Miguel Ángel “Piki” Orellana (foto) ocupa un calabozo del penal de Villa Urquiza desde desde hace más de ocho años. Llegó allí después de que quedara firme la sentencia a cadena perpetua que le dicto un tribunal en 2008 por un homicidio. Aún le quedan cumplir como 27 años de condena.
El 17 de agosto de 2003, Adrián Mansilla, de 26 años, fue secuestrado en la zona de la ex terminal de ómnibus. Fue fusilado en Colonia 7 de Sauce Guascho, en Famaillá. El cuerpo apareció el 15 de octubre de ese año enterrado a un metro de profundidad y cubierto con cal. Los policías lo ubicaron por el relato de un arrepentido que, además de aportar los datos donde habían ocultado el cadáver, dio precisiones sobre quién lo había matado.
Los jueces Pedro Roldán Vázquez, Carlos Norry y Julio Espíndola Aráoz, que juzgaron a los acusados, consideraron que “Piki” y sus amigos habían sido los autores del brutal crimen. Por eso lo condenaron a prisión perpetua. Misma pena recibieron Marcelo “Mudo” Romano, Omar “Anaconda” Carrizo, Marcelo “Negro” García, Angel “Beto” Ibarra y Omar “Cordobés” Ceballos. En tanto que Carlos “Pirucho” Chávez, el hombre que se arrepintió, recibió una sentencia de seis años.
Desde un principio, los investigadores sospecharon que el asesinato había sido un ajuste de cuentas. De acuerdo con la causa, “Piki” acusaba a Mansilla de haberle robado unos $ 15.000 de su negocio de El Bajo. Nunca se confirmó si la víctima también la habría quitado droga a Orellana, tal como se había rumoreado en aquella oportunidad.
El condenado, hermano del diputado José y el legislador Juan Enrique Orellana, también cobró notoriedad por haber colaborado en la mejoras edilicias del penal de Villa Urquiza y organizar encuentros especiales los días que los familiares visitaban a los reclusos.