“Le voy a decir la verdad: esas personas no tienen nada que ver”, dijo el acusado Sebastián “Moneda” Jaime mientras apuntaba con una mano a los también imputados Juan Carlos Tártalo y José Carlos Acosta. Sus palabras no fueron recibidas con indiferencia en la sala: hubo gritos ahogados y llantos contenidos. Se trata de las tres personas que están siendo juzgadas por el doble homicidio de los policías Alberto Antonio Valdez y Ángel Ernesto Vélez en Río Colorado. “No dije la verdad porque fui amenazado por Nicolás Orellana, el hijo de ‘Piki’ y Samuel Morales”, advirtió. El primero es hijo de Miguel Orellana, un hombre que cumple una condena por homicidio y es hermano de los mellizos. El segundo es su ex cuñado.
El crimen ocurrió en marzo del 2015. Poco antes de la medianoche, los sargentos habían salido en una moto particular a la ruta 157, presuntamente a verificar un automóvil que estaba estacionado en una garita de colectivo. Al acercarse, fueron acribillados: Vélez recibió cinco balazos y Valdez, dos. “Los imputados efectuaron más de diez disparos a los efectivos”, acusó en el pedido de elevación a juicio la fiscala Adriana Reinoso Cuello. En ese escrito la funcionaria señaló que se desconocía el móvil del ataque, algo que todavía es un misterio.
El juicio
Al principio, Jaime había desistido de declarar. A su turno, Tártalo y Acosta dijeron que eran inocentes y que en la cárcel habían escuchado que los autores del crimen eran Orellana y Morales. “Hasta el ‘Loco Amín’ y un tal ‘Betiana’ me dijeron ‘ese es el hijo del Piki’, pero mi mamá me decía que no dijera nada porque tienen plata. Estoy de garrón. Ese día me fui a comprar sánguches con mi mujer y a dormir”, dijo Acosta, cuya medio hermana que es hija de José Orellana, según contó. También dijo que era consumidor de marihuana, pero que jamás la había vendido.
A su momento, Tártalo también admitió que consumía droga y que tenía antecedentes, pero que había cambiado con “la palabra de Cristo”. Dijo que se enteró del crimen por la televisión y que a Jaime, quien lo acusó, sólo lo conocía porque “le comprábamos droga a la misma persona”. “Le podría pedir perdón a la gente que tengo atrás, pero no hice nada. Cuando le pregunté a Jaime por qué me había acusado, me dijo que habían ido a su casa a amenazarlo”, contó.
En ese momento, la fiscala Estella Gifoniello pidió un careo entre los acusados, pero en vez de eso, Jaime decidió romper el silencio y declarar. Contó la misma escena que había relatado en Instrucción, pero esta vez, cambió los protagonistas.
Cambió de declaración
“Morales y Orellana me citaron. Fui a comprarles marihuana y ‘merca’. En un momento, recibieron un llamado. Alguno dijo ‘ahí vienen’. Nicolás me dijo que me fuera, pero Samuel me dijo que me quede, y que viera lo que viera, no dijera nada porque se iban a desquitar con mi familia”, le dijo a los jueces Fabián Fradejas, Juana Juárez y María Alejandra Balcázar. También dijo que antes del crimen, uno de los apuntados le dijo al otro “¿qué, los policías te pidieron más seña?” y el otro respondió “ya lo vamos a arreglar a eso”.
“Cuando los policías llegaron vieron que Nicolás y Samuel sacaban armas. Valdez fue el primero en disparar. Después dispararon Orellana y Morales”, afirmó sobre el crimen. “¿Usted fue amenazado ”, se le preguntó, antes de finalizar la declaración. Dijo que sí. “Nicolás Orellana llamó por teléfono a su padre (alojado en Villa Urquiza, al igual que Jaime) y me amenazó”. Su declaración provocó que Gifoniello llamara como testigos a “Piki” Orellana y a su hijo. También quiere interrogar a los investigadores del caso, planteos que fueron aceptados por el tribunal.
Morales, después de haber sido acusado del doble crimen, declaró: “No conozco ni a los policías ni a Jaime. A Tártalo y a Acosta sí, del barrio. Nicolás Orellana es mi ex cuñado. La noche del crimen, dejé a Acosta en su casa con mi moto y me fui a dormir. No tengo causas ni armas, ni se nada sobre este hecho”, narró.