HOY
• A las 22, en el teatro Alberdi (Jujuy y Crisóstomo Álvarez). Entradas 2 x 1 con Club LA GACETA.
Félix Mendelssohn fue criado como luterano. Él, como su padre, mantuvieron lazos espirituales con el judaísmo, pero sus creencias eran profundamente protestantes. En 1830, el compositor alemán estaba ansioso de participar en la celebración del tricentenario de la Confesión de Augsburgo, el manifiesto de fe de Martín Lutero.
Mendelssohn tenía sólo 20 años cuando compuso una obra grande y seria, la Sinfonía N° 5 en Re mayor Op. 107, conocida como Sinfonía de la Reforma de la Iglesia, que goza de mayor popularidad ahora que durante la vida del músico. Se basa en corales luteranos que antes había empleado Bach, y su profunda connotación religiosa la hace especial para abrir el encuentro que anticipa la Semana Santa, en el tercer concierto de la Orquesta Sinfónica de la UNT, dirigida por Roberto Buffo.
“El primer movimiento es muy dramático; se aplica para las circunstancias de duelo de la Semana Santa, y el último es una gran manifestación de fe y exalta el regocijo con la Resurrección”, sintetiza el director la metáfora de esta sinfonía.
Cantata dramática
Hacia el final de su vida, debido a la muerte de dos de sus hijos en la infancia, Franz Liszt hizo un cambio radical: abandonó su pasar brillante de virtuoso del piano y tomó las órdenes menores. Residía con frecuencia en Roma, donde escribió la cantata dramática Via Crucis, una representación musical de la Pasión de Jesús.
En cierta forma, Liszt trató de replantear durante su estancia en el Vaticano, por la década de 1860, los conceptos de música litúrgica y los usos y costumbres de la música sacra.
Buffo la describe: “la cantata es justamente un paseo musical por el Vía Crucis. Consta de un prólogo, 14 estaciones, y un epílogo. No tiene la estación 15, la de la Resurrección, porque es para interpretar antes del domingo de Pascua”.