Una conmoción causó Daniel Arcas en el sector de boxes y oficinas del autódromo internacional de Las Termas. A primera vista, lucía como Valentino Rossi, aunque con varios kilos de más. “Rossi está gordo”, gritó alguien desde la oficina-box de uno de los equipos. La tonada delataba que se trataba de algún italiano.
Todos los comentarios que levantaba Arcas estaban relacionados con el exceso de peso, siempre en comparación con el astro del MotoGP. “Nos encanta este circo. La onda es dar espectáculo”, cuenta Gabriela Castillo, que disfruta de estar casada -cada vez que la categoría desembarca en la Argentina- con Rossi, aunque no sea el verdadero.
“Valentino es un símbolo del MotoGP”, sentencia la mujer de 48 años, que tampoco puede ser ignorada. La escena muestra una vez más que lo de Rossi supera todo: no es que Gabriela esté vestida de civil -al contrario, también está disfrazada-, pero todas las miradas se las lleva Daniel. “El año pasado hice un disfraz de rey porque eso es. Esta vez creemos que es un verdadero guerrero”, dijo, con admiración, enfundada en el traje que ella misma diseñó con cartulinas, goma eva y palo de escoba, entre otros elementos. “Es un guerrero romano, porque él sigue luchando contra pilotos 10 años menores que él”, remarcó Gabriela. Con 38 años, el italiano es el más veterano entre los que se acomodan en cada grilla de largada. a la par de jóvenes como Maverick Viñales, de 22; o Alex Rins, de 21.
El Rossi que irrumpió en la mañana santiagueña, curiosamente, es tímido. Se animó a disfrazarse como su ídolo, a ser el centro de atención e, incluso, a correrlo a Jorge Lorenzo, uno de los rivales del europeo, para ver su reacción. Pero le cuesta hablar ante los micrófonos. Eso, a su ídolo, le sale tan bien como manejar la Yamaha. Seguramente, Daniel practicará para la próxima visita del MotoGP a la Argentina para seguir pareciéndose a “El Doctor”. Una meta difícil, porque Rossi hay uno solo.