Cada nuevo índice que publican el Indec o el Observatorio de la Deuda Social de la UCA sobre pobreza e indigencia en el país evidencia que hay más personas que enfrentan dificultades económicas. Las últimas mediciones registraron en nuestra provincia, sólo en el área metropolitana, 243.000 personas pobres, es decir el 27,7% de la población. Además están aquellos que ni siquiera pueden acceder a la canasta básica, la de alimentos, y quedan ubicados por debajo de esa línea, en el lugar que ocupa la indigencia: hay 35.000 tucumanos en ese estado crítico.
Los comedores comunitarios son la única alternativa para muchas de estas familias, que llegan empujadas por la desesperación a pedir un plato de comida. A veces, el único que reciben durante el día.
Según información proporcionada por instituciones como el Banco de Alimentos y Cáritas Tucumán, en los últimos años hubo un incremento en la cantidad de gente que asiste a los comedores por lo que debieron ampliar las partidas de alimentos que envían como complemento al financiamiento que reciben de manera oficial.
Adriana Díaz es la presidenta de la Asociación Civil Crecer Juntos, una organización sin fines de lucro que administra un comedor infantil y algunos hogares. Allí le dan de comer a 350 chicos que viven en los alrededores del Barrio Juan Bautista Alberdi Norte. Hace algunas semanas, a causa del retraso en la llegada de fondos oficiales, el comedor estuvo cerrado. No es la primera vez y, cuando eso ocurre, muchos de los vecinos no comen. Al menos, así lo asegura Adriana.
“Estamos desbordados. Hay más personas que quieren venir, pero uno hace hasta donde puede. Calculamos que el aumento es de un 30%, pero no podemos cubrirlo”, dice. “Cuando no hay hogar o comedor no comen. La situación económica nos alarma. Este 2017 nos tiene preocupadas. En el barrio se siente que la cosa no viene bien”, sostuvo.
En el Barrio 1° de noviembre, en Las Talitas, funciona desde 2007 el Comedor Infantil El Señor del Milagro. Teresa Aguilar es la responsable y la coordinadora de la Asociación Civil Centro Vecinal 8 de marzo. Aunque la partida presupuestaria aprobada es para 146 beneficiarios, han llegado a tener hasta 160 personas comiendo. “A pesar de todo seguimos apostando a que los chicos tengan una buena alimentación. Por suerte recibimos aportes de instituciones como el Banco de Alimentos que nos ayuda cuando no llegamos”, dijo.
Programas oficiales
De acuerdo con los registros proporcionados por el Ministerio de Desarrollo Social de la provincia, existen en Tucumán 89 cocinas comunitarias; 65 comedores comunitarios, infantiles o centros de cuidado; y 721 escuelas incorporadas al Programa de Comedores Escolares. Además, el Gobierno implementa otros programas específicos como la entrega de módulos y tarjetas alimentarias, en el marco de proyectos cofinanciados con la Nación.
Casi 185.000 niños en nuestra provincia se alimentan gracias a la existencia de comedores o centros de integración donde reciben un plato diario. Para ello y según consta en los informes publicados por la Secretaría de Hacienda de la Nación, se destina a Tucumán un presupuesto de $ 100 millones para políticas de seguridad alimentaria. La cifra se distribuye entre el Programa de Comedores Escolares ($ 73 millones) y Tarjetas Alimentarias ($ 27 millones).
En tanto, la provincia asigna a los mismos fines $ 290 millones que se reparten entre los tres principales ejes programáticos (Comedores Escolares, Cocinas Comunitarias y Comedores Infantiles o Comunitarios). A eso se le suma la entrega de módulos alimentarios y las “tarjetas Cabal”, una asistencia alimentaria que consiste en el depósito de dinero para realizar compra únicamente de alimentos. No obstante, esa ayuda parece ser insuficiente. Y, lo que es peor, no resuelve el problema de base.
Triste debut
Alicia Luna es madre de tres hijos y desde noviembre del año pasado asiste junto con dos de ellos al Comedor Don Bosco. Confiesa que le costó tomar la decisión, pero desde que quedó sola a cargo de su familia no encontró mejor salida. “Nunca había venido a un comedor. Es nuevo para mí”, afirma. “Como no tengo trabajo estable, dependo de lo que pueda vender para solventar los gastos. Un día en que no tenía qué vender y tampoco para comprar comida para ellos, decidí pedir ayuda, nunca lo había hecho. No tenía donde estar ni ropa para ponerles”, agrega.
Los mismo pasa con Lucía Cabrera. Su marido es vendedor ambulante y no siempre les alcanza para comer. “Por lo general sólo tenemos para una sola comida al día”, cuenta. “Hace un año que venimos porque no nos alcanzaba el dinero. Primero empezaron a venir mis hijos, yo no quería porque era un comedor infantil. Me daba vergüenza”, lamenta.