A los pocos minutos del primer tiempo, un empleado del departamento de prensa de Riestra comenzó a repartir bebidas energizantes por los palcos del estadio de Los Andes. La escena tenía lógica: el rival al que ayer enfrentó San Martín está auspiciado por una de esas bebidas que contienen exceso de cafeína. El problema fue que los energizantes deberían haber sido repartidos en el vestuario visitante, pocos minutos antes del comienzo del partido: San Martín entró dormido, como anestesiado, y muy rápido no sólo se le fue el partido, sino (sobre todo) la gran chance de haberse colocado a dos puntos de los líderes. El 3 a 0 ante uno de los último de la tabla, que encima pudo haber sido mayor, es el primer golpe de la gestión Rubén Forestello.
Tal vez también influenciado por el marco desértico del estadio, cerrado al público (Diego Maradona dijo alguna vez que jugar a puertas cerradas era como jugar en un cementerio), San Martín entró al partido con ritmo de entrenamiento. Las imágenes no eran las de un equipo que aspira al ascenso, sino las de una pretemporada: una defensa con la palanca de cambios estancada en segunda marcha, un mediocampo mucho más lento que el de Riestra (superado Lucas Bossio y desconectados Walter Busse y Damián Arce) y una delantera que miraba con prismáticos a Carlos Morel.
En esa lógica se superpusieron las imágenes, todas desfavorables para San Martín: el penal de Lucas Acevedo a Gustavo Benítez; el 1 a 0 convertido por Sebastián Soto; el mediocampo y la defensa de San Martín mal paradas en la jugada del 2 a 0 también facturada por Soto; Gonzalo Bravo moviéndose con facilidad a espaldas de Bossio y un equipo nervioso que en el primer tiempo sumó amonestados con la facilidad con la que se dice buenos días (Acevedo, Ismael Benegas y Bossio en un puñado de minutos).
Sólo una ráfaga
En el complemento, es cierto, Forestello intentó un electroshock. Entraron Nicolás Benegas y Matías García y San Martín tuvo 10 minutos en los que resurgió cierta ilusión, pero la expulsión de Juan Galeano (roja directa por un codazo en mitad de cancha) terminó de romper cualquier atisbo de esperanza. Nada de lo que vendría desde entonces podría ser positivo (pronto llegó el 3-0 de Bravo). Ignacio Arce evitó una goleada que habría sido mucho más dolorosa de todo lo que ya es una derrota contra Riestra, y por tres goles.
Entre el puñado de infiltrados de hinchas de San Martín, uno expresó su disconformidad a los gritos cuando Damián Arce salió de la cancha, reemplazado por Gonzalo Rodríguez, y pasaba por frente suyo. El futbolista intentó una respuesta, pero desistió. Fue una buena síntesis de lo que pasó ayer en Lomas de Zamora: San Martín no tenía fuerzas ni para entrar en polémicas. El triunfo contra Los Andes, a esta altura, ya parece del año pasado.