Nicolás Iriarte - Enviado especial de LG Deportiva
El fútbol en Cochabamba, así como en todo Bolivia (y obviamente en el resto de Latinoamérica), es asunto de estado. Lo demuestra desde su presidente Evo Morales, un frustrado jugador profesional que opina regular y públicamente del tema (lo hizo expresándose en contra de la sanción a Lionel Messi), hasta el más humilde de los ciudadanos.
En Cochabamba son dos los clubes que se ganan la pasión de la mayoría de la población. Jorge Wilstermann, rival de Atlético anoche, y Aurora, su clásico rival, que ahora milita en la B.
Como en Tucumán, están separados desde un comienzo por sus colores: el “Aviador” tiene camiseta roja y Aurora, celeste y blanca como Atlético. También como en nuestra provincia, diferentes clases sociales están asociadas a uno y otro club. Obra del imaginario colectivo.
Lo que seguro no es como en Tucumán, o el resto de nuestro país, es el vocabulario. Difícilmente un tucumano pueda sobrevivir a un día de fútbol en Cochabamba sin hacerse de los principales modismos referidos al mundo de la pelota. En primer lugar, si -por ejemplo- se toma un taxi y se le pide al conductor que lo lleve a la “cancha”, terminará en un conglomerado popular de puestos de ventas varias. Desde comida típica hasta consolas de videojuegos, pasando por instrumentos musicales y electrodomésticos. En Cochabamba, a la cancha se la llama en ingles: “stadium”.
Si se deja de lado el taxi y se decide ir en auto propio, habrá que rogar conseguir un lugar para “parquear”, es decir “estacionar”. Ya en los alrededores del “stadium”, dos cosas deberían preocupar: comprar la entrada y tener a mano la camiseta del equipo. Para esto también habrá que sacar el diccionario de modismos. Para los bolivianos, la “polera” no es esa remera de mangas largas con cuello de tortuga. La “polera” es la camiseta.
Una vez en el “stadium”, con el auto parqueado y la “polera” en mano, es tiempo de sacar la entrada. Las opciones que da el estadio “Félix Capriles” para ubicarse son las mismas que daría el “José Fierro”, pero lo distinto es la manera de nombrarlas.
A la popular se le dice “general”. Las cabeceras están ocupadas por dos barras distintas (”Los Gurkas” y “La zona roja”) y cada sector que ocupan (serían las tribunas de calles Chile y Bolivia) se llaman “curvas”, por la estructura edilicia redondeada que tienen. Está la norte y la sur. Por último, nada entenderá el empleado que venda los tickets si se le pide una platea. En Bolivia se llama “preferencial” a esa tribuna.
Una vez adentro, pueden empezar a escucharse todas las definiciones a las que nos tiene acostumbrado una cancha de fútbol, pero llama la atención un par de cosas. “¿Y ese ‘choco’ quién es?”, pregunta un plateista en referencia a Nery Leyes. El volante llama la atención por su juego y por su cabello claro. Los rubios están identificados vulgarmente en Cochabamba como “chocos”.
Reniega el público también contra la Policía y algún destrato. Y como en todas partes, tienen un apodo pero no despectivo, en este caso. Al policía se lo conoce como “paco”, a partir de siglas de la Policía de Ayuda Ciudadana (PAC).
Sin choripán
Termina el primer tiempo y es hora de probar algunas de las delicias culinarias de la región. Lamentablemente, para el que no quiera sentirse lejos de casa, no hay choripán. En Bolivia el preferido es el “sándwich de chola”, por las señoras que lo venden, que y en algunos casos también hacen.
Se trata de un sándwich de cerdo, aderezado con una especie de escabeche de cebolla y alguna que otra verdura como tomate y, por supuesto, mucho picante, como suele comerse todo en esta parte del continente. Las empanada son diferentes a las nuestras: predomina el queso y las aceitunas negras.
Fuerte falta de Atlético promediando el entretiempo y se escucha: “bótenlo”. No es una arenga a que reciba votos. Como en otros países de Sudamérica, “botar” es “tirar” o “echar”. En el caso del fútbol, expulsar.
Llega el final del partido y quizás nos quedemos muy cortos con los modismos, pero al menos esto servirá para sobrevivir a un partido de fútbol en Bolivia y no morir en el intento.
Momento inolvidable
Franco Dilascio, de 20 años, y Martín Carletto, de 19, dijeron presente en Bolivia y se hicieron sentir en el estadio “Félix Capriles”. Los jóvenes llevaron una bandera para que todos sepan que estuvieron allí presente, en la fecha que dio cierra a la primera parte de acción del grupo 5 de la Libertadores.
Un viaje rumbo a la felicidad
Federico Ferrari, Facundo Medina, Mariano Díaz y Ezequiel Rengel son cuatro fanáticos de Atlético que se subieron el auto y recorrieron los más de 1500 kilómetros que separan a Tucumán de Cochabamba. “Habíamos ido a Uruguay pero en avión”, admitieron los cuatro jóvenes, que demoraron casi dos días en llegar.
Rápida solución
Al mediodía, Tobar, el árbitro chileno del encuentro de anoche, informó que Cristian Lucchetti no podía jugar con sus tradicionales pantalones negros. Los dirigentes tuvieron que salir a comprar uno gris al centro de compras más cercano al hotel donde se encontraba el plantel “Decano”.
Una visita fugaz
Los jugadores estuvieron menos de 48 horas en Bolivia. Al término del partido se subieron al bus y fueron derecho al aeropuerto. El chárter los esperaba para servirles la cena en el aire. El plantel volverá a entrenarse hoy, pensando en el duelo del domingo, a las 16.15, ante San Lorenzo, en el Monumental.