2, con dos goles de Lentini y otro de Gonzalo Rodríguez; y por último también le ganó a Atlético Paraná, gracias a un testazo de Rodrigo Moreira.

¿Se repetirá la historia en Adrogué? Eso se sabrá mañana luego de uno de los partidos más importantes de la última década para el “Santo”, lo cierto es que sus hinchas están al pie del cañón siempre.

Con frío o calor, lloviendo o con un sol que incinera el pellejo, en las buenas y en las malas. Así viven en La Ciudadela un amor que va más allá de cualquier frontera.

Nadie quiso quedarse afuera de la fiesta

“Vine porque quería estar presente en esta despedida. Hoy está reflejado el apoyo que tuvo este plantel a lo largo del torneo; este amor no entiende de resultados y va más allá de cualquier buen momento deportivo”, dijo Juan González que estaba disfónico y casi al borde de las lágrimas por la emoción.

Lleva en sus hombros a su sobrino. Juan Ignacio González, que según sus palabras es casi un talismán de la suerte. “Lo trajimos a la cancha cuando tenía seis meses y no faltó nunca más. Así como a mí me trajo mi viejo cuando era muy pequeño. Festejamos el ascenso a la B y ahora queremos otro más”, explicó el joven en medio de la marea de hinchas sobre calle Bolívar, antes de aclarar que no importa el resultado del duelo de mañana. “Dios quiera que se nos dé el ascenso, pero si no lo conseguimos estaremos presentes en el próximo partido. San Martín está muy por encima de todo, no somos una moda”, le comentó a LG Deportiva.


En medio de la calle aparecen dos taxis parados uno delante del otro y cubiertos por una gran bandera. David y Darío son tío y sobrino y nunca dejan solo a su San Martín querido. “Es lo más grande que hay en este mundo, lo que más amo. No tiene explicación”, aseguró Darío y le da la palabra a su tío. “Vamos a todos lados con el equipo. Siempre que podemos estamos a su lado. Hoy vinimos a despedir al plantel porque tenemos mucha fe de que este grupo puede lograr el ascenso”, remató David, orgulloso de su bandera. “Tiene varios años y viajó mucho”, rió con ganas.

La locura que genera San Martín parece no tener cura. Hacen todo para apoyar a sus ídolos. Así lo demuestra Ángel, el joven que llegó sentado en una silla de ruedas y una bota de yeso. “No hay chance que falte. No iba a perderme esto por nada del mundo.Estoy convencido que ganamos mañana en Adrogué. San Martín es mi vida”, sentenció el joven.

Alboroto y confusión; sin denuncias registradas

La capacidad del hall del aeropuerto Benjamín Matienzo resultó insuficiente para contener tantos hinchas de San Martín. Los fanáticos se dirigieron hacia allí para despedir al equipo que partió hacia Buenos Aires en busca de la gloria. Semejante cantidad de personas siempre infunde algo de temor, y no tardaron en aparecer versiones que hablaban de que se habían producido roturas -tanto en el mobiliario de la aero estación como en el de los locales comerciales que funcionan allí- y robos a pasajeros que aguardaban que los convoquen a abordar.

LG Deportiva se comunicó con la administración del aeropuerto, con la comisaría de Alderetes -bajo cuya jurisdicción se encuentra la terminal- y con personal de la Policía de Seguridad Aeroportuaria (PSA). Todas las respuestas echaron por tierra las versiones. “Aquí nadie se apersonó a formular ninguna denuncia”, contestó, en forma contundente, el cabo José Véliz. “No sé si habrán ido a la PSA”, añadió. “No pasó absolutamente nada. Los hinchas estuvieron muy tranquilos. Hubo mucha presencia policial, y se contuvo todo el movimiento. Festejaron, pero no rompieron nada”, dijo el oficial ayudante Franco Carlino, de la PSA.

Una de las populares fue copada por los hinchas. LA GACETA / BRUNO FARANO
Los hinchas esperan para entrar al estadio. LA GACETA / ANALÍA JARAMILLO
Los hinchas esperan para entrar al estadio. LA GACETA / ANALÍA JARAMILLO
Los jugadores entrenan mientras los hinchas alientan. LA GACETA / ANALÍA JARAMILLO
Los fanáticos coparon la tribuna. LA GACETA / ANALÍA JARAMILLO
Los hinchas coparon las tribunas. LA GACETA / MATÍAS QUINTANA
Los fanáticos esperaron bajo el sol que se abrieran las puertas. LA GACETA / MATÍAS QUINTANA
El colectivo que traslada a los jugadores avanza entre la multitud. LA GACETA / ANALÍA JARAMILLO
Los fanáticos esperan la salida del plantel. LA GACETA / ANALÍA JARAMILLO
Los fanáticos llegan al aeropuerto. LA GACETA / ANALÍA JARAMILLO
Los fanáticos llegan al aeropuerto. LA GACETA / ANALÍA JARAMILLO
Los fanáticos llegan al aeropuerto. LA GACETA / ANALÍA JARAMILLO
Miles de hinchas cantan dentro del aeropuerto. LA GACETA / ANALÍA JARAMILLO