Si por esas casualidades del destino usted se perdió ayer el primer tiempo de San Martín, tenga en cuenta que evitó acumular carga emocional negativa a su corazón. Porque, créalo o no, el “Santo” fue, en ese lapso, más de lo mismo: un equipo que insinuaba ser prolijo en el traslado de una pelota convertida en piedra pesada, pero cuando asomaba la nariz por el campo de Hilario Navarro la redonda se volvía un resorte.
Era rarísimo ver desde afuera de la cancha cómo costaba retener el balón. Costaba cuidarlo y manejarlo ante Boca Unidos, que nunca fue demasiado picante, salvo cuando se encontró con el gol de la ventaja parcial de Osmar “Malevo” Ferreyra, en una desprolija cobertura del flanco derecho de la defensa del “Santo”.
El 1-0 parcial llegó sobre la media hora de partido, un rato después de que San Martín perdiera a su mejor hombre, el que siempre promete: Sebastián Prediger. Pero lo curioso es que el visitante estaba tan desorientado que el ex jugador de Boca jugaba de volante tapón; Lucas Bossio era el pasador y nexo entre Walter Busse, Gabriel Graciani y Claudio Bieler, protagonistas de una apagada labor en ese tramo del encuentro. Del medio hacia arriba, el “Santo” pecaba de inocente.
Y si bien San Martín perdía con la salida de Prediger, el ingresado Juan Galeano se mostraba dispuesto a despertar a sus compañeros y en el cierre del encuentro terminó siendo clave para la victoria tan necesaria como buscada.
De a poco, siendo inteligente, haciendo la pausa en momentos que el equipo lo necesitaba, Galeano le cambió la cara al equipo en el complemento. Armó la jugada del 1-1, en la que Sergio “Pampu” González entró como dueño de casa por el medio y fusiló a Hilario con un soberbio remate.
Comenzaba un nuevo partido que, rato antes, pudo haber terminado, con el casi 2-0 del dueño de casa.
Diego Cagna de afuera pidió calma y sentido común. Pidió, en realidad, que Galeano siguiera aportando su juego. Y el volante no lo defraudó. Además de fútbol, le aportó gol al equipo. A pocos minutos del final buscó en diagonal el ángulo izquierdo de Navarro. La rosca del remate y unas flojas manos formaron el combo perfecto para el 2 a 1. Ese fue el gol de la victoria para San Martín, que no se conformó con el empate; buscó los tres puntos y al final consiguió el premio.
El fútbol tiene estas cosas: cuando uno piensa que todo está perdido, con un pase entre líneas, seguido por una gran definición, el que venía siendo el apretado pasó a tomar dominio absoluto del relato y a contar su historia. La de un equipo ganador. Ese que apareció en Corrientes, en el momento justo. Cuando Cagna, los jugadores y también los hinchas más lo necesitaban.