Abrazadas y a paso lento, la madre y la hermana de Matías Ignacio Albornoz Piccinetti caminan por un pasillo que comunica la guardia del Centro de Salud con la unidad coronaria. Van a encontrarse con los restos del muchacho, de 17 años, apuñalado en el corazón. Acaban de recibir la peor noticia. Ninguna de las dos llora, pero sus rostros muestran más dolor del que es posible explicar. Pocos segundos después, se pierden de la vista de los policías que les abrieron la reja y las miraron con compasión al pasar. La información del fallecimiento se viraliza al instante.
A las 23.30, dos camilleros se llevan al muchacho por ese mismo pasillo, en sentido inverso, hacia la morgue. Los acompaña un guardia de seguridad privada. Ninguno de sus afectos ve esta escena. Todos corren hacia la entrada principal del hospital. Unas 100 personas se reúnen allí, pese a que es tarde y a que hace frío.
“Es muy grave lo que pasó”, dijo el padre del otro joven apuñalado
Los adolescentes no derraman lágrimas, pero se derrumban ante las rejas y las paredes. Son, en su mayoría, varones, y del colegio Gymnasium; compañeros de Albornoz Piccinetti. Algunos, incluso, fueron testigos del ataque, y vivieron todo el día con preocupación ante ese pronóstico que indicaba que el cuadro era grave. Los padres buscan explicaciones. “Este muchacho era el más bueno de todos. La ligó de arriba”, lamenta uno de ellos al pasar. Los recién llegados apuran el paso en la cuesta que lleva al estacionamiento y se funden en abrazos de palmadas que suenan fuertes en las espaldas.
La desolación se vive con más intensidad en la zona del mástil; allí se funde en llanto el hermano de la víctima, mientras manos amigas le acarician la cabeza. “Mi hermano era grandioso. Hoy era su cumpleaños”, lamenta Benjamín. Es el único que decide hablar. El resto de los presentes se asocia en un pacto de silencio.
Algunos viernes son días de furia adolescente
Mientras una camioneta de los bomberos se lleva al joven para la autopsia, su madre sale por la puerta principal. Varias mujeres la rodean. Una de ellas toma la voz cantante y le ruega que sea fuerte; le promete que nadie la va a dejar sola. La mujer la mira y sólo escucha. No le salen las palabras. En todo momento, parece que las piernas no pueden sostenerla. Más brazos se acercan y la consuelan. Los ruidos de la avenida Avellaneda llegan lejanos, como de otra dimensión. Nadie les presta atención. Los transeúntes que caminan por la vereda miran hacia adentro, sin entender qué pasa. Los de adentro saben qué pasa, pero todavía no pueden entender que ahora deben decir adiós.
El crimen
El muchacho había recibido un puntazo en el pecho al mediodía, en la calle Santiago del Estero al 400. Los investigadores estiman que se trató de la segunda parte de una pelea que habría comenzado el sábado a la madrugada, en un baile. Según consta en documentos oficiales de la Policía, en esa calle estaba un chico de 15 años -del colegio San Lucas- con un amigo de 14 -del Guido Spano- y otro de 16, que asiste al Cenait. En un momento hubo una gresca y uno de estos tres tomó una punta e hirió a Albornoz Piccinetti. Luego, le clavó un puntazo a otro alumno del Gymnasium en la ingle (está en el hospital Padilla, fuera de peligro) y los tres salieron corriendo. La Policía los atrapó en locales comerciales de la zona, pero no se pudo secuestrar el arma asesina; sólo les pudieron quitar una manopla.
El principal sospechoso de la muerte del alumno de Gymnasium tiene 15 años y es inimputable
El juzgado de turno los acusó de homicidio en grado de tentativa y ordenó que fueran trasladados al Instituto Roca. Según trascendió, hoy declararía el más grande de ellos. Sobre los otros dos, se cree que podrían ser liberados pronto. Pese a que la carátula del caso se convirtió en homicidio ayer a la noche, ambos son inimputables, debido a su edad.
Albornoz Piccinetti llegó durante la siesta, de urgencia, al Centro de Salud. De inmediato se le realizó una cirugía de unas cuatro horas, pero salió del quirófano en estado muy delicado. Según la subdirectora del hospital, Liliana Gordillo, luego lo llevaron a la sala coronaria porque tenía una grave herida en el pecho. Después de las 22 su corazón dejó de latir, para siempre.