El preludio de la campaña electoral ha comenzado bastante mal para Cambiemos en Tucumán.
En el arranque de la semana (esta que, por fortuna para los referentes de Mauricio Macri en la provincia, ya se está terminando) el yerro que supuso pretender que Arroyo Zaimán pertenece a la geografía tucumana fue un verdadero cimbronazo para el sector que lidera el titular del Plan Belgrano, José Cano. Más allá de la inagotable catarata de chicanas que soltó el oficialismo tucumano, la sensación que quedó flotando se sintetiza en una palabra: precariedad. Hacia ella conducen los cuestionamientos que recibió el radical (la improvisación y el nerviosismo agrupan a la mayoría de las críticas serias), pero también los argumentos para justificarlo: errores de comunicación y falta de controles y de coordinación.
En todo caso, asumiendo que no es Cano quien supervisa la publicidad oficial, esta es la segunda oportunidad en la que quienes trabajan con él lo dejan muy mal parado. La primera vez fue con las presuntas negociaciones incompatibles con la función pública a partir del viaje a Corea del Sur de un par de ex colaboradores, que hoy se ventila en la Justicia Nacional. Entonces, sería bueno que quienes asesoran al radical lo cuidaran un poco más. Así como sería recomendable que Cano, de una vez por todas, aprendiera a elegir certeramente a sus asesores.
Pero antes de que la semana terminara, el tucumano con rango de ministro nacional cometió un segundo error que no es achacable a nadie de su equipo. Luego de confirmar tempranamente que asistiría a Panorama Tucumano, el ciclo periodístico de LA GACETA en Canal 10, resolvió no ir a la emisión a la que estaba invitado a exponer ideas y propuestas como precandidato a diputado nacional. Sostuvo que debía mantener una serie de reuniones en Buenos Aires, esa ciudad tan susceptible de la que, el mismo miércoles, partieron rumbo a Alemania el presidente Macri, su jefe de Gabinete, Marcos Peña; y el ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, entre otros gravitantes funcionarios de la Casa Rosada que en la mañana de ayer ya estaban en el Viejo Continente.
Quien sí acudió la cita, que pudo verse en las pantallas chicas de todos los rincones de la provincia, fue el vicegobernador (presumiblemente de licencia), Osvaldo Jaldo. El oficialista criticó las políticas nacionales, elogió las políticas provinciales y respondió a la inquisitoria periodística. A su lado había una silla vacía. Volvieron a llover las chicanas oficialistas. Pero más allá de ellas, la sensación que quedó flotando, otra vez, se resuelve en la misma palabra: precariedad. Hacia ella conducen los cuestionamientos que recibió el radical (la improvisación agrupa a la mayoría de las críticas serias). Pero también una pregunta sumamente incómoda: ¿qué era más importante para el radical que exponer sus ideas y propuestas ante los tucumanos, en general, y ante su adversario, en particular?
Ya se sabe que hay núcleos duros de votantes tucumanos, tanto en Cambiemos como en el peronismo, que van a votar por los candidatos de esos espacios, así sea que Jaldo se retracte y diga que el mejor gobernador de la historia fue Celestino Gelsi o que una publicidad macrista ubique a la Casa Histórica en San Fernando del Valle de Catamarca. Pero el asunto pasa por convencer a los que no están fanatizados ni a favor ni en contra de uno o de otro. Es decir, pasa por construir significaciones donde esos ciudadanos (que son mayoría) se sientan representados. En el cierre de la primera semana de julio, el oficialismo tucumano termina con ventaja.
El pasado que entrampa
El faltazo de Cano deja, como principal querella planteada por Cambiemos de Tucumán al oficialismo local en el marco del año electoral, la cuestión de las candidaturas testimoniales. Ciertamente, no da la impresión a esta altura del año de que esa sea una divisoria de aguas determinante para los tucumanos. Es decir, no pareciera, a simple vista, que cuanto menos hoy un grupo sustancial de electores vaya a votar por el macrismo o por el peronismo en función de si sus postulantes de verdad van a asumir como candidatos, o no.
