Es curioso. Uno puede dar vueltas y más vueltas por el pueblo de 7 de Abril, pero ni siquiera los más veteranos miembros de esa pequeña comunidad ubicada en el límite noreste con Santiago del Estero pueden contar con precisión a qué hace referencia esa fecha que les da nombre. En realidad, sí lo cuentan, pero pareciera que cada uno de los casi 1.000 habitantes que tiene el pueblo tiene su propia versión.

Doña “Ucha”, la curandera que vive a pocos pasos de la vieja estación del ferrocarril, dice que esa es la fecha en la que se fundó el pueblo. El empleado que expende nafta en la estación de servicios de la entrada está seguro de que es el día en que llegó el primer tren, al igual que Elisabeth Monserrat. Otros tantos, en cambio, se ruborizan de timidez y admiten que nunca se lo han preguntado. Lo que sí saben todos es que hoy es 7 de abril y que en el pueblo hay fiesta: almuerzo criollo al mediodía y música hasta la noche.

“Lo va a tener que buscar a don ‘Piquiri’. Es el único que le puede contar”, es la recomendación de varios vecinos que se reúnen con “Piquiri” todos los 7 de abril a festejar no el cumpleaños del pueblo, pero sí el nombre.

El protagonista

Néstor Alberto “Piquiri” Coronel sale de su casa y después de saludar a cuanto vecino pasa por la calle, lo confirma. “Uff, es contada de 1.000 maneras la historia de este pueblo, de un montón de formas, tantas que hasta a uno lo hacen dudar. Pero la realidad es una sola”, dice este hombre que ha dividido su vida entre su taller mecánico, un empleo en la Legislatura, las plantas del infinito jardín de su casa y la historia de 7 de Abril, una pasión que le contagió su mamá.

“Piquiri” cuenta que la historia de 7 de Abril comenzó a escribirse alrededor de 1910, cuando arribó a estas tierras Honorio Barot, un francés con hambre de trabajo y sed de fortuna. El pueblo era entonces una enorme estancia, bautizada con el apodo de la mayor de las hijas de Barot, “La Ñata”. “No se sabe con seguridad cuándo fue fundado como pueblo, pero sí que fue después de 1910, porque en los mapas de esa época no figuraba la finca de Barot. Este francés llega de Buenos Aires, pasa por Tucumán y gente del clero le da información; él se viene para acá y ve que la zona podía crecer por la cercanía con el río Urueña, entonces se asienta aquí. Hay quienes creen que él fue el fundador del pueblo, pero no es así, acá ya había gente instalada, pero no era más que un pueblito de campaña”, aclara “Piquiri”. Lo que sí es cierto, según pudo reconstruir, es que la localidad creció y tomó forma a partir de las actividades de Barot, y que antes de llamarse 7 de Abril se la conocía como “La Ñata” o “Toro Muerto”.

El imperio de Barot floreció a orillas del río Urueña con plantaciones de todo tipo. “Todavía existen algunos olivos que tenía él acá, además de los campos de naranja y mandarina y los animales. También montó el primer molino harinero de la zona. Y con el ferrocarril logró hacer una red de comercio de las más importantes del norte”, cuenta Coronel, cuyos orígenes en 7 de Abril se remontan a una época cercana a la llegada de Barot, cuando se asentaron sus abuelos en busca del trabajo que el francés propiciaba. “Toda la gente que trabajó con ellos, incluso mi mamá, estaban siempre muy agradecidos porque no se trabajaba con presiones. Ella era la que nos contaba la historia de esa familia, que es también a historia del pueblo”, recuerda “Piquiri” y como anécdota cuenta que los patrones de su mamá le enseñaban a tocar en el piano La Marsellesa, el himno nacional francés.

La familia De Gregorio acompañaba a los Barot en sus megaemprendimientos desde los inicios. De los primeros quedan aún descendientes en Tucumán, aunque a los Barot les perdió el rastro. “Honorio tuvo dos mujeres, Susana (”La Ñata”) y Lucía, pero un solo hijo varón, Luis, que falleció muy joven”, explica.

La fecha

“Piquiri” no puede precisar a ciencia cierta cuándo bautizaron el pueblo, pero sí sabe que el 7 de abril no tiene que ver con su fundación ni con su posición geográfica, sino que se trata simplemente de un homenaje histórico. El 7 de abril de 1840 Tucumán se pronunció abiertamente en contra del gobierno de Juan Manuel de Rosas, quien presidía entonces la Confederación Argentina. Con ese pronunciamiento se forma la Liga o Coalición del Norte, que agrupaba a los gobernadores de Salta, Jujuy, Catamarca y La Rioja. Santiago del Estero había rechazado la invitación de unírseles. “Es una situación similar a las localidades de Gobernador Garmendia y Gobernador Piedrabuena (cercanas a 7 de Abril), en homenaje a Pedro Garmendia y a Bernabé Piedrabuena, que junto con Nicolás Avellaneda fueron los hombres fuertes de esta Coalición”, explica Coronel, y reitera que no hay una relación geográfica o histórica con la zona.

El pueblo ya no es fiesta

“Claro que me acuerdo cuando venía el ferrocarril. Este pueblo era una fiesta, con la gente que venía de todos lados a vender sus cosas, con la gente que viajaba, los hombres que vendían leña y carbón... Todo eso desapareció cuando dejó de andar el tren”, lamenta “Piquiri”. Su hermana, Donatila del Valle Coronel, tiene imágenes más coloridas. “En ese entonces los juegos de los chicos, de nosotros, consistían en contar vagones (el que lograba contar más, ganaba) o en conocer el número del tren, o saber hacia dónde iban y qué carga traían”, recuerda ella, criada al abrigo de un padre ferroviario.

Ahora no hay carbón, ni leña, ni fiesta. Los montes donde Doña “Ucha” y tantos hombres y mujeres de la época se criaron troceando madera han desaparecido. Los jóvenes ahora desconocen esas tareas en 7 de Abril y para conseguir un trabajo deben viajar a La Rioja a cosechar aceitunas o esperar que de la comuna salga alguna obra de cordón cuneta o construcción de módulos habitacionales. Hay poco trabajo en los campos, aunque hayan grandes sembradíos de trigo, soja y citrus por la zona.  

“Ahora dicen que puede volver el ferrocarril y para nosotros es una gran esperanza. Sería como que volviera la vida a este pueblo -se entusiasma ‘Piquiri’-: sería como que nos devolvieran la fiesta”