Por Daniel Pozzi - Para LA GACETA - Buenos Aires
Quizás la principal emoción humana sea el miedo; la conocemos en sus múltiples facetas como terror, pánico, susto, pavor, temor, etcétera. Al proyectarlo en el futuro creamos a su hermana: la ansiedad. Es una emoción con privilegio; a diferencia de otras emociones, no la podemos posponer.
Convenimos en que el miedo es imprescindible para sobrevivir, nos permite vivir en sociedades organizadas con castigo para quienes no cumplen sus reglas. Sin embargo, por otro lado, se convierte en una fuente de sufrimiento constante. Si razonamos que el miedo es el hermano de la ansiedad, resultaría entonces ser el padre de los traumas psicológicos, por lo que lo podemos considerar la principal génesis del sufrimiento humano.
El miedo existe como un mecanismo de defensa aún en animales muy primitivos, encontrándose especialmente desarrollado en los mamíferos.
En las ratas el miedo es un mecanismo que provoca que estas se “congelen”. Los mecanismos básicos del miedo en las ratas son similares a los humanos; gran parte de lo que sabemos sobre el miedo lo hemos investigado con estos animales.
En el caso de los humanos lo que nos distingue es el sentimiento del miedo que se produce cuando somos conscientes del mismo. Nos es difícil saber si los animales tienen sentimientos similares ya que es difícil que nos transmitan lo que sienten. Dado el desarrollo de la conciencia humana me animaría a decir que sufrimos más que ningún otro ser vivo esta emoción.
Debemos diferenciar la sensación consciente de la misma de los mecanismos de defensa como el congelamiento. Los circuitos cerebrales difieren entre ambos pero, dado que se producen en forma simultánea, solemos pensar que son la misma cosa. Que los circuitos interactúen entre sí no significan que no podamos diferenciarlos. Se nos hace imposible sentir miedo y no tener alguna reacción orgánica del mismo. Tal como se preguntaba el psicólogo y filósofo estadounidense William James: ¿Corremos porque sentimos miedo o sentimos miedo porque corremos?
Miedo al miedo
La palabra ansiedad deriva etimológicamente de la palabra latina anxietas que a su vez viene del griego angh que significaba tener una complicación o llevar una carga. De esta raíz deriva la palabra angustia que sería sinónimo de ansiedad.
En el siglo XIX, Søren Kierkegaard, filósofo y teólogo danés, asigna la ansiedad como algo intrínseco de la naturaleza humana. Su obra “El concepto de ansiedad”, publicado en 1844, mucho antes de que Freud naciera, ya hace la distinción entre miedo y ansiedad. El primero se refiere a una reacción respecto a un objeto específico, en cambio la ansiedad se presenta cuando el miedo se da frente a algo que pueda ocurrir en el futuro. Este miedo puede ser a algo concreto o inespecífico, dándose el caso que se llegue a tener miedo al miedo mismo, dando la sensación que se genera por la misma “nada”.
Kierkegaard entendía que la ansiedad era esencial para obtener logros en la vida. Hoy sabemos que es beneficioso poseer un poco de ansiedad, aunque en demasía es perjudicial. En la práctica, que la ansiedad logre ser benéfica o dañina, depende de la intensidad de la misma pero también de cómo uno la canalice; se puede utilizar esa energía psíquica para lograr grandes progresos personales o, por el contrario, quedar bloqueados por el exceso de ella y también enfermarnos.
Aunque probablemente Freud no haya leído la obra de Kierkegaard, ya que ella se hizo conocida posteriormente por los existencialistas, le presta especial atención a este estado afectivo y consideraba que la ansiedad se podía convertir en una condición patológica.
O sea, si uno pasea por un bosque y se encuentra con un tigre que lo amenaza, eso es miedo; si en cambio uno pasea por el bosque pensando que en algún momento un tigre puede aparecer aun siendo muy baja la probabilidad de que suceda, es ansiedad. En cambio, si uno ve un tigre en un zoológico, donde no existe ninguna posibilidad de amenaza respecto a él y todavía así siente miedo, es una fobia.
En la práctica, muchas veces es difícil diferenciar el miedo de la ansiedad; ambas son respuestas hacia algún peligro. Aunque el miedo se refiere a una amenaza presente, es muy difícil no pensar en las consecuencias futuras del mismo. Decimos que la ansiedad es algo típicamente humano dado que se necesita una noción del tiempo, capacidad de la cual no existen evidencias de que la posean los animales.
