Lo justo y necesario, no más, tanto en chicanas como en propuestas. Los cuatro se ataron rigurosamente al libreto de campaña y no sorprendieron como para sugerir que por tal o cual intervención hayan ganado o perdido votos. Si bien la incidencia de los debates en las urnas es inmedible, sí puede asegurarse que es un aporte a la calidad institucional que los candidatos a diputado se animen a defender sus propuestas y a tratar de explicarlas, cara a cara con sus adversarios.
En el rol que cada uno cumplió se puso en evidencia la apuesta con la que llegó: Jaldo insistiendo en defender a Tucumán del centralismo de Cambiemos -argumento con el que le fue más que bien en las primarias abiertas- y Cano subrayando que la Nación hizo más por la provincia que los años de gestión peronista; aunque fue tenazmente insistente en cuestionar sólo al tranqueño. Fue la jugada novedosa; la de tratar de mostrar que la larga trayectoria política del vicegobernador no benefició a sus pagos y a Tucumán. Estaba obligado; tiene que sacar casi 35.000 votos más de lo que consiguió el 13 de agosto para que Cambiemos obtenga la segunda banca. Tomó riesgo por ese lado.
Bussi se mostró como el tercero en discordia, como el que puede alcanzar la cuarta banca; aunque le falten 70.000 sufragios; que pueden ser menos dependiendo de a quien le sustraiga adhesiones; si sucede, claro. Habló de formar un equipo en la Cámara Baja con el peronista y el radical. Un excesivo optimismo; aunque inevitable, debía transitar ese camino. Se mostró como la “cuña” entre los dos grupos mayoritarios. Somos distintos a peronistas y a radicales; ni Macri, ni Kirchner, acotó. Una rareza de estos tiempos: Fuerza Republicana, la tercera posición. Ironía, dirían algunos.
Osatinsky no se apartó de la línea de las propuestas de la izquierda, repartió para todos lados, contra los ajustes que anuncia el oficialismo nacional y contra la gestión provincial por los 50 puntos de trabajo en negro. Hasta se acordó de la cuenta suiza de Bussi padre cuando el edil habló de honestidad y de transparencia.
Todos acudieron con su librito bajo el brazo e hicieron los deberes como para no resultar aplazados, lo justo para no desaprobar o para perder lo ya obtenido; principalmente Jaldo, que fue el único que soltó un vaticinio en medio del cruce de chicanas: vas a perder peor, Cano. Dieron la impresión de que fueron a cuidar y a consolidar el voto cautivo, ajustándose a las premisas que vienen pregonando en campaña. Lo de Cano concentrando su mira en el vicegobernador fue lo distinto, aunque esperable en función de la necesidad de descontar sufragios por parte de Cambiemos.
¿Quién ganó, quién perdió? Tal como sucedió con las candidatas a diputada, es difícil contestar. Cada lado dirá que fue su candidato, pero así como no existe el peronómetro, tampoco existe el debatómetro. Lo sustantivo fue que dieran la cara y que expusieran sus propuestas. Un salto de calidad institucional.