Hace exactamente una semana, el preseleccionado tucumano inició un nuevo proceso de trabajo con miras al Campeonato Argentino de Mayores, sin siquiera imaginarse que había comenzado a transitar hacia la que podría ser la última edición del principal torneo de Uniones del país.

Que la supresión del Argentino ya se viniera barajando como posible en conversaciones informales desde hace bastante tiempo, a causa de su irrefrenable pérdida de prestigio e interés, no evitó que la decisión unánime de la UAR de no contemplar al certamen en el calendario 2018 causara sorpresa e indignación en partes iguales. Aunque el término “suspensión” puede entenderse también como una interrupción temporal, existen varios argumentos para pensar que aquí se habla en términos extintivos. El comunicado oficial emitido por la entidad madre del rugby argentino omite -intencionalmente- especificar qué pasará a partir de 2019, por la simple razón de que no se sabe. En marzo habrá renovación de autoridades en la casona del barrio de Martínez, y la gestión actual prefiere que sea el próximo Consejo Directivo el que decida qué hacer al respecto (ver nota aparte). Puede que estemos en presencia de la efectiva sentencia de muerte del Argentino, como también cabe la posibilidad de que lo veamos volver más adelante, fresco y revalorizado, como sucedió como el Nacional de Clubes. Certezas no habrá por un buen tiempo.

Desintereses

Aunque desde la UAR juren que esta decisión responde a lo que venía reclamando la mayoría de las Uniones, la noticia cayó como balde de agua helada en el interior. El rechazo a la medida fue general, sobre todo entre los tucumanos, a los que todo este asunto afecta de manera particular. La “Naranja” no es sólo un motivo de orgullo; es un símbolo, un rasgo distintivo de Tucumán. Es historia pura.

Eliminar el Argentino es irse al extremo. Sin embargo, hay que reconocer que necesita un lavado de cara urgente, porque así es inviable. Su historia y romanticismo no pueden maquillar la realidad agonizante que vive hoy en día: los jugadores ya no se desviven por jugarlo (por falta de motivación o por desgaste físico), el público en las canchas cada vez es más reducido, el rating de los partidos televisados sigue en picada y con ello también el interés de los sponsors. Aunque se trate de rugby amateur, la plata también importa. Y las arcas de la UAR, orientadas a sostener la logística superprofesional de Los Pumas y los Jaguares, no están para bancar torneos deficitarios por mera tradición. En vez de ello, prefiere volcar los recursos disponibles a la competencia de clubes, hoy por hoy más vendible y funcional al “sistema”, ese que busca captar jugadores para los diferentes seleccionados nacionales.

Queda boyando una pregunta: ¿hasta qué punto afectará a Tucumán la eventual desaparición del Campeonato Argentino? Sentimentalismos al margen, la “Naranja” es su gran producto, el único que por ahora le reporta ingresos por patrocinio, por lo que el impacto comercial puede ser considerable si no se toman cartas en el asunto. Sin competencia, el seleccionado no puede existir, por lo que habrá que conseguirle una...o empezar a vender otro producto.