España prendió la mecha y en cuestión de minutos las llamas dejaron en ruinas las ilusiones argentinas. A menos de dos meses del Mundial se encendieron las alarmas, Jorge Sampaoli tendrá la dura misión de reconstruir a un seleccionado que cuenta con Lionel Messi y sólo por eso algunos se animan a mantenerlo en la lista de candidatos. La goleada, 6-1, sufrida ayer en Madrid llega en un momento inoportuno. Las consecuencias de la derrota pueden ser graves. O tal vez no. Dependerá de la capacidad del entrenador para encontrar el rumbo perdido y la fortaleza espiritual de un grupo de jugadores que soportarán durísimas críticas.
Nadie esperaba un resultado tan holgado. El local sacó a relucir toda su capacidad futbolística ante un rival que ofreció muchas ventajas. No tuvo en la cancha a Messi ni a Sergio Agüero. Eso le restó poderío ofensivo. Sin embargo, el mayor problema fue la defensa, no el ataque. Cuando su rival se lo propuso llegó y convirtió.
España desnudó a la Selección y mostró lo que realmente es: un equipo flaco de espíritu y con una anemia futbolística alarmante. El diagnóstico no deja dudas: el único remedio para llegar al Mundial con chances de conquistar el título se llama Messi y necesitará grandes dosis de su mejor versión.