Imaginate que de repente te despertás de un sueño pesado en un quirófano, rodeado de enfermeras y doctores con instrumental afilado en mano. La mitad superior de tu cráneo descansa sobre una mesa. Te impresiona pensar que tu cerebro quedó al aire libre y que un médico está extirpando algo de él. Estás atado. No hay dolor, y podés hablar y pensar. Alguien te pregunta cosas sobre tu vida, te muestra imágenes, te pide que muevas los dedos.
A primera vista parece aterrador. Sin embargo, César Moyano cuenta que pasó por ese momento con tranquilidad. Tres años le tomó decidirse por la operación para que le sacaran un tumor cerebral. Y ahora que lo hizo, no se arrepiente. Que la cirugía se desarrollara mientras él estuviera despierto era crucial: el bulto en su cabeza estaba justo en el área del lenguaje. Y ese sector hay que tocarlo con mucho cuidado porque cualquier error significa que el paciente puede perder el habla, explica el neurocirujano Álvaro Campero. El profesional, que estuvo a cargo de la intervención, comentó que es la primera vez que se realiza una cirugía de este tipo en un hospital público.
El procedimiento duró unas ocho horas y se llevó a cabo el martes de la semana pasada, en el hospital Padilla. Moyano, que tiene 38 años y se desempeña como albañil, ya había ido al centro asistencial en 2014 en busca de ayuda después de haber sufrido varias convulsiones. Distintos estudios demostraron que tenía un tumor cerebral de unos tres centímetros aproximadamente.
“En ese momento no quería saber nada con operarme. Me aterraba la idea de que me abrieran la cabeza, que me quedaran secuelas... o que no pudiera despertarme nunca más”, confiesa Moyano, que vive en Cruz Alta y es padre de cinco hijos.
Continuó con su vida, soportando migrañas y algunas convulsiones esporádicas. Con el tiempo su estado se fuer agravando. Empezó a notar que le costaba hablar. Incluso algunas palabras ya no le salían. Y su visión comenzaba a verse afectada. Entonces, consultó de nuevo. Para su sorpresa, el tumor había duplicado su tamaño: tenía seis cm de largo por cuatro de ancho. Era el momento de tomar una decisión importante. “Mis hijos y toda mi familia me decían que debía operarme. La idea de que iba a estar despierto me asustaba al comienzo, pero los médicos me convencieron de que era la única forma de no sufrir consecuencias”, confiesa Moyano, que ayer por la mañana fue al hospital acompañado por su hermana para un control. “Estoy más que bien. Incluso hablo mejor que antes de la cirugía”, les dice a los médicos, entusiasmado.
Los pasos
La operación de Moyano arrancó varias semanas antes, con la preparación del paciente. “No cualquiera puede someterse a este tipo de cirugía. Tiene que ser una persona tranquila, que soporte estar quieto muchas horas, con un cabezal que le inmoviliza la cabeza. Está contraindicado para los ansiosos o los que sufren claustrofobia, por ejemplo”, detalló el doctor Campero.
Una vez que se define si el candidato es apto, se programa todo. Primero se anestesia al paciente, como en cualquier otra cirugía. Entonces, le abren el cráneo para acceder al cerebro. Antes de comenzar a extraer el tumor despertaron a Moyano. “Ahí empezamos a monitorizar la zona del lenguaje, para saber por dónde ingresar para quitar el tumor. Que él estuviera despierto nos permitió definir por dónde podíamos trabajar y por dónde no. Le mostrábamos cartas con letras y palabras. Si César respondía con normalidad, sabíamos que era un área del cerebro segura para extraer el tumor. Pero cuando se alteraba su capacidad para nombrar las imágenes, sabíamos que era una zona que debíamos evitar tocar”, precisó Campero, autor de la operación junto a los doctores Juan Paz, Juan José Agüero y el anestesista José Romero.
El tumor estaba ubicado en el hemisferio izquierdo. Afectaba funciones del habla. Operar consciente a Moyano permitió preservar al máximo estas funciones. “El cerebro es un órgano que no duele; por eso podemos hacer estas cirugías”, detalló Campero. Generalmente no es posible quitar absolutamente todo el bulto porque se podría generar algún daño. “Ahora tendremos que ver en los próximos estudios si quedó algo y si el paciente deberá atacar el tumor con otros tratamientos oncológicos”, añadió.
“La verdad: fue una experiencia buena; estoy tan feliz”, expresa el paciente, contento de poder retomar en uno o dos meses su trabajo. Mientras tanto, confiesa que esta será una Navidad distinta: “por primera vez en mucho tiempo tengo la esperanza de que voy a mejorar”.
> PASO A PASO
1- Se duerme al paciente y se coloca una abrazadera para mantener inmovilizada la cabeza.
2- Se hace una craneotomía para dejar el cerebro expuesto al aire.
3- Se despierta al paciente. Generalmente, está desorientado. Un neurólogo lo ayuda a ubicarse física y temporalmente.
4- Los médicos estimulan el cerebro con electrodos mientras le hacen preguntas al paciente. Así conocen cuáles son las áreas “intocables”.
5- El neurocirujano extirpa el tumor (en realidad, lo reseca).
6- Se duerme de nuevo al paciente para volverle a cerrar la cabeza.
> OTRO CASO
Esta es la segunda operación de este tipo que se hace en Tucumán, aunque la anterior se realizó en una institución privada. En marzo, a Estefanía (estudiante de psicología) le sacaron un tumor del tamaño de un pomelo mientras ella respondía distintas preguntas. Su recuperación fue satisfactoria.
> Una técnica que renueva esperanzas
Cuando los médicos operan mientras el paciente está despierto utilizan una técnica llamada mapeo cerebral. Esta les permite detectar la ubicación exacta de las funciones más importantes del cerebro y así retirar tumores sin dañarlas. “Es un gran avance que esto hoy pueda hacerse en un hospital público y quisiéramos que más personas se animen a operarse, que no tengan miedo. Es seguro y brinda muchos beneficios. En el caso de César Moyano, él ya no podía soportar más el dolor y había perdido parte del habla. Salió del quirófano y está perfecto”, destaca el neurocirujano Álvaro Campero.
Es fundamental, según el médico, buscar ayuda cuanto antes. “Mientras más pequeño sea el tumor, mejores resultados se obtienen con esta cirugía. Muchos tardan demasiado en decidirse y llegan descompensados, cuando el daño ya es importante”, advierte. El profesional detalla que el servicio de Neurocirugía del Padilla realiza por mes unas 40 intervenciones, de las cuales la mitad son programadas y un 60% obedecen a tumores cerebrales. Del total de casos que llegan al Padilla, se calcula que un 7% consiste en tumores alojados en áreas elocuentes del cerebro, cuya función hay que preservar. “Hasta ahora a esos pacientes no se los tocaba. Esta cirugía abre un abanico de esperanzas para muchas personas”, afirmó el médico.
En Argentina, cada año, mueren unas 1.400 personas a causa de tumores en el cerebro. Es una enfermedad que afecta cada vez más a las personas, especialmente a jóvenes, aunque aún no se sabe bien por qué, dice Campero.