Esos abrazos interminables entre los jugadores, segundos después de que Ramiro López pitó el final del juego, graficaron cuánto valió el triunfo de ayer para San Martín.
Significó mucho más que tres puntos. El “Santo” volvió a ganar en el estreno de un torneo en su casa, ante su gente y por 1-0; al igual que hace 10 años, cuando venció a Unión de Santa Fe en el inicio de la temporada 2007/08. Aquella vez, había armado un plantel prácticamente nuevo, que luego terminó consiguiendo el boleto para jugar en la máxima categoría.
Ayer, otro equipo nuevo, que de a poco va adquiriendo el sello de Diego Cagna, sacó adelante un partido “chivo”, difícil, contra un rival ordenado, de buen pie, que le traerá problemas a más de uno esta temporada. Pero San Martín ganó y lo hizo bien; sin dejar ningún tipo de dudas e imponiendo condiciones desde el minuto cero.
Así como muchos hinchas no tenían en su memoria el último triunfo en el comienzo de un campeonato, también fueron muchos los que no recordaban lo que era ganar un juego tranquilo, sin pasar sofocones, apoyados en la solidez de un equipo que inspira confianza desde el terreno de juego.
Cimentado en Sebastián Prediger, un capitán que hace todo fácil, el “Santo” se cuadró y salió a “comerse crudo” a un “Verdolaga” atrevido, que no vino a ver qué pasaba.
Pero con el “5” a la cabeza, Juan Galeano y Matías García se soltaron y comenzaron a apuntalar su buen juego. Así, los movedizos Gonzalo Rodríguez y Claudio Bieler empezaron a acercarse al arco visitante.
“Turbo” y “Taca” no se quedaron de brazos cruzados viendo cómo el rival se cerraba contra su arco, cuando el “Santo” intentaba romper líneas. Ese fue otro punto positivo que mostró el equipo en el primer juego de la temporada.
En el período inicial, Ignacio Arce fue un espectador de lujo, que vio cómo todo se desarrollaba cerca del área rival. San Martín no pudo, sin embargo, irse al descanso en ventaja, porque se mostró impreciso en la puntada final y porque los palos salvaron a la visita.
Pero por cómo venía la mano, lo que pasó en el complemento también puede anotarse en la columna del haber. Porque más allá de la necesidad (léase obligación) de ganar, el equipo no se enloqueció nunca. Siguió metido en el partido, firme en sus convicciones e intentando quebrar a su rival con sus armas. Nunca se expuso a esas contras que, en otro momento, hubieran traído más de un dolor de cabeza. El retroceso estuvo aceitado y los encargados de generar fútbol sólo tuvieron que centrar su cabeza en ello.
Y ese zapatazo de Galeano llegó en el momento justo. Para calmar a los ansiosos y para inyectarle fuerzas a un equipo que hasta ese momento había hecho todo el desgaste del juego.
A partir de ahí, San Martín pareció soltarse. Los ingresos de Walter Busse y Franco Costa le dieron otro aire y le permitieron crecer como equipo. Si hay algo negativo del debut es, sin dudas, el tema “definición”: el triunfo pudo haber sido mucho más amplio. Pero no.
El 1-0 alcanzó y sobró porque de mitad de cancha hacia atrás se vio que la solidez podría llegar a ser una marca registrada del nuevo San Martín. Ferro fue a la carga con todo, pero chocó una y mil veces con una defensa sobria y aguerrida.
Fue un 1-0 que se festejó con todo en Bolívar y Pellegrini. Porque sirvió para sumar tres puntos clave para todo equipo que pretende ser protagonista.
San Martín volvió a ganar en casa por 1-0 en un debut, como en la gloriosa temporada 2007/08. ¿Se repetirá el final feliz de aquella historia?