Durante sus tres lustros de vida, en El Pulmón se estrenaron 31 obras. Los contables hablarían de un promedio de dos por año, pero para el mentor de la sala de Córdoba 86, Carlos Alsina, la vida misma se desarrolla sobre el escenario.

El docente, director y dramaturgo hizo su lugar artístico en su propia casa, para tener a mano “una fábrica de hacer y de construir hechos teatrales” durante los seis meses que está en Tucumán (el resto del año vive en Italia). “En ese sentido, dadas las características singulares del espacio con 70 localidades y mis posibilidades temporales, no deja de ser una pequeña hazaña mantenerlo abierto, en especial porque en estos 15 años no hemos solicitado subsidio ni auspicio alguno al Ente Cultural de Tucumán ni al Instituto Nacional de Teatro. Subsistimos con el precio de las entradas que el público paga”, afirma.

Esta ausencia de aportes es una marca de identidad independiente de la sala, que la distingue del resto. Alsina recuerda que fue uno de los firmantes del anteproyecto de Ley Nacional del Teatro en 1985, sancionado una década después y al que considera un ejemplo positivo único a nivel mundial. “Pero se ha ido produciendo una fractura entre el espíritu original de la norma y su aplicación altamente burocratizada. Muchos colegas tienen dificultad en recibir en tiempo y forma lo que les corresponde y eso es lamentable. Nosotros decidimos ‘la acción directa’, que es lo que el teatro independiente ha hecho desde su aparición en el país en 1930, y producimos nuestros espectáculos en forma cooperativa: todos ganamos lo mismo y compartimos por igual los gastos de producción. Esto nos permite una comprensión total del hecho creativo y no sólo de fragmento de ese proceso”, sostiene.

La casa familiar donde está montado el espacio es de 1927, lo que le causa gastos importantes de mantenimiento, que cubre con los honorarios que obtiene de sus trabajos en la península itálica, donde viaja desde hace 27 años a enseñar y a poner obras.

El teatrista admite que tener un escenario de poco más de 16 metros cuadrados en El Pulmón es un condicionamiento material, que resuelven creativamente. Pero aclara que tampoco es algo nuevo tomar en cuenta la materia disponible. “Moliere escribía sus obras calculando el tiempo en el cuál se consumían las velas que iluminaban el espectáculo; por el costo de la luz, tal vez debamos a regresar al uso de velas -ironiza-. Lo cierto es que jamás hemos puesto en escena una obra con el objetivo de ganar dinero sino que siempre fue artístico”.

“Las estéticas que se han desarrollado han sido múltiples y han correspondido a los diversos estilos teatrales que hemos transitado, desde la comedia al drama, y desde la tragedia al grotesco. No nos hemos limitado a una estética particular; sería reduccionista y limitante. Siempre hemos apuntado a desarrollar una mirada crítica frente a la realidad y hemos tratado de que el espectáculo posea una unión total entre la forma y su contenido. El teatro, como todo acto humano, es político; lo es en particular pues es quizás una de las artes que más relación tiene con el presente”, destaca.

Al momento de hacer un balance, Alsina reivindica haber logrado hacer “un teatro de arte, independiente, sin convertirnos en empresarios ni alquiladores de paredes, y sin vanidades personales”.