En todo caso, si Cano ha puesto tanto esfuerzo en esta cuestión (al punto de que renunciará en una semana al Gabinete nacional) ha sido para “provincializar” la campaña. Por lo demás, así como su situación es más clara que la de Jaldo, quien sólo ha pedido licencia, esa nitidez se opaca frente al hecho de que en la nómina peronista las legisladoras Gladys Medina y Sandra Mendoza también pidieron licencia, cosa que no han hecho ni el intendente de Concepción, Roberto Sánchez, ni el legislador Alberto Colombres Garmendia, que conforman la nómina de Cambiemos. Colombres Garmendia, ciertamente, pide que a la obligatoriedad de tomar licencia la fije una ley, cosa que, en rigor de verdad, reclamó en 2011 el camarista Rodolfo Novillo en el histórico fallo “MP3”. Sin embargo, no menos cierto es que para pedir licencia sólo hay que pedir licencia.
Contra la “tucumanización” de la campaña, en contra de los esfuerzos canistas, se posiciona la Casa Rosada. Lo hizo la semana pasada Peña, cuando le pidió al peronismo que se haga cargo de lo poco y nada que hizo por el Norte argentino durante las casi tres décadas en que gobernó. Y lo hizo ahora el propio Macri, quien en una entrevista con Canal 8 le reclamó una vez más al gobernador Juan Manzur la reforma política y la eliminación de los acoples. Ese “nacionalización” de la campaña descoloca al mandatario tucumano. Tanto que, cada vez que intenta dar una respuesta, se entrampa en su pasado reciente.
Manzur contestó reclamándole obras a la Nación, cuando él fue vicegobernador en dos de los tres períodos de Alperovich, quien administró (sin actualización por inflación) $ 140.000 millones en presupuestos públicos, para dejar riego asfáltico y cordón cuneta. Con igual desprecio por la calidad institucionalidad y la transparencia en la administración de los recursos públicos, pero con menos dinero, el zamorismo hizo de Termas de Río Hondo la segunda ciudad de Santiago del Estero: hoy, los tucumanos usamos su aeropuerto ante el cierre del Benjamín Matienzo, porque los santiagueños tienen dos aeroestaciones. Tucumán, no.
Desenfocado, Manzur arremetió luego contra el voto electrónico y dijo que en el mundo está dejando de ser usado. Es poco menos que increíble escuchar eso de su boca: él presidió la Convención Constituyente que estatuyó el voto electrónico en la Carta Magna (artículo 43 inciso 3). Luego, el presidió durante ocho años la Legislatura que incumplió el mandato de instrumentarlo (artículo 157). Más tarde, asumió la gobernación y en el discurso inaugural de su mandato, prometió la reforma política que hoy se rehúsa a concretar.
La reforma política no se reduce a los mecanismos de sufragio, que es el reduccionismo en el cual se empecina el oficialismo. Es un asunto más vasto y más profundo, que pasa, por ejemplo, por determinar si a los comicios tucumanos debe seguir controlándolos un órgano administrativo (la Junta Electoral Provincial sólo existe por ley: el inciso 14 del artículo 43, que la consagraba y la concebía con mayoría del poder político, fue fulminado de nulidad por el mencionado fallo “MP3”) o si debemos contar con un fuero del Poder Judicial que se ocupe de esa materia.
La reforma política tiene que ver con dar a los tucumanos un sistema digno y transparente para elegir gobernantes, y con darles a esos gobernantes la autoridad que emana de la legitimidad.
Pero el manzurismo, en cambio, trabaja para que la reforma política quede jibarizada en una mera revancha respecto de los comicios de agosto de 2015. Esos de las urnas quemadas, embarazadas y refajadas, entre bolsoneo, acarreo y tiroteo.
Por eso cuando Cano “provincializa” la campaña lleva la discusión hacia el terreno donde el gobierno tucumano pareciera querer conducirla en esta materia. Porque Jaldo, cuando hace campaña y busca votos, dice que él y Manzur no atacan a Macri sino que cuestionan sus políticas que han empeorado las condiciones de vida de los sectores más pobres. Pero cuando le habla a Cano, el vicegobernador le dice que el reparto de bancas tucumanas, en los comicios de octubre, tal vez sea “3 a 1”. En Panorama Tucumano se animó a decir, inclusive, que no descarta el “4 a 0”.
Léase, está diciendo que si el Gobierno provincial mantiene o amplia la brecha de votos de 2015 (110.000 sufragios), validará con ello el resultado de 2015. Y, más aún, mostrará que es innecesaria una reforma política, porque los comicios de este año, que son controlados por la Junta Electoral Nacional, habrán confirmado los guarismos de aquellos que controló la Junta Electoral Provincial.
El 14 comienza oficialmente la campaña. Cambiemos necesita empezar a sacar aciertos de la galera…