Traía tal vez en la mochila de sus pensamientos un silencio de zamba. Apoyando su alma en el bastón, entró al hotel Mayoral, ahora Mediterráneo, donde había nacido su admirado Ricardo Rojas. “Dice don Ata que lo espere en el bar. Se fue a comprar alfajores, ya vuelve”, me dijo el recepcionista. Eran las 17 del martes 31 de marzo de 1992, su hora preferida para conversar. Lo esperé unos minutos. Ese anciano que había visto la luna buena besando el cañaveral, saludó. Comenzamos a charlar informalmente; se sumó su querido Pato Gentilini. Había venido a visitar a viejos amigos y a participar en un panel sobre los 500 años de la Conquista de América y a una charla con estudiantes, invitado por Josefina Racedo. La conversación fue con digresiones. Partimos de Túpac Amaru y el verbo nos hizo caminar otros senderos. Un abrazo de nostalgia, desasosiego y despedida acollaraba sus palabras. Presentía quizás que 53 días después, el 23 de mayo, se envolvería en el poncho del silencio eterno en Nîmes (Francia). Tal vez esa tarde, en la mirada de Atahualpa Yupanqui podía leerse un adiós quebrándose en el cerro, quizás un rumor de guitarra cuchicheándole: no me asustan los caminos, ni arenas ni pedregal, por muchos que haya en el universo, no serán los caminos de mi Tucumán...
- Una conquista española que regó con sangre y barbarie el continente.
- En 1781, un poquito antes de la Revolución Francesa fue lo de Túpac Amaru. Terrible también la forma en cómo murió ella, la acogotaron con el torno y se rompió la cuerda, ella tenía un cuello pequeño. Micaela Bastidas se llamaba su mujer y él la estaba mirando, no podía hablar, estaba mañao. Al no poder ahorcarla, un adelantado, Arriaga, representante del rey, capo de mafia, dijo: “quítenle la cuerda y déjenla”. Y le dice a la capataza: “llevala con tres o cuatro hombres, la atan en cuatro caballos”. La golpean, la empujan, la dejan en el suelo. Era cerca del Cusco, en un lugar que se llama Sicuani, departamento de Tinta. La mataron a patadas, en la cara, el pecho, pobrecita, ella era menudita. Los hijos fueron degollados delante de ellos, de los dos padres...
- ¿Cómo ve este festejo de los 500 años del descubrimiento de América? ¿Hay que festejarlo? Otros hablan de un encuentro de dos culturas como para justificar algo.
- ¿La cultura que fue degollada? ¿La otra que fue la triunfadora? Han transcurrido 500 años, entonces no me cabe a mí, desde el punto del buen raciocinio, alimentar un espíritu de venganza. No tengo el derecho de juzgarlo, sí puedo sentirme ajeno a esa especie de trampita que el destino tiene, trampitas que se inventa la muchedumbre y sobre todo España, que no arregló bien lo que tiene con Inglaterra, y que viene de hace 300 años. Y ninguno hace nada, porque tan pirata es uno como el otro, no se animan a culparse, teniendo ellos documentos. Tendrían que desatar una cuarta guerra que esta vez ya no sería chiquita porque sería con todos los elementos que la ciencia ha desarrollado a partir del átomo.
- ¿Los 500 años de la conquista continúan bajo otros disfraces?
- No, simplemente pienso que debe ser una posición no muy clara de la historia nacional, del mundo. La posición no creo que sea solamente española. Este hormiguero patiao que es el mundo actual, donde se descubre que hasta un criollo nuestro intervino en el asesinato de Kennedy... hay una confabulación internacional, se debe a intereses, que no son religiosos ni místicos, que no es fruto del amor. El otro sistema que es una especie de gimnástica internacional peligrosísima, crea el espíritu del terror. Las cosas que se hacen para crear el terror no tienen límites, como esto del atentado de la embajada (de Israel) en pleno Buenos Aires, con heridos y desaparecidos; hay bolsas con dedos que se van descubriendo de a poquito...
- Durante décadas se ha escrito mucho sobre el ser nacional desde distintas ópticas y se ha dicho que la Argentina no ha encontrado aún su identidad, aunque tal vez tiene muchas identidades, las que trajeron los inmigrantes.
