En 2015, Tucumán se consagró campeón del Argentino Juvenil M21 al ganarle un partidazo a Córdoba, en Lawn Tennis (21-20), tras revertir una desventaja de 11 puntos en los últimos cinco minutos. Ese era, hasta ayer, el último título conquistado por un seleccionado tucumano de rugby. Ahora, si se habla de la categoría M18, hay que remontarse a abril de 2013, cuando los “Naranjitas” abrocharon la doble corona (M18 y M17) en cancha de Old Lions, con triunfos sobre Cuyo y Rosario, respectivamente. Una espera de cuatro años puede parecer no tan larga, pero sí lo es para una provincia acostumbrada a enchapar su nombre en la base de los trofeos principales con frecuencia.
En la construcción de un equipo campeón intervienen muchísimos factores, sobre todo en estos tiempos en los que el rugby ha dejado de ser ya un mero deporte de amigos para convertirse en una disciplina que casi no deja aspectos librados al azar, incluso en su vertiente amateur. Hoy en día, los detalles suelen ser el escondite favorito del éxito. Y en ese arte fue donde este Tucumán campeón argentino juvenil 2017 comenzó a tallar su conquista.
Casi nada de lo que es de buena calidad se construye a las apuradas. Trabajar con debida anticipación y constancia fue clave, así como respetar una idea. Ello permitió que el cambio de entrenadores que operó a mitad de camino no tuviera un impacto negativo.
Formar un buen grupo humano es un objetivo de base, y Tucumán lo cumplió. Si los lazos de confianza que unen a las partes son fuertes, el todo es mucho más difícil de doblegar. Esa unión se hizo carne en una defensa que no se limitó a ser sólida, sino que también fue agresiva. La sufrieron todos, pero más que nadie Buenos Aires, porque debió chocar contra ella dos veces. Y fue devorado en ambas.
Para que nazca un equipo, primero debe haber un buen grupo. El humano fue un aspecto fundamental en el trabajo del seleccionado “naranjita”.
Muy buen desempeño en las formaciones fijas. Un scrum prolijo y un line con variantes posibilitaron obtención y utilización efectiva de la pelota.
Carácter para recuperarse de un mal comienzo, e inteligencia para manejar los partidos. Supo golpear en los momentos justos y cuidar su ventaja.
Un tackle duro y agresivo. A Tucumán fue muy difícil quebrarlo gracias a su inclaudicable defensa, a partir de la cual recuperó muchas pelotas.
Dentro de una estructura colectiva que se ajustó al plan de juego, algunas individualidades aparecieron para improvisar cuando el partido lo pedía.