Usted, hincha del fútbol, ¿piensa que existe algo más feo que a su equipo le empaten al final del juego cuando antes tuvo todo para ganar fácilmente? Sí, claro que sí. Y los simpatizantes de San Martín pueden dar fe ello.
Mucho peor es que eso sea una constante a lo largo de un torneo, y una de las principales causas por la que un equipo no pueda dar el salto de calidad.
Ayer, en Corrientes, en la casa de Boca Unidos, el “Santo” volvió a dar muestra de que es una máquina de resucitar equipos que parecen estar liquidados. El “Aurirrojo” se vio perdido desde mucho antes de que el árbitro José Sandoval pitara el inicio del juego. Si bien el correntino no es muy futbolero, las pocas personas que hablaban del duelo en las calles de la ciudad ayer por la mañana, analizaban cuántos goles podía hacerle el equipo de La Ciudadela a este entusiasta equipo dirigido por Christian Bassedas.
Y si los pocos hinchas locales que llegaron al estadio tenían alguna ilusión de ver triunfar a su equipo, esta se esfumó a los cuatro minutos, cuando Esteban Goicoechea mandó a la red una buena jugada de laboratorio.
Pero claro, todos esos simpatizantes no contaban con la “solidaridad” del “Santo”, que vio que su adversario estaba perdido y se encargó de mostrarle los caminos para sortear el laberinto de derrotas.
Esto, porque después del 1-0, el “Albirrojo” pareció sacar el pie del acelerador, controló el juego y mantuvo a su rival bien lejos del arco defendido por César Taborda.
Pero en el complemento la cosa cambió, y feo. Bassedas, perdido por perdido, mandó a la cancha a Cristian Núñez y a Mariano Miño con la idea de poblar el área rival. Pero ese no fue el mayor inconveniente.
Boca Unidos dejó muchos espacios en la última línea y San Martín se encargó de fallar una y otra vez en las jugadas de contragolpe. Erró pases de un metro y estuvo muy livianito en el ataque. Por eso no cerró la lucha antes. Taborda advirtió que la cosa no estaba como para andar tirando manteca al techo cuando le atajó el penal a Núñez. Pero nadie le hizo caso.
Ramón Lentini perdió un gol abajo del arco (cosa rarísima en él) y Gonzalo Rodríguez corrió 70 metros, solo con pelota dominada, pero en el momento justo se enredó con el balón y regaló lo que era el 2-0.
Y, sí: los goles que no se convierten en un arco, se los termina sufriendo en el otro. Osmar Ferreyra cambió por gol otro penal sancionado por Sandoval (los dos estuvieron bien cobrados) y niveló la lucha, para que en San Martín se lamenten mucho más y no le encuentren solución a ese problema que ya necesita terapia.