Pablo Giori afirma que cuando decidió investigar los procesos neonacionalistas de Cataluña y de Quebec para su tesis doctoral, lo que lo animaba era esta pregunta que lo acompaña desde hace años: ¿por qué la gente se nuclea para hacer determinadas cosas? En este caso, ¿qué animó a una gran cantidad de catalanes a salir a las calles para hacer valer su autonomía cultural y política? Nacido en Tucumán, egresado de la carrera de Letras de la UNT en 2010, Giori acaba de doctorarse en la Universidad de Girona (Cataluña) con una tesis que arrancó en 2010 y que hoy, por imperio de los hechos, adquiere plena actualidad.
- ¿Cuándo hablamos de independentismo, y cuándo de nacionalismo, en el caso catalán?
- Yo no hablaría tanto de independentismo, sino de procesos nacionalistas. El independentismo es la solución política del nacionalismo; el nacionalismo pide trabajar sobre una nación, en tanto que el independentismo pide la independencia política. En el caso de los nacionalismos de Escocia, Quebec y Cataluña, que yo analicé, se enmarcan en lo que la teoría política llama procesos neonacionalistas, con muchas cosas en común: en países desarrollados, occidentales y democráticos; y son procesos que se producen en sociedades desarrrolladas, con sectores de clase media muy potentes; con una sociedad civil que tiene un papel central. En todos esos casos ha habido una recuperación de la cultura popular a partir de los 60; la gente puede organizarse por fuera de instituciones y de partidos políticos para proponer acciones culturales o para tender a una mayor autonomía. Si bien los tres casos son diferentes, hay cosas en común, y permiten diferenciarlos de los nacionalismos latinoamericanos de los 60, o del nazismo, o del franquismo; o del nacionalismo descolonizador de Africa. Lo que busca el nacionalismo es poder mantener su lengua, sus instituciones, sus leyes. Son estados formados a partir de reinos medievales, que a su vez tenían sus propias leyes. El independentismo es una propuesta política, una fase que propone el nacionalismo como una solución contemporánea. Hay nacionalismo desde hace 150 años, pero el independentismo tiene siete, ocho años. El nacionalismo catalán siempre ha sido regionalista, consideraba que, dentro de un proyecto político federalista, había que lograr mayor descentralización. De modo que abría que diferenciar muy bien entre el nacionalismo como proyecto cultural y el independentismo de estos últimos ocho años.
- ¿No significa eso retraerse, en un mundo globalizado?
- Esa es una perspectiva del siglo XIX, de la separación de las naciones, las fronteras. Hoy el nacionalismo catalán no impulsa las fronteras. Es muy diferente del nacionalismo de (Donald) Trump o de (Marine) Le Pen. En el caso del nacionalismo catalán, propone más integración y tener el control de esa integración. Que la gente de a pie pueda tomar sus propias decisiones. Cataluña tiene un Parlamento desde el siglo XII, y la idea es que este parlamento pueda tomar sus decisiones. Es una de las regiones de España que más pugna por la modernización, por la integración con el resto de Europa. Pugna por tener libertad de decisión, de modo que no hay hay contradicción entre nacionalismo e integración. Se trata de integrarse sin perder soberanía política.
- ¿Cómo han jugado los medios y las redes sociales en los sucesos recientes en Cataluña?
- La gente se siente cada vez más distante de las instituciones. Y las ONGs, la sociedad civil, en el caso de Cataluña, se han organizado a través de grupos de whatsapp. Se juntaron cuatro personas, enviaron 35 mails a otras tantas personas y a través de internet hicieron el primer manifiesto y las primeras propuestas, Después hicieron una propuesta, pero nadie sabía qué estaban organizando. Ahora, cuando hay manifestaciones diarias, lo que más se usa es Twitter. El 1 de octubre (día del referéndum de autodeterminación que el Estado español consideró ilegal) había comités de defensa del referéndum que iban siguiendo los movimientos de los policías y enviando tuits de alerta.
-¿Se puede señalar un momento fundacional de este proceso que se vive en Cataluña?
- Desde 2010, se vienen organizando manifestaciones en distintos momentos. Empieza por una gran manifestación por el control de la infraestructura de los trenes, que en Cataluña andaban peor que en otros lugares de España. Y en cada año de la Fiesta Nacional del 11 de septiembre se han ido organizando manifestaciones nacionalistas bajo distintos lemas. El año más vistoso fue el 2013. Se formó una cadena humana en la que la gente del norte y la del sur de Cataluña se daban la mano para conectar todo el territorio en un mismo momento. Después se ha organizado territorialmente la Asamblea catalana. Las actividades de organización se formaron a través de las territoriales. Y los diputados surgieron de la sociedad civil. Son los que hoy están presos. La organización de la sociedad civil, en el caso de Cataluña, es fundamental entender cómo se han ido organizando, porque esa organización es anterior a los partidos políticos. La sociedad civil presiona a los partidos políticos.
-¿Cómo marcarías el derrotero del nacionalismo en Cataluña?
- La situación política en España hace que el proceso de despertar neonacionalista en Cataluña dedique sus primeros 20 años (1960-1980) a la lucha antifranquista (Assemblea de Catalunya, 1971-1977), a la recuperación de la democracia (Coordinadora de Forces Polítiques de Catalunya, 1969-1975) y a la resistencia cultural (Ómnium Cultural, fundada en 1961). Ya en plena democracia, el nacionalismo dedica sus esfuerzos a desarrollar las posibilidades del autonomismo y del Estado de bienestar y a consolidar institucionalmente la cultura catalana (crear un espacio nacional de comunicación y una escuela pública basada en la inmersión lingüística). La estrategia más fuerte del nacionalismo catalán en este periodo fue la lucha por reconstrucción cultural y el reconocimiento nacional; a partir de la transición a la democracia, el nacionalismo político (primero pactista, luego reformista y finalmente soberanista) comienza su trabajo dentro de las instituciones, pero con contextos y objetivos diferentes que modifican las condiciones de posibilidad del surgimiento y evolución del neonacionalismo.