- Todos los países del mundo tienen muchas identidades. ¿Cuántas identidades tienen los que han puesto la bomba la semana pasada en la embajada? Hay de acá y de las otras. El concepto moral, de vida, de convivencia, de coparticipación en los sucesos de la cultura y de la civilización, no tiene dos años, tiene diez siglos, 1.500 años, los árabes, los judíos tienen muchos. Yo no puedo afirmarlo ni meterme en eso porque ignoro, no debo ser la risa de los entendidos, en primer lugar, debo tener el suficiente recato y prudencia. Lo que sé es que hay mucha falsedad, que no es económica, es la condición humana que ha bajado mucho. La razón no la tengo yo ni puedo arriesgar una razón técnica o histórica.
- Muchos han hecho el intento de definir el ser nacional desde Jauretche a Pérez Amuchástegui. El pueblo brasileño tiene una identidad fuerte que se refleja en sus tradiciones, en su música, en el carnaval, ellos defienden lo suyo, los argentinos hemos sido más permeables a las influencias, a todo lo que viene de afuera y a veces, renegando de lo nuestro.
- Creo que hay un nivel, un concepto un poco exagerado del sentido de la civilización o de conciencia de la civilización de los pueblos, en favor o en contra, pero no deliberadamente. Nosotros nos sentimos muy civilizados, pero usted entra a un ascensor y nadie le dice: “buenos días” ni “buenas tardes”. Entra a una confitería, usted no saluda y nadie lo saluda, en cambio, al lado de mi casa, en París, vivo en un barriecito cualunque, llega un chico de zapatillas de ocho años o un viejo jubilado con su pobreza y una florcita en el ojal, esa coquetería pasada de moda... entra a comprar una carnicería y lo primero que dice es: “bonjour messieurs dames”, hay recato y dignidad, eso se llama un viejo resabio de civilización, que ellos lo tienen. No pretende ser amigo de nadie ni dialogar con nadie. Aquí la modalidad es otra. Me da mucha pena.
- Un tío, descendiente de suizos alemanes, recordaba con tristeza que a comienzos el siglo XX, cuando chicos solían bailar chacareras, zambas, gatos, y las generaciones posteriores perdieron ese hábito...
- Fueron adoptaron otros hábitos como la influencia de las danzas españolas, o vecinas, uruguayas, brasileras, no tanto lo inglés. Cuando yo tenía ocho años, cuántas veces lo he mirado a mi padre, que era un hombre de un metro noventa de alto, flaco, de bigotes, santiagueño, loretano, bailar con un chaleco con botones, cuello duro, en el que se podían escribir los teléfonos en el almidón. Una vez, un tucumano, el “Peludo” Gutiérrez, abogado, famoso, muy radical, muy amigo del monterizo Machi Márquez Alurralde, llegó enojado a la casa y la mujer le preguntó: “¿qué te pasa? Y la miró a su cuñada y le dijo: “¿sos vos o tu hermana la que me han lavado los puños de la camisa”? (se ríe) Ahí había tenido anotado unos teléfonos que precisaba. “¿Quién me ha lavado la libreta de teléfonos?” Y su mujer que le conocía las chinches no le contestó nada. Fui muy amigo de Maximiliano Márquez Alurralde, el que escribía la historia del Rey Petiso, con unas moralejas criollas hermosas. Lo había acriollado al personaje, escribía historias del siglo pasado pero con una dulzura, una gracia, una ironía, lo mismo, en otros términos, más audaces, más agudo, lo tenía Hynes O’Connor en las “Cartas a mi Ñaña”. Machi escribía historias ingenuas de buen castellano en buen castellano. Me parecía muy bien. Es natural que todo eso se haya dispersado un poco, es natural, lástima que se ha olvidado el sistema, la costumbre, el hábito del bien decir, eso es lo que se ha olvidado en nuestro país, el hábito del bien decir.
- ¿Qué le ha aportado a su producción poética y musical la vivencia de caminar América, otros países, Francia, Japón, Alemania...?
