Osvaldo Meloni - Doctor en Economía

Las metas de déficit fiscal, que el Gobierno nacional se propuso para este año y para el próximo, son modestas y no alcanzan para reducir el elevado nivel de gasto estatal que sostienen, tanto la Nación como las provincias, y para estabilizar las cuentas públicas. El ahorro fiscal que generó el equipo económico, con la quita de subsidios a las tarifas de la energía, resultó magro en este tiempo que lleva la nueva gestión.

No se nota un cambio profundo en la administración de los recursos estatales, respecto de lo que sucedió en el gobierno kirchnerista. Es cierto que la gestión actual es bastante más débil en términos de respaldo político. A esto se suman la agitación y el malhumor social.

La realidad es que no hubo indicios claros, por parte del Estado, para reducir los niveles de gasto. Prueba de esto es lo que sucedió en los ministerios, que se multiplicaron. Esto llevó a que también se multiplicaran las secretarías y las direcciones en las estructuras públicas.

Además, la Nación no sólo no modificó el gasto destinado a empleados públicos, sino que tampoco dio señales a las provincias para que disminuyan su planta de trabajadores. Un ejemplo de esto es lo que sucede en Santa Cruz donde, en los últimos días, se informó que hay 115 empleados estatales cada 1.000 habitantes. Si este cálculo se hiciera en relación a la población económicamente activa, y no a la población total como se hizo, el número de empleados públicos sería mayor en esa provincia. De todas formas, es una cifra exagerada e insostenible.

A los ojos de los ciudadanos, la quita de subsidios, y el aumento de las tarifas, fueron muy fuertes. Pero hay que entender que la decisión del kirchnerismo, de pisar las tarifas, dejó los precios de la energía en valores ridículos. Lo que falló en la actualización de las tarifas fue el timing. El Gobierno hizo todo muy tarde. Aumenta las tarifas del gas cuando empieza el invierno y las de la energía cuando viene el verano. De esta forma, los usuarios no pueden acostumbrarse ni afrontar los nuevos precios.

El Gobierno perdió tiempo para corregir las tarifas. Debería haber avanzado en 2016, que fue un año sin elecciones. Gran parte del déficit fiscal se explica, precisamente, por el gasto en subsidios a los servicios públicos.

En este año electoral será muy difícil concretar un ahorro mayor en las cuentas estatales. El plan de obras públicas, que encara el Gobierno, apunta a mejorar la infraestructura, muy necesaria para el crecimiento económico del país. Sin embargo, no le permitirá capturar muchos votos. La Argentina es un enfermo delicado, porque se estabiliza por un lado, pero se desequilibra por otro.