La inflación del año pasado se ha comido cerca de un 5% del poder adquisitivo del salario. El cuadro era diferente al actual. La inflación cerraba en torno de un 40% y para este período es posible que el Índice de Precios al Consumidor (IPC) baje casi a la mitad, en torno de un 23%. Pero en medio de esta tormenta financiera, el Gobierno alentó el sinceramiento de los precios de la economía, corriendo -por ejemplo- las tarifas de los servicios públicos privatizados.
Si bien el incremento salarial alcanzado en las paritarias ha sido lineal (al ritmo de la inflación proyectada para el año), el costo de vida no tiene el mismo impacto al observar la evolución de los precios por regiones. El mismo Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec) ha puesto nuevamente en evidencia que el golpe tarifario fue más elevado en el NOA que en el resto de la Argentina, de un 42,5%, muy lejos del 28,9% que ha aumentado, desde diciembre a la fecha, en el Gran Buenos Aires. Pero ese no es el único indicador. Educarse es más oneroso en esta parte del país que en otra zona geográfica. La evolución de los precios de la actividad educativa (entiéndase desde útiles, pasando por indumentaria y terminando en la cuota del colegio) ha sido del 39,7% en lo que va del año, 10 puntos porcentuales más que la zona metropolitana bonaerense.
En general, la mitad de la remuneración que perciben los trabajadores privados formalizados argentinos, de acuerdo con el esquema de gasto hogareño, se destina a la alimentación del grupo familiar. El resto hay que dividirlo en otros componentes, como la educación, la salud y, cada vez con más preponderancia, las tarifas de los servicios privatizados, que no dan respiro.
Desde mañana, la tarifa de electricidad costará un 25% más y, hacia febrero, la suba redondeará un 40%. Es el costo que mayor impacto tendrá en esta temporada veraniega que se avecina, con temperaturas que obligarán a encender los equipos de aire acondicionado. El confort es más que un lujo. Otro aumento autorizado por el Ministerio de Energía de la Nación es el del gas, casi de un 48%. El efecto pleno de ese reajuste se observará hacia mediados del año que viene. La nueva conducción de la Sociedad Aguas del Tucumán (SAT) anticipó que retocará las tarifas porque el servicio no puede sostenerse con el actual esquema. El Estado también aportará su granito de arena. El impuesto Inmobiliario del año que viene vendrá recargado con un incremento del 20%. ¿Quién sabe qué sucederá en 2018 cuando la Nación le imprima ritmo a la unificación del catastro en el país? Naturalmente que hay que ir pensando en un 2019 con fuertes subas en el Inmobiliario porque el pacto fiscal prevé compensar la baja gradual de la recaudación de Ingresos Brutos con un aumento del valor fiscal de las propiedades, más cercano a los precios de mercado.
La inflación parece no dar tregua a la gestión del presidente Mauricio Macri, que también “le pasará factura” durante diciembre, por efecto del tarifazo. La inflación núcleo, esa que no toma en cuenta los precios regulados y estacionales, no puede ser contenida aún. Con todo, 2017 cerrará con un índice de precios superior al 20%, por octavo año consecutivo. La cuestión es que la meta trazada para el año que viene es del 15,7% y, a este ritmo, es probable que la Casa Rosada deba tomar medidas adicionales para contener los precios. Si algo les faltaba a los tucumanos en este festival de aumentos es el planteo de los empresarios del transporte de pasajeros. Los taxistas quieren llevar la bajada de bandera a $ 20, mientras que la ficha por cada 100 metros pasaría de $ 1,30 a $ 2, de acuerdo con el planteo de la actividad. Otro tanto pasa con el colectivo. En la capital, los propietarios de las líneas de transporte creen que el boleto debe costar cerca de $ 15. Si en la Capital sucediera eso, un habitante que viene de Tafí Viejo o de Yerba Buena estaría abonando un boleto equivalente al valor del dólar (ayer cotizó a $ 17,60).
Los precios no dan tregua. Hoy se presenta la prueba de que la inflación no bajará al ritmo deseado: el Banco Central presenta oficialmente el billete de $ 1.000. ¿Cuánto tiempo durará ese papel de alta denominación en el bolsillo del asalariado? Seguramente sólo le alcanzará para pagar la luz o el agua. Ni pida el vuelto.