Venía Renzi bajando las escaleras de la Facultad, rodeado de un enjambre de estudiantes que le hablaban, le hacían preguntas, lo consultaban, le proponían temas para el trabajo final o intentaban darle a leer cuentos, libros de poemas, capítulos de novelas, eran inteligentes, rápidos, simpáticos, eran atrevidos y combativos los estudiantes de Letras de la UBA que lo seguían a la salida de su clase entre carteles, banderas, consignas escritas en las paredes con distintas posiciones políticas de izquierda, postuladas por las agrupaciones y movimientos combativos. Le llamaba la atención el nombre de algunos grupos denominados La Walsh o La Mariátegui, que parecían reivindicar identidades de travestis, imaginó uno que se llamara La chica Che Guevara, pero cuando hizo el chiste ninguno de los activistas contestó nada y más bien lo miraron con cierto disgusto. La propaganda saturaba el lugar y Renzi con sus alumnos se internaba en una selva de palabras y de anuncios, un bosque decorado con pintadas y con fotos y con banderas, todas muy críticas y muy eufóricas, donde se anunciaban marchas, piquetes, actos, cortes de calle, paros y movilizaciones. También los escalones estaban intervenidos con frases escritas con aerosol negro. Como en una película se le superpusieron a Emilio las imágenes de la facultad en su época de estudiante, recordó las asambleas, las huelgas y las marchas y vio los carteles y las pintadas en su memoria, como fotos fijas de su juventud. Era lo mismo salvo cierta furia discursiva que convertía ahora las leyendas en órdenes, contraórdenes, imperativos categóricos destinados a despertar del sueño ideológico a la masa estudiantil. Recordó sus años de estudiante, que fueron en la memoria -y lo habían sido en la realidad- incandescentes, inolvidables, imbatibles y serenos, sobre todo, comparado con el activismo actual, marcado por el escepticismo y por el recuerdo del terror de la represión de la dictadura militar. El socialismo ahora era un fantasma, más muerto que nunca, y las reivindicaciones y luchas eran, sobre todo, críticas negativas y salvajes a la situación política.
* Anagrama.