Cuando Argentina ingresó efectivamente al Rugby Championship (antes, Tres Naciones) en 2012, se sabía que los primeros tiempos serían muy difíciles. Habituarse a enfrentar todos los años a Nueva Zelanda, Sudáfrica y Australia en un cuadrangular superprofesional implicaba tener que hacerse la idea de perder casi siempre por unos cuantos años hasta acomodar la estructura: o sea que el juego de Los Pumas se asemeje en dinámica y precisión al de los del Hemisferio Sur.
Hoy, habiendo concluido la sexta edición del certamen con una nueva derrota a manos de los Wallabies (37-20), y con 33 partidos de experiencia frente a los mejores seleccionados del mundo, hay que aceptar una verdad incómoda: la brecha sigue siendo ancha. Al menos, más de lo que se pensaba que sería a esta altura, con seis años de Championship y dos de Súper Rugby.
Es indudable que el juego de Los Pumas ha evolucionado desde su acople a las competencias de la Sanzar; prueba de ello es el cuarto puesto que lograron en el Mundial de Inglaterra, hace dos años. Sin embargo, así como se ha apostado por un juego más veloz, incisivo y desplegado, también se han perdido cosas por el camino, como la heroicidad en el tackle o la fortaleza en el scrum, formación que históricamente fue un bastión del seleccionado y que hoy hace agua, más allá de que ayer lució mejor que en otros partidos.
En Mendoza, Los Pumas volvieron a la dinámica de ilusionar en el primer tiempo y a caerse en el segundo. Australia apuró al principio, pero Argentina respondió bien, con ciertos descuidos en el posicionamiento defensivo, pero con mucha fiereza en la marca. Y en el ataque, con un Nicolás Sánchez muy enchufado y un Matías Orlando dispuesto a llevarse el mundo por delante, fue animándose hasta lograr el try de Matías Alemanno y esa estupenda jugada entre Sánchez y Joaquín Tuculet que no fue try por un knockon previo de Agustín Creevy.
El problema es que en el complemento volvieron las lagunas mentales, los errores de manejo y las desconcentraciones defensivas. Ah, y los penales: si bien lo ideal es no cometerlos, la perfección en ese sentido es casi imposible, así que lo máximo aspirable suele ser cometerlos en la menor cantidad y gravedad posible. Los Pumas no cumplen con ese precepto, regalando penales innecesarios en defensa, a distancias factibles para un pateador más o menos confiable. Como suele serlo Bernard Foley, salvo anoche, que falló algunos disparos muy simples.
Lamentablemente, Los Pumas repitieron los mismos errores a lo largo de todo el torneo y, más allá de algunos pasajes esperanzadores, no parecen encontrar el rumbo. El ritmo de crecimiento se ha estancado después del Mundial de Inglaterra, y ya faltan menos de dos años para el próximo, el de Japón. La UAR tendrá que decidir si se mantiene firme en algunas de sus decisiones, o si pega el volantazo. Por lo pronto, ya ha anunciado la posibilidad de convocar a los “europeos” para el Mundial 2019. Es probable que en el corto plazo se vean más cambios.