Raúl David Mender “lo vio todo” en la Justicia Federal de Tucumán. Falleció ayer a los 96 años, después de mucho litigar contra una salud deteriorada. Se había retirado definitivamente en octubre de 2016, luego de que trascendiera que acumulaba casi 600 días de licencia con goce de haberes por enfermedad de largo tratamiento. Mucho antes se apartó de la exposición pública. Llegó a ser el decano de los magistrados argentinos y un miembro histórico de la Cámara Federal de Apelaciones de Tucumán, donde prestó servicios durante 32 años.
Oriundo de Simoca, Mender ingresó a la Justicia el 16 de abril de 1951, día en el que prestó juramento como secretario del tribunal que luego integraría como vocal. Antes había sido celador en el Colegio Nacional, función en la que todavía lo recuerda Antonio Gandur, presidente de la Corte Suprema de Justicia de Tucumán. El 8 de octubre de 1969, Mender fue designado procurador fiscal ante el entonces único Juzgado Federal de primera instancia de la provincia. Cinco años después, el Poder Ejecutivo de la Nación lo nombró vocal de Cámara, cargo que desempeñó hasta el 29 de octubre de 1976, cuando cesó en sus funciones por el Decreto 2.282 del dictador Jorge Rafael Videla. Tres años después del restablecimiento de la democracia, el Gobierno de Raúl Alfonsín emitió el Decreto 458 que repuso a Mender en el cargo.
En la Cámara protagonizó y fue testigo de grandes transformaciones institucionales. Mender contempló en primerísima fila el cambio de estatus de la Justicia Federal, fuero de excepción en expansión permanente en las últimas décadas. Si bien la estructura creció apenas, la importancia de estos Tribunales trepó hasta las nubes tirada por las causas de narcotráfico; las denuncias de corrupción que involucraron a fondos y funcionarios nacionales; los amparos de la salud; las elecciones federales; los megacasos de lesa humanidad y los pleitos previsionales. Quizá el punto de inflexión llegó en 2005, cuando comenzaron las investigaciones de los litigios con títulos públicos que sepultaron las carreras de los dos jueces federales de primera instancia: Felipe Terán, quien fue destituido en 2006, y Jorge Parache, quien renunció un año más tarde. Pese a su edad avanzada, Mender desplegó, como titular de su Cámara, un papel principal en esa crisis.
“¡Claro que hay corrupción en la Justicia!”, dijo entonces en uno de sus últimos contactos con la prensa, que en verdad fueron contados. El presidente del tribunal añadió que la vida de un juez debía ser motivo de alabanza y que había que respaldar la toga con una conducta pura. “La Justicia sufre un ultraje que no merecía. Se luchó mucho en Tucumán por el buen hacer (...). Antes no se metían los dedos en la lata”, reflexionó.
Cuestión de señorío
En medio de movimientos de toda clase, Mender permaneció apegado a la concepción de juez de su época. Sus ideas sobre cómo debía ser saludado, por ejemplo, le valieron en 2010 una sanción de advertencia en el Consejo de la Magistratura de la Nación. Según la resolución 26/10, Mender se ofendió porque un abogado del Ministerio Público, Rafael Medina, le había dicho “hola, buen día…” al encontrarlo en el pasillo. En la contestación de la denuncia de Medina, el camarista explicó que, cuando le reprochó su forma de saludar, el “insolente” joven replicó que él se dirigía a todos por igual. Lejos de arrepentirse de haber ordenado a la Policía que llevara a Medina a su despacho, Mender dijo al Consejo: “el señor que se dice abogado no pidió disculpas, lo que demuestra que hoy tener un título universitario no quiere decir por ello que se adquiera señorío. Lo doloroso es que salen con esa moda actual vívida y disgregacionista, con una verdadera ‘cultura piquetera’, hijos del ‘tuteo’, del ‘checheo’, del ‘vozteo’, sin importarles una pizca la dignidad ciudadana, que quedaría salvada con un simple ‘buen día’ o ‘buenas noches’”.
Un año después, sus compañeros de tribunal, Ricardo Sanjuán, Marina Cossio, Graciela Fernández Vecino y Ernesto Wayar, lo homenajearon designando con su nombre a la mesa general de entradas. “En su larga trayectoria, como juez o presidente cuando le tocó actuar como tal, el doctor Mender participó en forma destacada en la vida institucional de esta Cámara juzgando, como se desprende de sus pronunciamientos muchas veces dictados en disidencia, sin perder de vista que la idea de justicia es el principio más elevado del Derecho”, expresó la Acordada 101/11.
Además de valorar su claridad jurídica, Wayar reconoció ayer la calidad humana de Mender. “Fue un compañero que me recibió con todo afecto y un juez notable: su producción merece ser recopilada. Yo lo acompañé en casi todas las sentencias”, recordó en un alto de una actividad académica en La Plata, donde lo encontró la noticia del deceso. “Es una pérdida enorme. Pero todos nos tenemos que ir”, meditó el camarista.
Viudo desde hacía tiempo, Mender deja una hija, Susana Mender, que es abogada y arquitecta. Según se supo, su última “sentencia” consistió en un rechazo categórico de los homenajes post mortem.