Es una postal de la desidia, de la suciedad, del abandono. Vidrios rotos de las ventanas que están por debajo de las pantallas de protección, caños tapados con una botella plástica, un hueco por el que es difícil ver donde termina, o los alambres hechos nudos para contener objetos o parte de la mampostería, que se halla en mal estado. El edificio de San Martín 730, que es uno de los pocos legados del patrimonio arquitectónico que queda en la ciudad y que está siendo restaurado, paradójicamente se deteriora sin pausa.
Se ha convertido además en uno de los lugares preferidos de los automovilistas indolentes para salpicar a los transeúntes. El edificio que pertenece a la Caja Popular de Ahorros, fue inspeccionado en diciembre pasado por funcionarios de la Dirección de Catastro. “El frente se encuentra en muy mal estado, faltan revoques y una esquina del mismo se encuentra agrietado a 45°”, “también la vereda está hundida en la entrada, además del mal estado de la misma”, “en el interior de esta finca, lo edilicio está deteriorado”, señalaba el informe.
El 23 de marzo se repitió la visita a la centenaria sede que alojará luego a la delegación de la Gendarmería Nacional. Se consigna en el parte el importante atraso en los trabajos por la falta de fondos disponibles (Caja Popular es la responsable), y que solo dos operarios trabajan. “Se deduce que el tiempo de terminación, si se continúa con esta cantidad de operarios, será mucho más que siete meses como figura en el cartel de obra”, se indica.
En julio de 2013, se produjo una rajadura importante en el frente del edificio donde funcionó durante varios años el Banco Francés, y fue luego vallado. En 2011, se había realizado allí la muestra de diseño Espacio DAR. En febrero de 2013, la señorial sede que en 1922 se convirtió en la primera casa propia de la Caja Popular de Ahorros, cumplió un siglo de existencia.
Casi en frente se debate en un destino incierto el edificio ubicado en la ochava noroeste de San Martín y Maipú, donde funcionó la sucursal Tucumán del Banco de la Nación Argentina hasta 1981, cuando se cambió a su actual sede en la ochava sudeste. El antiguo inmueble, diseñado por el ingeniero y arquitecto Domingo Selva, autor de la Casa de Gobierno y de la Sociedad Sarmiento, fue ocupado por la Dirección General de Rentas de la Provincia, hasta que ese organismo se cambió a 24 de Septiembre al 900. En 2010 se realizó un concurso de “Ideas de refuncionalización, ampliación y puesta en valor del edificio”, pero hasta el momento no han comenzado las obras. En 2014, la Caja Popular, también propietaria de esta sede, informó que se efectuaría el estudio de suelo para determinar en qué condiciones se hallaba el local. Se pensó luego que en 2016, por ser el año del Bicentenario de la Independencia, se lo volvería a la vida, pero solo le limpiaron la fachada porque daba un mal aspecto.
Dos edificios emblemáticos de la ciudad se encuentran en una situación de letargo que favorece su lenta destrucción, lo más grave es que ambos pertenecen a un organismo crediticio del Estado. En los últimos lustros, en pro de los negocios inmobiliarios, los gobernantes impulsaron el desguace de valiosos inmuebles. En otras ciudades, a nadie se le hubiese ocurrido demoler una confitería como El Buen Gusto, uno de los centros de la cultura tucumana, para levantar allí una casa dedicada a vender electrodomésticos.
La inercia de la Caja Popular de Ahorros refleja el desinterés del Estado por preservar el pasado y la identidad de San Miguel de Tucumán.