Otros ámbitos
Tanto el miedo como la ansiedad han sido importantes para nuestra supervivencia como especie, por eso se han conservado con tanta fuerza. El problema es que las condiciones para las cuales fueron creadas cambiaron en la actualidad. Ya no aparecen predadores en nuestra vida diaria, sino autos fuera de control, jefes autoritarios, parejas enojadas, etcétera.
Lo más parecido a un predador podría ser un ladrón, que es poco probable que suceda, pero aun así nuestro mecanismo para huir o pelear no sería el más conveniente en esa circunstancia. El contexto en el que vivimos ha cambiado completamente pero no nuestra biología, que no está adaptada, por lo que causa más inconvenientes que soluciones.
El procesamiento del miedo se da en forma inconsciente. Cuando se presentan estímulos que generan miedo en forma subliminal se produce la activación de la amígdala, provocando reacciones fisiológicas como aumento del ritmo cardíaco, cambios en la respiración, tamaño de la pupila, etcétera. No es necesaria la conciencia para que el miedo actúe. La ansiedad, que es como la hermana del miedo, puede darse sin conocer el origen dado que se procesa conscientemente.
Anatomía del miedo
La amígdala juega un rol central en el mecanismo del miedo. El circuito amigdalino tiene una doble función, por un lado tiene un rol directo en detectar inconscientemente estímulos amenazantes y generar una respuesta automática conductual y fisiológica. Por otro, tiene un rol indirecto donde están involucrados mecanismos cognitivos que generan la sensación consciente del miedo y la interpretación de la misma. La amígdala recibe información sensorial de todos los sentidos a través de una vía celerísima que reacciona ante una amenaza antes de que llegue al córtex.
Otra área involucrada es el núcleo del lecho de la estría terminal (BNST por sus siglas en inglés), que es parte de la amígdala extendida. Esta área estaría involucrada en la evaluación de la incertidumbre. Dado que en ciertas situaciones no hay seguridad de que ocurra el evento dañino, hay que lidiar con la incertidumbre. Esto es propio de la ansiedad que, a diferencia del miedo, en el cual la amenaza es algo presente y seguro, en la ansiedad el evento amenazante es incierto y en el caso humano puede ocurrir en el futuro. Por eso se puede decir que el BNST es el área relacionada con la ansiedad.
El BNST cumple funciones similares a la amígdala pero en situaciones de incertidumbre. Está conectado con las mismas áreas que la amígdala, activando el sistema nervioso autónomo, endócrino y áreas atencionales (Arousal). También conecta con el hipocampo y el córtex PreFrontal Ventromedial (PFCvm). Estas similitudes explican por qué cuando se daña la amígdala es el BNST el que toma parcialmente sus funciones. Por su lado el cortex orbitofrontal (COF) y la PFCvm evalúan el valor amenazante del estímulo. Estas áreas, junto con el hipocampo, están involucradas en distinguir los estímulos amenazantes de los seguros. La conducta de evitación es esencial en los trastornos de ansiedad; el aumento de la actividad del córtex prefrontal dorsal, involucrado en el control ejecutivo, disminuye la conducta de evitación. El córtex cingular anterior, que conecta con la mayoría de las áreas relacionadas con la ansiedad, tiene un rol fundamental en el control del comportamiento.
Conclusiones
Nuestra especie, como cualquier otro animal, está sujeta a diversas amenazas. Los predadores han sido el principal peligro en la mayor parte de nuestra historia evolutiva. En el caso de enfrentarse a un predador hay que decidir rápidamente si se va a pelear o huir. En los últimos milenios se fueron modificando las amenazas; hoy nos enfrentamos por ejemplo al desorden del tránsito, a delincuentes que podrían significar lo más parecido a los viejos predadores, etcétera. Pero mayormente son internas, basadas en exigencias de la sociedad para la cual la estrategia de pelear o huir no nos brinda ningún beneficio. Nuestro cerebro no se ha modificado significativamente en los últimos 30.000 años por lo que se produce una mala adaptación a un nuevo contexto dando origen a las neurosis.
Sufrimos el uso desadaptativo de las emociones; eso genera en más del 20% de la población diversos trastornos de ansiedad.
(c) LA GACETA
Daniel Pozzi - Doctor en Neuropsiquiatría y en Ciencias Biológicas. Autor de Humanidad 2.0.
Referencias bibliográficas:
- LeDoux, Joseph (2015). Anxious, the modern mind in the age of anxiety . London, One World Publications
- Adolphs, R. (2013). The biology of fear. Current biology 23:R79-93