Laura M. Quintero - Periodista de "El Vocero" para LA GACETA
Cuando lo peor del huracán Irma había pasado para la mayoría de los puertorriqueños, la tragedia apenas comenzaba para más de 100 refugiados, que se encontraron con sus hogares destruidos.
Las ráfagas de entre 113 y 182 kilómetros por hora arrancaron techos de zinc y destrozaron las paredes de madera. La lluvia inundó los pisos de sus casas hasta el nivel de los tobillos... perdieron sus muebles y pertenencias.
“No se puede estar ahí”, comentó Brenda Figueroa, de 26 años, quien vive con su madre en la comunidad Villa Hugo II, en Canóvanas. El huracán les dejó la casa inhabitable: inundó los cuartos y la peste acaparó la residencia. Madre e hija pasaron la noche en uno de los 456 refugios habilitados por el gobierno de Puerto Rico. Aunque el Servicio Nacional de Meteorología había cesado el aviso de tormenta tropical, no tenían adonde regresar.
Las familias de Villa Hugo lo perdieron todo por segunda vez: construyeron sus casas sin los permisos oficiales, luego de haber sufrido los embates del huracán Hugo hace 28 años. Irma se pronosticaba como el huracán más fuerte en pasar cerca de Puerto Rico en un período de 100 años, pero finalmente se desvió un poco hacia el norte, lo que disminuyó la intensidad de las ráfagas y la lluvia.
“Posterior a la tormenta, déjenme comenzar agradeciendo a Dios todopoderoso… Aunque este evento fue uno fuerte, pudo haber tenido un impacto mayor”, fueron las primeras palabras del gobernador Ricardo Rosselló, luego de que se le informó que no hubo vientos huracanados, sino ráfagas de 113 kilómetros por hora consideradas típicas de tormenta tropical.
Solo Culebra experimentó ráfagas de huracán categoría 3. En esa isla municipio, 80 familias perdieron sus viviendas. Las ráfagas provocaron también la caída de árboles, postes y tendido eléctrico, lo que a su vez obstruyó un sinnúmero de vías públicas y dejó a casi un millón –de una población de 3.4 millones– sin energía eléctrica.
Con la caída de ocho líneas de transmisión, se vio afectado el funcionamiento de la infraestructura de telecomunicaciones, de cable, agua potable y hospitales, que ayer se mantenían operando con generador.
Aún después de que salió el sol para Puerto Rico, quedaban 173 personas refugiadas a causa de las inundaciones y daños o pérdida de sus hogares.
Estos refugiados son residentes de los municipios de Culebra, Canóvanas y San Juan, localizados al este y noreste de la menor de las Antillas Mayores.
Los trabajadores de la Autoridad de Energía Eléctrica habían estado restableciendo la energía eléctrica poco a poco a los sectores, aunque las uniones acusaron al gobierno de haber provocado el colapso de la electricidad con la falta de mantenimiento a las piezas corroídas, una de muchas medidas de austeridad que han implantado los gobernantes durante más de una década, que se ha prolongado la crisis económica y fiscal de Puerto Rico.
El gobierno de Estados Unidos le impuso, hace un año a su colonia, una junta de control fiscal a cargo de garantizar el pago de una deuda pública de más de $74.000 millones a los bonistas, por lo que este archipiélago caribeño enfrenta otro tipo de situación de emergencia en los tribunales de quiebra.
La administración planifica achicar el tamaño del gobierno y privatizar ciertos componentes como por ejemplo la generación de energía eléctrica.
Mientras tanto, Iván Arroyo, de 62 años, comentaba ayer que prefería permanecer en el refugio porque en su casa se había ido la luz y “de noche, eso es que mete miedo”.