- He vivido en Francia 14 años, he ido al Japón cinco o seis veces. He aprendido a vivir, no sé si sé aplicar mi aprendizaje. Nada me ha hecho desaprender ni siquiera el reflejo de mi tierra, la nostalgia de mi tierra. Hay una cosa que no he confesado nunca y se la voy a confesar a usted, no en detalle porque no he pensado. ¿Qué es la nostalgia? ¿Cómo opera en uno? ¿A través de una zamba? No, no siempre. Yo tengo nostalgia de Tucumán, me toco tres zambas donde esté, y ya estoy bien. Uno o dos “Tristes”, de Aguirre, ya me traen la pampa que yo amo, que alcancé a mirar, a olfatear, entonces, chau nostalgia. Estoy feliz porque he degollado la nostalgia. Pero hay una sola que no puedo degollar, hasta ahora no he podido. Llevo 24 años en París, viviendo un mes, unas semanas, 20 días y me corro a España. ¿Cuál es mi nostalgia? El recuerdo de los olores de mi tierra, el aroma de los yuyos de mi tierra no lo encontrado en ninguna parte del mundo, nada que se parezca al hinojo, por ejemplo, la ruda, el romero, no lo he encontrado ni antes ni después de la lluvia, esa es mi nostalgia. Muchas veces he visto una plaza, un parquecito, ensuciándome con barro los zapatos, que después me los lustro yo. El olor a aca de las ovejas es igual, pero con los yuyos no pasa lo mismo.
- Usted guarda con cariño las enseñanzas de sus padres y sus parientes...
- Yo soy vasco, tengo recato, como decía mi madre: “nosotros tenemos acá adentro (se señala el corazón), por lo menos, dos toneladas de dignidad”. Porque nada tengo, nada puedo perder de lo de afuera, y el tío Gabriel decía: “hay que cuidar lo de adentro porque lo de afuera es prestao”. Esas eran las toneladas, de lo cual alguito les que queda a algunos y otros las han perdido. He tenido honorables tíos, abuelos, algún cuatrero también...
- ¿Cuál es su mirada sobre la música argentina, el folclore de las últimas décadas, de proyección, de fusión?
- No me llama la atención para nada.
- ¿Ni siquiera lo ve como una búsqueda? ¿El folclore puede evolucionar?
- Folclore no es ni arte ni ciencia, es un acontecimiento de la necesidad del hombre de expresarse. ¿Quién dijo eso? Don Ricardo Rojas, ¿no? Si hablara de música argentina yo me callo la boca, usted ha hablado de folclore, el folclore es eso que el pueblo aprende sin que nadie se lo haya enseñado, así decía Ricardo Rojas, aunque no creo que sea sólo de él. Otro dijo que es esa inquietud que anda de casa en casa, de hombre en hombre, de silencio en silencio. En la Historia de los Heterodoxos, de Menéndez y Pelayo, me enteré de que cuando iban a presentar su homenaje a las Españas, iban a Guernica, el pueblo sacrificado, el primer pueblo bombardeado por los nazis. El primero que salió a defenderlo fue Malraux, que fue ministro de De Gaulle, era aviadorcito, salió con cuatro aviones y los corrieron a los nazis, esto pasaba en el año 38, cuando Franco entró. Y había un muchacho, que era empleado de segunda categoría en una embajada, que no tenía autoridad, solamente la autoridad de adentro, que es la que vale, él se impuso un deber moral, ese muchacho se llamaba Pablo Neruda... Ya le habían metido dos balazos en la espalda a García Lorca, pobrecito, al poco tiempo, se murió Miguel Hernández que cumplió ayer o antes de ayer (el 28 de marzo) 50 años de su muerte. No era asesino ni tirabombas, era un poeta y un pastor, era un desvelao como puede ser acá el poeta José Moreno, que no hizo nunca daño a nadie, nada más que a sí mismo.
- ¿Anda Dios rondando últimamente en sus pensamientos?
- Me preguntan a veces si yo creo en Dios. Asistí muchas veces a misa porque mi madre me llevaba y no me disgustaba, no era reacio ni rebelde. Tengo mucho respeto por la imagen, por los libros que he leído, por lo que me ha enseñado el mundo, por las profecías de Isaías, a ese lo leí, me gustaba, ocho siglos antes de Jesucristo, dijo: “Dios es aquel quien sólo el silencio nombra”. Me pareció inmenso. Mi respuesta no es evasiva. Fue una auténtica preocupación. Me volvieron a preguntar si creía en Dios y dije: “¿Dios creerá en mí?” Esa es mi gran duda.
- ¿Qué significó para usted su compañera de tantos años, su esposa Nenette, que partió hace poco tiempo?
- La vida. ¿Qué quiere que le diga? ¿Que no tengo consuelo? No tengo consuelo. Si es por hablar de una manera ligera y vulgar, no hay consuelo, no hay descanso.