Cuando la ciudad de Río de Janeiro fue epicentro del deporte mundial con la celebración de los Juegos Olímpicos de 2016, ningún rincón estuvo ajeno a la efervescencia deportiva que se vivió. Uno de los puntos fue el muelle Maua donde se levantó un moderno y futurista museo. El “Museo del Mañana” fue inaugurado un año antes de la cita olímpica, durante ella, y hasta la disputa de los Juegos Paralímpicos, estuvo la exposición de fotos “Deporte y Cerebro-La expansión del cuerpo a través de la tecnología”. En 14 fotografías de alta calidad, la muestra homenajeaba a 12 atletas brasileños de 11 modalidades paralímpicas diferentes.

La reunión olímpica fue el motivo ideal para que la exposición impactase a los simpatizantes del deporte, específicamente. Lo que se planteaba era la capacidad del cerebro humano de incorporar herramientas artificiales como si fueran miembros reales, en este caso, a las actividades deportivas. Pero la muestra iba más allá: plantear el debate sobre la inclusión de las 45 millones de personas con algún tipo de discapacidad.

Esa capacidad del cerebro humano era uno de los principales focos de investigación de la neurocientífica Cláudia Domingues Vargas, del Instituto de Neurología Deolindo Couto, de la Universidad Federal de Río de Janeiro y cuyo asesoramiento fue requerido para la presentación de la muestra. El debate deporte-discapacidad-tecnología es reciente y, como tal, tiene muchas preguntas planteadas, pero las respuestas son pocas todavía. Con paciencia y razonamiento hay que hacerle frente a la práctica-error cuando las teorías se ponen en práctica.

Interrogantes

“¿Será que en el futuro, cuando el uso de prótesis por parte de los paratletas se consolide, tendremos superatletas compitiendo con personas sin discapacidad?”, es una de las preguntas que se planteaban en la exposición. “¿Con la creciente integración de tecnologías en el cuerpo, incluyendo las personas sin discapacidad, será que en el futuro habrá Paralimpíadas?”, fue otro de los interrogantes que quedó abierto.


Con respecto al deporte de alto rendimiento se transita una línea en la que todavía no parece encontrarse un equilibrio. La polémica se genera debido a que, aparentemente, la ayuda de la tecnología es excesiva porque a medida que el equipamiento mejoró, hay paratletas que lograron mejores registros que los atletas que no tienen ninguna discapacidad.

Por ejemplo, el alemán Markus Rehm, amputado especialista en salto en largo, ganó en su país los campeonatos nacionales utilizando una prótesis de fibra de carbono, pero las Federaciones decidieron excluirlo por considerar una posible ventaja injusta.

“La cuestión es si la tecnología está ayudando a mejorar el rendimiento de los atletas”, planteó el ingeniero en deportes David James, de la universidad británica de Sheffield Hallam.


Para el experto la integración de la tecnología en el deporte es inevitable en todo ámbito, el adaptado y el convencional. El punto radica en que el avance tecnológico de las prótesis dará ventaja a los corredores con amputaciones. Por eso el especialista sugiere que no deberían competir en las mismas pruebas que atletas sin discapacidad. El debate está planteado y lejos de cerrarse.